Pedro Sánchez no es Montesquieu

La maniobra de PSOE y Unidas Podemos con la reforma judicial nos conduce a la democracia autoritaria o al absolutismo democrático

La izquierda española del XXI no mantiene buenas relaciones con la democracia.

Una y otra vez –PSOE, Podemos y lo que quede de Izquierda Unida– se empeña en recuperar, redefinir, repensar, regenerar o reinventar la “verdadera” democracia. Cosa que puede conducir a la instauración de la democracia autoritaria, o del absolutismo democrático, en España.

La reforma de La ley Orgánica del Poder Judicial como ejemplo. Vayamos por partes.

Populismo y pseudodemocracia

Ahí está el PSOE (Ciudadanía, Libertad y Socialismo, 2001) que propone una llamada “democracia cívica” que ha de “partir del ciudadano, no de los gobernantes ni de las instituciones”. Una “democracia de calidad que debe construir el socialismo del XXI” a través de “mecanismos de intervención directa”. Un revoltijo de populismo y pseudodemocracia asamblearia que delata la vocación de limitar la separación de poderes. De aquellos polvos estos lodos.

Otro tanto cabe decir del universo Podemos-Izquierda Unida que se nutre de las 14.700 propuestas –ese es el número de propuestas que se recogieron– alumbradas por el Movimiento de los Indignados. Entre otras: democracia cívica, la voz del pueblo, mecanismos de intervención directa, ampliación del contenido material de la democracia, ideal contestatario de democracia. Sigue el populismo, la demagogia y el afán de socavar la separación de poderes.

Lodos y polvos

Por ejemplo: la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Ya saben: PSOE y Unidas Podemos pretenden rebajar la mayoría necesaria para elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Traducción: PSOE y Unidas Podemos, con el auxilio de ERC, PNV o Bildu, decidirían los miembros del CGPJ que eligen las Cortes. Así se margina a la mitad de las Cortes, se mina la separación de poderes y la independencia judicial, y se daña la reputación de la Justicia y de España.

¿Qué ocurre? Pedro Sánchez nos es Montesquieu y Pablo Iglesias sigue encantado –además de haberse conocido: cosa que comparte con Sánchez– con las delicias del chavismo. Aunque, ello les emparente con la ultraderecha reaccionaria húngara, polaca y chavista.

¿Y si la reforma judicial fuera un globo sonda para detectar el estado de opinión y actuar en consecuencia? 

Al respecto, resulta curioso que, en España, los tejemanejes –enredos y engaños– de vocación autoritaria sean contemplados con indulgencia en determinados ambientes –jaleados, incluso– cuando provienen del autodenominado progresismo. ¿Una suerte de oclocracia –el gobierno de la muchedumbre ilusionada y manipulada: una degeneración de la democracia– en la línea de Aristóteles?

En cualquier caso, la citada reforma ha sido duramente criticada por tres de las cuatro asociaciones más importantes de juristas de España y el Greco (Grupo de Estados contra la Corrupción), organismo del Consejo de Europa, que percibe un “paso atrás en los objetivos fundamentales para la independencia del poder judicial” que “aumentará el riesgo de influencia política indebida… en el sistema judicial en su conjunto”.

Más: la Comisión Europea advierte que la Justicia en España es “vulnerable a la politización”.

¿La reacción del Gobierno español? Anoten la respuesta: la propuesta “no se ha entendido y hay que explicarla bien”, informa ECONOMÍA DIGITAL. Parafraseando a un redundante –pero sabio– Séneca, no hay nada más necio que no aprender por no querer aprender.

La democracia autoritaria o el absolutismo democrático en España

La maniobra –en el siguiente apartado se hablará del asunto– de PSOE y Unidas Podemos nos conduce a la democracia autoritaria, o al absolutismo democrático, en España.

En ¿Qué es la democracia? (1987), Giovanni Sartori ya nos advertía de que “la hipótesis del absolutismo democrático es plausible”. Resumo: en nombre de la democracia o del pueblo se podían someter los poderes del Estado a una autoridad que se atribuye a sí misma la condición de soberana. La reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial podría ser el inicio de semejante autoritarismo o absolutismo democrático.

Al respecto, Javier Redondo Rodelas (Tentaciones iliberales: la democracia simulada, 2020) extiende ese absolutismo –“populistas, neocaudillistas y separatistas”, precisa– a quienes popularizan la “consigna abstrusa y demoledora” de que “la democracia está por encima de la ley”. Cosa que conduce, en la práctica, al disfrute de “plenos poderes contra la oposición”. ¿Les suena?

La maniobra de Pedro Sánchez

¿Y si la propuesta de reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial fuera un globo sonda para detectar el estado de opinión y actuar en consecuencia?

¿Y si fuera una manera de presionar al Partido Popular para que finalmente aceptara –previa culpabilización: así se polariza la política en beneficio propio– la renovación del CGPJ, sin cambiar la Ley –o yo o el caos-, que demandan PSOE y Unidas Podemos? División del trabajo: el PSOE brinda relato y Unidas Podemos propicia la bronca.

«El déspota es un hombre a quien sus cinco sentido dicen continuamente que él lo es todo»

Un par de hipótesis plausibles si tenemos en cuenta 1) el oportunismo y tacticismo de PSOE y Unidas Podemos y 2) la resolución del Tribunal Constitucional (1986) favorable al modelo vigente de elección del CGPJ.

Un oportunismo y un tacticismo que evidencian la desconsideración institucional, la falta de respeto por la legalidad, y el menosprecio por la independencia judicial. Y ahí está la impostura de quien promete un CGPJ ejemplar cuando, de hecho, se trata de una maniobra para restringir la separación de poderes, ya sea por la vía de la reforma de la Ley, o por la imposición de los candidatos –o yo o el caos, se decía antes– que patrocinan PSOE y Unidas Podemos.

Sigue la maniobra

(Entren paréntesis, otra hipótesis: ¿y si la reforma tuviera también algo que ver con el indulto de los políticos presos por sedición y malversación habida cuenta del informe preceptivo –aunque, no vinculante– del Tribunal Supremo y la vía del contencioso administrativo en donde el Tribunal Supremo sí podría tener la última palabra?)

Montesquieu

“El déspota es un hombre a quien sus cinco sentido dicen continuamente que él lo es todo. Todo estaría perdido si el mismo hombre, y el mismo cuerpo de principales, o de nobles o de pueblo, ejerciesen esos tres poderes. Que el poder detenga al poder. El espíritu de moderación debe ser el del legislador» (El espíritu de la leyes, 1748).

Pedro Sánchez no es Montesquieu. Por mucho que, después de la llamada de atención de la Unión Europea, garantice la “máxima disponibilidad para hacer concesiones”. ¿Concesiones? El lenguaje delata.

Ahora en portada