Pedro Sánchez se lo puede permitir
Como hacía Puigdemont, se utiliza como escudo el encarcelamiento de un rapero para denunciar una presunta falta de libertad, y el presidente guarda silencio
El riesgo es la costumbre. Dejar pasar los disturbios callejeros, con saqueos incluidos, como si nada. No reaccionar a los actos vandálicos. Confundir “unas determinadas ideas” con los métodos violentos para defenderlas. Cuando no se re respeta la ley, el caos se apodera del paisaje y las calles se ‘batasunizan’.
Se utiliza como escudo el encarcelamiento de un rapero reincidente que incita a la violencia para denunciar una presunta falta de libertad. Tal como hacía Carles Puigdemont para justificar su huída de la justicia.
Y la «anomalía democrática» denunciada por la izquierda y los independentistas se refleja en las actitudes fascistas de quienes se denominan ‘antifas’. La sentencia atribuida a Oriana Fallaci —»los fascistas del futuro se llamarán a sí mismo anti fascistas”— ha tomado cuerpo en nuestro país.
¿Las consecuencias? En Cataluña, de donde huyeron miles de empresas empujadas por el procés no existen incentivos para motivar a los inversores. No se vislumbra a corto plazo la recuperación económica. Porque la recuperación de la convivencia no parece importar a nuestros gobernantes.
Lo más preocupante, sin embargo, es que se estén disparando dardos a la línea de flotación de la democracia desde el ala oeste de la Moncloa.
Desde la vicepresidencia, Pablo Iglesias se ha instalado en la intoxicación y el sabotaje con la pretensión de desestabilizar las instituciones en donde está confortablemente instalado cuando pone en cuestión la democracia española.
Su grupo parlamentario pide el indulto del rapero Pablo Hasél y jalea a los violentos que le apoyan, que no hacen otra cosa que pasar a limpio sus letras. Pero el rapero ni siquiera tiene ideología. Tan solo una neurona de odio. Sin más.
Pablo Echenique se ha asomado esta semana al límite de la Ley de Partidos al tuitear su apoyo a los violentos que han provocado grandes destrozos callejeros.
En el ala oeste de la Moncloa se pretende controlar la justicia y los medios de comunicación
La legislación establece que “un partido será declarado ilegal cuando fomente, propicie o legitime la violencia como método para la consecución de objetivos políticos o hacer desaparecer las condiciones para el ejercicio de la democracia, pluralismo y libertades”.
¿Es éste el caso de Podemos? Se preguntan ya quienes empezaron a pedir a Pedro Sánchez que ponga a Iglesias fuera del Gobierno.
Pero desde la presidencia del Gobierno se guarda silencio. Lo que se espera de un presidente responsable, ante una situación tan grave, es no solo que se desmarque de tanta provocación por parte de su vicepresidente sino una reacción que corrija el rumbo de este desgobierno.
Sánchez tiene a Podemos en el Gobierno y en la calle
Pero Sánchez deja hacer a Iglesias, por conveniencia. Su actitud silente, en estas circunstancias, más que una pasividad complaciente, es una provocación.
Sánchez tiene a Podemos en el Gobierno. Pero también en la calle. Aprovechándose de la disposición de unos cuantos socios independentistas de la investidura a forzar la máxima de “cuanto peor, mejor”.
Porque en el Parlamento se está utilizando el respeto a la ley como arma arrojadiza entre sus señorías. Hay diputados que justifican que se esté defendiendo la libertad de expresión con violencia.
Diputados que enarbolan esa bandera protestando por el encarcelamiento del rapero Hasél sin tener en cuenta que más allá de sus letras ofensivas y constitutivas de delito, tiene cuatro condenas acumuladas que tienen poco que ver con la literatura y la poesía cantada.
Quienes sostienen que se deben despenalizar los delitos de injurias a la Corona o de enaltecimiento del terrorismo porque pertenecen a “épocas pasadas” son los mismos que piden un referéndum “pacífico” sobre la autodeterminación en Cataluña pero que, curiosamente, les parece bien que zurren a los afiliados de Vox cuando van por la calle.
En el ala oeste de la Moncloa se pretende controlar la justicia y los medios de comunicación. Tics inquietantes. Iglesias añora la censura de las repúblicas bananeras. Y señala a los periodistas. Un escándalo. Pero Sánchez puede permitírselo.
Si Iglesias sabotea a las instituciones, conspira contra el propio país y acosa a la prensa, mientras no cuestione al ‘intocable’, todo bajo control. Quizás, cuando falte poco para las elecciones, Sánchez se libere del lastre para presentarse él como referencia centrista. Entre los ‘ultras’ de la derecha y los ‘ultras’ de la izquierda.
Mientras tanto, seguirá la inhibición. Se lo puede permitir porque no hay alternativa en la derecha fraccionada.