Pedro Sánchez remolonea

Sánchez remolonea. Sánchez se mece. Sánchez ronronea. Señal que el poder se afianza. El poder, no la confianza. El poder, no la prosperidad

Vivimos malos tiempos. A la creciente desconfianza en los políticos, y hasta en la propia sociedad que los ha aupado, se añaden la incertidumbre por la evolución de la pandemia y las perspectivas de los ingresos de cada cual. El malestar va en aumento.

En otras épocas, algunos dirigentes se habrían sentido amenazados o bien concernidos por el incremento de la tensión social. Por el contrario, en la nuestra y por estos pagos (no cobros) aumenta la sensación de estabilidad, que solemos medir según la confianza de los políticos en su propio futuro.

Se trata pues de dos líneas asombrosamente divergentes. A mayor preocupación de la gente por su presente y su futuro, más anclados los de arriba en su poder. Cuando sobreviene un terremoto importante, se derrumban barrios, pero cuando la sociedad tiembla o se tambalea, se afianza el edificio del poder.

Así parece haberlo entendido Pedro Sánchez, o por lo menos actúa como si fuera capaz de tal proeza cognitiva.

Durante sus primeras andaduras en La Moncloa temía por su futuro como un rajá primerizo en lo alto de la torre atada a lomos de un elefante. Pero ahora que ya no teme los vaivenes de la bestia se arrellana en sus mullidos almohadones, se deja mecer y tal vez incluso aprovecha para echar una siestecilla.

Que el pueblo sufra, pues es lo suyo. Que hay protestas y actos vandálicos, pues no se atiende a sus causas sino al peligro de que la extrema derecha saque provecho de lo que aquí son escarceos pero en Italia declarado incendio.

Sánchez ya debe de andar pensando en la renovación de su contrato

La diferencia entre el Sánchez que conocemos y el nuevo Sánchez que ya hemos estrenado consiste en la comprobada solidez de las ataduras que la mantienen y posiblemente les van a mantener en lo alto por una larga temporada.

Si antes temía por la duración de su bonito paseo a lomos del elefante, ahora ya no.

Desgraciadamente, eso es lo que importa a los políticos que, habiendo renunciado a la vocación de liderazgo, a la ambición de dejar huella, tienen la mirada puesta en su propio trayecto, no mesurado en mayor o menor aproximación a objetivo alguno sino en quilómetros recorridos hacia no se sabe dónde.

Ya que el futuro en general no se puede predecir, aseguremos el propio presente. Hecho. Aquí estoy y de aquí no me muevo. ¿Algo más?

Al dar esta legislatura por solucionada, en los términos de disponer de una cada vez más placentera mayoría parlamentaria, y adelantándose a sí mismo, el inquilino de La Moncloa ya debe de andar pensando en la renovación de su contrato, que no es precisamente de alquiler.

A un año de las elecciones, que se celebraron en noviembre de 2019 aunque a veces un año parezca una eternidad a la inmensa mayoría, y se van haciendo cábalas sobre la posibilidad de repetir mandato.

La salida de la crisis amenaza con presentar forma de X

Y ello mientras la economía se hunde a ojos vistas, pero los aparatos de propaganda sacan partido del repunte a la salida del confinamiento. Grandes titulares. Autobombo. España ya vuelve a crecer.

Técnicamente puede ser así, pero la realidad es que seguimos en el fondo del pozo. Si el agua ya estaba llegando a la nariz y ahora desciende hasta el cuello es un respiro, veremos temporal a causa de las nuevas restricciones, no una salida de la sima hasta la luz.

La realidad que miden los economistas señala que la caída interanual del crecimiento fue superior al 4% en el primer trimestre de este año, superior al 20% en el segundo y casi igual al 9% en el tercero. Sin duda y como avisan algunas previsiones en el cuarto será superior al 10%. El resto de datos negativos es espeluznante y no admite controversia.

La brutalidad del batacazo es pues innegable. El sufrimiento de la sociedad, o sea de la gente, va en aumento. La salida de la crisis, si es que tras algunos meses podemos vislumbrarla, amenaza con presentar forma de X, o sea que los que ya caen sigan cayendo mientras los que a pesar de todo aumentan sus ganancias sigan en la misma línea.

Pero las cifras, los datos, los disturbios, los dramas, los temores, sólo cuentan traducidos al lenguaje de los deseos y los intereses de unos políticos ensimismados y obsesionados en su propia longevidad.

Es una de las peores caras de la política, a la que hemos llegado por la autoselección de los mediocres, que se ponen de acuerdo para descartar a los más capacitados y así tener más posibilidades de escalar puestos.

¿Hay remedio? No

Convertidos, a diestra y siniestra, en auténticos especialistas de las luchas de partido, en primer lugar las internas, se alejan cada vez más del concepto de servidor público, que tergiversan en su afán de servirse del público. Saben de eso. Muchos, por no decir la mayoría, por no decir todos, sólo saben de eso.

¿Hay remedio? No. En cualquier ámbito en el que triunfa la alianza de los mediocres, las nulidades cuentan con oportunidades jamás soñadas, los mejor preparados son expulsados sin contemplaciones, y a los excelentes no se les defenestra porque andan lejos y se dedican a otros menesteres.

Sánchez remolonea. Sánchez se mece. Sánchez ronronea. Señal que el poder se afianza. El poder, no la confianza. El poder, no la prosperidad.

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