Pedro Sánchez toma la iniciativa

Abriendo paso a la imaginación, Miquel Porta Perales proyecta un escenario en el que Sánchez rompe con Podemos y pacta con el PP y Ciudadanos

Ciudadanas y ciudadanos, buenas noches. Les habla el Presidente del Gobierno en funciones del Reino de España.

Como ganador de las recientes elecciones generales, asumo la responsabilidad de presentar mi candidatura a la Presidencia del Gobierno. Lo hago para evitar que la crisis institucional que padece España se transforme en una crisis de Estado.

Por ello, he decidido abrir negociaciones con el Partido Popular y Ciudadanos con el objetivo de ser investido y articular un gobierno de coalición constitucionalista –en su defecto, un acuerdo constitucionalista de gobernabilidad– que rija los destinos de España durante los próximos cuatro años.

Mi propósito es constituir un Gobierno que aplique un programa que responda a los desafíos que hoy tiene planteados el Reino de España. Muy especialmente, al reto económico que suscita la desaceleración económica en ciernes y al desafío político y social que promueve el secesionismo catalán.

Para ello, he decidido romper el preacuerdo PSOE-Unidas Podemos y he tomado la determinación de no contar con aquellas fuerzas políticas nacionalistas que se han caracterizado por su reiterada deslealtad institucional y constitucional.

No se puede gobernar con la cooperación de un partido antisistema a la izquierda y con el auxilio de un partido que frecuenta el golpe a la democracia a la derecha. Para ello, pido la colaboración de los partidos constitucionalistas.

El Estado ni es una empresa ni es un empresario

Para evitar los riesgos que acompañan a toda desaceleración económica, el Gobierno de España que yo presida –si soy investido Presidente– se compromete a llevar a cabo una política –por otro lado, recomendada por la Unión Europea– que se mueva en el marco de la estabilidad presupuestaria y el control de la deuda y el déficit.

No hay que desviarse del objetivo de déficit y hay que racionalizar el gasto público. Igualmente, el Gobierno que yo presida se compromete a condicionar el FLA a la estabilidad presupuestaria de las Autonomías. Y acabará con la inseguridad institucional, jurídica y regulatoria que retrae a inversores y emprendedores. También, conservará lo esencial de una reforma laboral que ha impulsado la creación de empleo.

El Gobierno que yo presida suprimirá los impuestos de Sucesiones, Donaciones y Patrimonio para fomentar el consumo e inversión ciudadana, no castigará a las grandes fortunas con gravámenes especiales que incitan a la deslocalización, y situará el tipo marginal máximo del IRPF en el 40% para favorecer el ahorro y consumo de las clases medias.

También reducirá el Impuesto de Sociedades al 12% para facilitar la creación de nuevos puestos de trabajo, renunciará a la imposición de una tasa especial proteccionista a las tecnológicas que también podrían deslocalizarse.

El Gobierno que yo presida ni promoverá la subida de impuestos ni creará nuevos impuestos específicos que graven a empresas, ciudadanos, transacciones y beneficios, una política fiscal que no invita a la inversión ni a la creación de puestos de trabajo. Una política incompatible con quien quiere decretar un salario mínimo interprofesional de 1.200 euros al mes que también destruiría puestos de trabajo y obstaculizaría la creación de nuevos.

El Gobierno que yo presida no constituirá una empresa pública de energía ni intervendrá el mercado del alquiler de viviendas. El Estado ni es una empresa ni es un empresario. Por eso, iniciará los trámites para privatizar Bankia. Y, como no podía ser de otra manera, el Gobierno de España que yo presida es incompatible con quien quiere “desplazarnos” del espacio OTAN.

Nada puede esperarse del independentismo catalán y nada puede hacerse con el independentismo catalán

Por todo eso –para responder al reto económico que suscita la desaceleración económica en ciernes–, he decido romper el preacuerdo con Podemos. No se puede gobernar con quien endeuda el Estado, descapitaliza la economía y frena la ocupación. Con quien solo es capaz de aceptar el maquillaje en cuestiones fiscales y laborales para así acceder al poder –electoralismo de libro– por la vía de la investidura a la que yo aspiro.

Para responder al desafío político y social que promueve el secesionismo catalán, renuncio a cualquier apoyo independentista. Para ello, pido la colaboración del PP y Cs en la investidura. El Gobierno que yo presida no dependerá de un nacionalismo desleal que ha fracturado a la sociedad catalana provocando un conflicto de convivencia y que usa el nombre de la democracia en vano

Un nacionalismo que provoca la fuga de empresas e inversiones, que tergiversa el Derecho Internacional para hacer creer que Cataluña es sujeto del derecho de autodeterminación, que pervierte la idea de diálogo, apuesta por el caos como último recurso. ¿Cómo gobernar con el auxilio de partidos que tienen a sus líderes en prisión por condena firme de sedición dictada por el Tribunal Supremo? ¿Quién entendería eso?

Nada puede esperarse del independentismo catalán y nada puede hacerse con el independentismo catalán. No más concesiones a un independentismo displicente y prepotente, egoísta e intrigante, siempre dispuesto a sacar tajada y que juega impúdicamente a ser Estado. No se puede gobernar el Estado con quien se propone destruirlo. Una indignidad.

Y, si el independentismo catalán se sitúa fuera de la legalidad, no dudaré, como ya he dicho en otra ocasión, en “adoptar medidas extraordinarias”. Palabra de socialista.      

Por todo ello, asumiendo mi responsabilidad como aspirante a la Presidencia, he decidido abrir negociaciones con el PP y Cs para ser investido presidente del Gobierno. O, en su defecto, para alcanzar un acuerdo de gobernabilidad que permita superar una crisis política e institucional que podría convertirse en crisis de Estado.

Ciudadanas y ciudadanos, buenas noches y buena suerte. Y felices sueños.

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