Pedro Sánchez, como ‘El Platanito’, disfruta su única oportunidad
El 10 de octubre de 1970, a medio camino entre la charlotada y la tauromaquia, Blas Romero González, más conocido como El Platanito, tomó la alternativa como novillero en la plaza de toros de Vista Alegre, de Madrid. Con más fama que éxito, a El Platanito le daba lo mismo dar besos a un novillo que pasarse los pitones por los genitales con tal de conseguir una oportunidad. Se arriesgó mucho, desde la temeridad al esperpento. Ahora vende lotería en el barrio de El Pilar de Madrid.
A Pedro Sánchez la vida política solo le va a dar una oportunidad. Está en liderazgo vigilado, una especie de libertad condicional de la política. La jueza de custodia del secretario general del PSOE es Susana Díaz. A la presidenta de la Junta de Andalucía le pilló el congreso del PSOE con el pie cambiado en su compromiso andaluz. Un impedimento de lujo para su estación término que es la presidencia del Gobierno de España.
Con esos condicionamientos, arropados con la capacidad de manipulación e intriga que proporciona la militancia en las Juventudes Socialistas, le ha puesto al secretario general del PSOE todas las zancadillas meditadas para dificultar su labor sin llegar al derribo.
Susana Diáz apoyó a Sánchez en el congreso como mal menor para tapar el paso a Eduardo Madina. Susana Diáz y Eduardo Madina, jóvenes, pero con historia, habían tenido encontronazos en su vida compartida en las juventudes del PSOE. En la escuela Jaime Vera, donde se forman los cachorros de líderes socialistas, hay una asignatura más importante que ninguna: la cooptación como método de constitución de camarillas. Y quien no la aplica no tiene perdón. Y quien se opone, la paga.
Los dos, Sánchez y Madina, siguen unidos en su suerte. Si Pedro Sánchez pierde, Eduardo Madina se quedará sin escaño. Pura matemática electoral, porque el fichaje estrella de Irene Lozano, situada como flamante número cuatro del PSOE por Madrid, ha relegado las posibilidades de obtener escaño de Eudardo Madina. Habría que recordar que nadie ha equiparado con más saña PSOE a corrupción que la ex dirigente de UPyD.
Pedro Sánchez tiene sobre todo un dilema. El PSOE lleva muchos años de comodidad con el Partido Popular a su derecha y con Izquierda Unida a su izquierda. Hasta ahora, podía dar un bocado en el centro-izquierda y apabullar por el otro lado a una Izquierda Unida que nunca terminó de despegar. Ahora la cosa se complica e impide o condiciona la indefinición de pretender ocupar el centro, la tierra de nadie y de todos. El paraíso para ganar las elecciones.
Ciudadanos ha emergido como fuerza urbana, conservadoramente progresista, con la frescura del producto recién lanzado al mercado que todavía no ha sufrido el test del algodón. Virgen, sin mácula, y con el beneficio de la duda. Con la ventaja añadida de que su líder cae bien y no se sabe muy bien qué propone, lo que es una ventaja en un universo que adora la indefinición.
Por la izquierda Pedro Sánchez sufre las dentelladas de Podemos. Al partido recién nacido de Pablo Iglesias le da un poco igual una cosa y la contraria. Ha cambiado de la demonización de la Transición a reclamar una contrarreforma de la Constitución. Del chavismo militante a la socialdemocracia nórdica. Con esos cordeles de casi todos los colores está tejiendo la horca del socialismo español. Quizá necesite algo más que un solo envite.
Como la política española está diseñada para eludir los compromisos, a Pedro Sánchez le ha faltado audacia para convertir el recuerdo al rechazo de la guerra de Irak –como seña de identidad del socialismo español– en una llamada a la responsabilidad para combatir al ISIS o DAESH con la legitimidad de una guerra justa. Su inteligencia solo ha llegado a pactar con Rajoy que se hurte a los españoles el debate electoral sobre la política exterior de España en la lucha contra el terrorismo. Y eso que los hermanos socialistas franceses suplicaban el apoyo a la coalición contra el terrorismo desde el primer momento.
Intento buscar por las calles de Madrid la brújula del PSOE. Se me aparece la revocación de la reforma laboral, pero me acuerdo que la inició José Luis Rodríguez Zapatero en la misma época que blindaba la posibilidad de incumplir el déficit, nada menos que con una nocturna reforma Constitucional.
Les queda como elemento diferenciador la reforma de la Constitución. Nunca hemos podido averiguar lo que proponen. Y esta circunstancia quita cafeína a una propuesta que casi todos reclaman y que ninguno concreta. ¿Pretende Pedro Sánchez seducir a los independentistas catalanes con una propuesta de Cataluña como nación? ¿Se lo permitiría Susana Díaz?
En teoría, un partido que llegó a tener once millones de votantes y que cayó a los 110 escaños de Alfredo Pérez Rubalcaba no debería tener problema para conservar ese suelo. La tragedia del socialismo español es que las encuestas le permiten soñar con noventa escaños como máximo. Y sigue en caída controlada.
He vuelto a salir esta mañana a pasear por Chueca, por el barrio donde habito. Hago mi encuesta personal, algo tramposa, como todas. Inquiero primero quién creen que va a ganar. No hay entusiasmo pero si convergencia fatalista. Ganará Rajoy pero no por mucho. Llega la pregunta encubierta. ¿A quién vas a votar? No he encontrado a nadie que confiese su intención de votar al PP. Tampoco nadie que manifieste fidelidad al PSOE. Hay consenso en la duda. Ciudadanos y Podemos copan las quinielas. Las encuestas dicen que ambos pueden quedar por encima del PSOE en Madrid.
Más de ciento cincuenta años de historia, el mérito indiscutible de haber modernizado España y haber establecido la sanidad y la educación universal ya no forman parte de la memoria colectiva de los menores de cincuenta años. Se vota muy poco como reconocimiento a un pasado de éxito.
Lo tiene muy complicado Pedro Sánchez. A diferencia de la época en la que El Platanito mendigaba una oportunidad en la tauromaquia, en España se reclaman novedades. Pedro Sánchez es joven. Viste moderno e informal. Intenta –y no sé si lo consigue– ser jovial, simpático y cercano. Pero lo que está de moda son los partidos emergentes, disfrazados de rupturistas. Y en estos hemisferios, la marca PSOE empieza a tener naftalina.
A Pedro Sánchez, como le ocurrió a El Platanito, las huestes de Susana Díaz no le van a dar otra oportunidad. No quiero insinuar que Pedro Sánchez acabe vendiendo lotería. Pero está claro que en el PSOE sobrevivir al fracaso no es un emprendimiento sencillo.