Pedro Sánchez y el Complejo de Penélope
Si los barones del PSOE no atan bien atado a Pedro Sánchez al mástil, los de Asens ganan tiempo tejiendo de día lo que destejen de noche
Hace unas semanas, un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México descubrió un conjunto de trampas para mamuts en Tultepec, al norte de Ciudad de México. El hallazgo de los científicos mexicanos demuestra que nuestros antepasados del pleistoceno tardío ya conocían hace 15.000 años los rudimentos de la estrategia de personajes como Jaume Asens.
Pongamos que hablamos de referéndums. En el surtido variado de mendacidades disponibles en el cajón de sastre del independentismo, destaca una alambicada combinación de las clásicas falacias ad populum y post ergo propter hoc, que vendría a consistir en algo como que «si hubiese un referéndum sobre la independencia de Cataluña, ganaría el pueblo».
Pero, ¿quienes son, el pueblo? «Los que quieren la independencia de Cataluña». Los lumbreras soberanistas llaman a esto «derecho a decidir», sin que conste que hayan pagado royalties a Juan José Ibarretxe por plagiar el punto 2 de su plan de 2002.
Como nos encontramos en los prolegómenos de los rituales de apareamiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, cuya consagración ha de contar forzosamente con el auxilio mamporrero del solícito Gabriel Rufián, es útil pasar revista a en qué consiste esta trampa para mamuts que los de Asens tenderán a los de Sánchez y que, bien mirada, no es mucho más sofisticada que las fosas de Tultepec.
Esta trampa para caza mayor consta de tres fases. La primera es persistir en la letanía del diálogo, por aquello de que triste es pedir, pero más triste es no votar. Con ello, los soberanistas aspiran a convencer a un número suficiente de socialistas sensibleros de que hablar es gratis. Naturalmente, no lo es, por cuanto que lo que ellos llaman ‘diálogo’ es en realidad un ‘monólogo’ sobre el «derecho a decidir».
El truco está en que estas conversaciones se plantean como bilaterales, con lo cual quedan enmarcadas en una dialéctica confederal; que es lo que significa el constructo ‘nación de naciones’. Por eso la figura del relator –un mediador internacional– es imprescindible: porque, gracias a su presencia, Cataluña aparece como un sujeto de derecho soberano de facto, que no requiere del ‘consentimiento’ de los españoles para autodeterminarse.
La idea del referéndum consiste en poner los bueyes delante del carro
Es decir, que en un referéndum sobre la partición de España, sólo los catalanes tendrían agencia; sólo votarían ellos. Y es precisamente el referéndum la última parte del trampantojo de los acólitos de Asens.
No proponen un referéndum porque crean que es un instrumento útil para decidir algo, sino porque lo quieren usar como un ariete para abrir a cajas destempladas las compuertas constitucionales, desbordando al Estado con una movilización masiva que les lleve a obtener el resultado que quieren, bajo unas condiciones administrativas y mediáticas estrictamente controladas por ellos mismos.
La idea del referéndum consiste, por lo tanto, en poner los bueyes delante del carro, para que un resultado propicio facilite la consumación de los hechos, tomando un atajo para esquivar el contraste de opiniones y las transacciones políticas que son inseparables de los sistemas representativos, las primeras víctimas propiciatorias cuando se delega la toma de decisiones en la masa electoral y se sustituye el proceso democrático con la aritmética del voto, como están aprendiendo con sangre, sudor y lágrimas en Westminster.
La astucia de esta trampa en tres actos estriba en que envuelve con un halo sentimental para incautos lo que no es sino una urdimbre racional propia del cardenal Mazzarino, que bien pudiese salirles bien esta vez; metidos como estamos en un Mar de los Sargazos parlamentario, si los barones del PSOE no atan bien atado a Pedro Sánchez al mástil, para que se resista a la cantinela de la Ninfa de Vallecas, mientras ellos ganan tiempo tejiendo de día lo que destejen de noche.