Pedro J: ‘El Universal’ o los caprichos de la libertad
Se da por descontada la aparición de El Universal para el próximo mes de febrero. El nuevo periódico de Pedro J. Ramírez será digital en su edición diaria y tiene previsto el formato papel para los fines de semana. La iniciativa cuenta con una buena cola de inversores: todos los que odian a Rajoy y veneran a José María Aznar, el valet de chambre de Rupert Murdoch.
La confrontación entre presidente y ex presidente se vuelve cada vez más agria; plagada de malentendidos, poder de intimidación, amenazas y hasta creencias religiosas. A Rajoy, purgado por los sondeos, no lo quieren ya ni en su partido; pero Aznar da miedo incluso después de muerto (políticamente, claro). Aznar es una revisitación del nacional-futbolismo patrio, acompañado de corifeos extravagantes, como el investigador Eduardo Inda, polemista de tono vitricida y autor de innumerables papeles sobre la entraña de la corrupción.
A medio camino entre la redacción de El Mundo (en la Avenida San Luis) y Chamartín, Inda también diseña un periódico nuevo; otro más. Su proyecto cuenta ya con seis millones de euros de inversión inicial. Y hay quien dice que estos primeros seis millones de Inda (¿Serán de Florentino, no?) acabarán engrosando el plan de Pedro J. Según esta versión, el maestro y su segundo, compartirán cartel, aunque de momento solo se entrenan, como lo hicieron Juan Belmonte y Machaquito antes de pisar el coso de Las Ventas.
Ramírez es un misántropo de conveniencia que no atiende a refranes. Inda por su parte es un tipo más astuto que ingenioso, capaz de ponerle precio a su propia libertad. Uno y otro representan la mejor versión de las ganas de gresca, en liza con sus propias raíces, como hemos visto en el duelo de florines entre Pedro J y Casimiro García-Abadillo, en las páginas de El Mundo. El ex director desvela que la italiana RCS, accionista de El Mundo, le reclama a través del despacho Uría y Menéndez, el pago de 100.000 euros como penalización por haber refutado el editorial del pasado 22 de octubre en el que se decía que su salida del periódico había sido un relevo pactado con él y no una destitución.
El fundador de El Mundo no olvida su incomunicación desde que Casimiro dirige el rotativo. Tampoco perdona la purga del mismo medio contra su hija, la periodista María Ramírez, por denunciar la censura del periódico.
Desvela la connivencia del medio con Moncloa, las estrechas relaciones de Casimiro con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y los vínculos del director con la secretaria general del PP, María Dolores de las Mentiras (Cospedal). El caso es que, al dejar la dirección de El Mundo, a Pedro J. le indemnizaron con 12 millones de euros a cambio de estar calladito y no lanzar un nuevo producto de prensa hasta febrero de 2016, una fecha posterior a las elecciones generales. Así las cosas, el polémico periodista deshoja la margarita: si lanza El Universal ahora, RCS le exigirá la devolución de los doce millones de su suculento finiquito, como mandan las cláusulas de su contrato. Es decir: la mazmorra o el silencio.
Sea como sea, a Pedro J. es imposible mantenerlo al margen de la vida política. Hoy, por ejemplo, es para él un día señalado, el hundimiento de los “falsos mitos del victimismo catalán”. Victimismo no, porque, mira por dónde, un President de la Generalitat desborda la ciudadela de la España esencialista, cuyas falanges obviaron la Constitución de 1978, la misma carta magna que ahora defienden con la furia del converso. El PP y los guardianes del Santo Sepulcro no pueden detener el radicalismo democrático de Mas, celebrado por muchos catalanes partidarios de un cambio en el statu quo territorial, aunque no necesariamente de la independencia.
En su actual paréntesis, Pedro J. Ramírez se ha vindicado como filtro de la Historia en su reciente libro La desventura de la libertad, una inmersión en el fin del Trienio Liberal (1823) con los Cien Mil Hijos de San Luís avanzando sobre Madrid comandados por el Duque de Angulema. Digamos que para mitigar sus vacíos, a Pedro J. le ha venido bien la inmersión en la historia.
Hilvana intrigas políticas, episodios militares, bailes de salón y aventuras galantes. En los últimos días de aquella efímera democracia, masones y comuneros encontraron en José María Calatrava al patriota capaz de liderar la resistencia. Pero los generales le traicionaron, las arcas públicas se vaciaron, la diplomacia británica le abandonó a su suerte y el monarca, Fernando VII, conspiró con la Santa Alianza para destruir el orden constitucional que había jurado proteger.
Pedro J. adquirió la biblioteca de los Calatrava para rentabilizarla en poco tiempo. Rapidez y disparo directo, dos apéndices de una de las plumas más afiladas que ha visto España. Afilada, pero acompañada de amaños irresponsables en capítulos recientes, como el atentado del 11 M, que él se encargó de enredar en su teoría de la conspiración. Gigante de la memoria larga, ágil tergiversador de la corta, el entonces director de El Mundo responsabilizó a ETA del atentado de 2004 en Atocha y mantuvo en vilo su disparatada versión, incluso después de confirmarse la culpabilidad islamista en el fallo del Juez Bermúdez. Sostenella y no enmendalla.
He aquí, en román paladino, el método de Pedro J. y sus cenobitas: cuando un hidalgo desenvaina nunca pide perdón. Su escuela, grabada a fuego en el rotativo radical, se mantiene ahora en el caso de Xavier Trias, el alcalde injuriado, según los datos aportados por Union de Banques Suisses (UBS). Pero lo curioso de esta historia de Trias es que, quien la firma, Eduardo Inda, tiene un pie fuera del periódico y la cabeza en una nueva aventura.
El periodismo directo desnuda muchas vergüenzas. Los hechos son factuales –¿Tiene o no Trias una cuenta en Suiza? ¿Fue ETA la autora del 11 M?– pero la interpretación, sea en la crónica o en la historia, está sujeta a los caprichos de la libertad. Y Pedro J. es un intérprete.