Pedro José Ramirez, Rajoy y las publicaciones digitales

Los mentideros madrileños andan repletos de especulaciones sobre el futuro, siempre negro a primera vista, de los medios de comunicación tradicionales de la capital, e incluso construyen teorías pesimistas sobre los diarios catalanes. El run run más constante se centra en lo que pasará en El Mundo (incertidumbre) y en El País (pesimismo colectivo) tras la sustitución de sus respectivos directores en las últimas semanas.

Dicen los sabios de la capital que Pedro José Ramírez ya ha cerrado sus tratos con la editora Unedisa, propiedad de sus socios italianos, y que su salida definitiva del grupo supondrá unos nada desdeñables 18,5 millones de euros. Con esa interesante cifra, el periodista que se jactaba de quitar y poner rey parece dispuesto a emprender una aventura digital (eluniversal.com se llamaría).

Explican que el principal objetivo sería competir con su antigua casa, donde no logró precisamente una cuenta de resultados positiva, y de refilón intentará pasar cuentas con Mariano Rajoy, el único político español al que no ha conseguido arrodillar durante sus años de ejercicio periodístico.

 
Pedro J. es una una bestia parda del bosque informativo, pero le fallan las adhesiones de esos periodistas que levantan las noticias

Pedro José es un trozo de periodista, una bestia parda del bosque informativo al que se le pueden reprochar muchas equivocaciones, pero al que sería injusto negar su capacidad para centrar la actualidad, marcar el tempo de la información política del país, arrimar el agua al molino que le interesaba y entretener al personal con conspiraciones tanto verdaderas como meramente de salón.

El colega Ramírez, sin embargo, tiene algunas dificultades para formar su nuevo proyecto. Le fallan las adhesiones de esos periodistas que cada día levantan las noticias, aquellos que son capaces de ver una novedad donde otros sólo visualizan aburrimiento o llamadas que reprochan, critican y afean el trabajo. Sus dotes para el nuevo entorno digital no son exactamente las mismas de las que ha hecho gala durante décadas para modelar el papel, construyendo portadas y debates que, nos guste o no, pasarán a la historia de España.

Pedro José no es un nativo digital, sino un advenedizo en el nuevo mundo de las tecnologías de la información. En lo que es un experto es en la confección de contenidos inéditos, en la edificación de productos periodísticos de interés. Y, sobre todo, un político al que le cuesta reconocer esa condición bajo la máscara del periodismo, aplicada como una coartada omnipresente de sus cábalas ideológicas.

 
Funcionan los equipos, los colectivos y las empresas bien orientadas: justo en lo que el popular periodista es más débil

Hace ya muchos años conocí a su hermano, el primer ejecutivo de una empresa del área metropolitana de Barcelona que me regaló una novela que él mismo se había editado. Era una buena obra, pero el familiar del insigne periodista me la entregó con una frase que aún guardo en la memoria como un tesoro: “Yo no sé escribir, el que tiene realmente esa cualidad es mi hermano Pedro”.

El hermano tenía razón, Pedro José escribe bien y lo hace además con sentido de la oportunidad. Pero en lo que es un verdadero maestro es en vender sus artículos. Y, en eso, no tiene rival en el panorama periodístico. La lástima es que llegados estos tiempos digitales, una pluma no hace verano, aunque pueda dar sombra. Funcionan mucho mejor los equipos, los colectivos y las empresas bien orientadas. Justo en lo que el popular periodista es más débil en estos momentos.