Pedro el italiano
Sánchez con guante de seda para la ultraderechista Meloni y mano de hierro con Feijóo y Abascal
Pedro Sánchez llegó, vio y aparcó sus críticas y descalificaciones a la ultraderecha italiana en su primera cita con la presidenta Giorgia Meloni. Su campaña para la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea, que cristalizará en julio, ha decantado la balanza de sus intereses hacia la recuperación formal del respeto por el adversario.
Una actitud que el presidente del gobierno no mantiene en la política doméstica cuando fustiga a la oposición conservadora y liberal, despreciando la promoción de Pactos de Estado ante problemas sobre los que los grandes partidos deberían ponerse de acuerdo. Pero así es Sánchez. Ya nos tiene acostumbrados. Su vida política es un constante giro hacia el viento más favorable. En España gobernando con quienes había jurado no hacerlo y en las relaciones internacionales, el viaje italiano nos ha dado otra medida de conjunción astral (“España quiere a Italia”) que da una vuelta más a su capacidad camaleónica.
El timón del gobierno de la república italiana lo maneja una defensora de “la familia natural”, contraria a las políticas de igualdad de género y muy beligerante en la política de inmigración, aunque el poder la ha ido domesticando en las formas. Lo que no ha cambiado ha sido sus vínculos con el húngaro Viktor Orbán y su amistad con Santiago Abascal, la ‘bestia parda’ de las noches insomnes de Pedro Sánchez.
Su relación es tan cómplice que el líder de Vox acaba de prologar su libro autobiográfico Yo soy Giorgia, editado por Homo Legens para España. Seguramente le habría gustado decir alguna cosita a Pedro Sánchez sobre las malas compañías, pero se contuvo y, como a la prensa no se le permitió hacer preguntas, aquí paz y después gloria amarrados al mantra de la “normalidad institucional” del encuentro.
Sánchez necesita a Meloni para consensuar una política energética común y acordar un plan de migraciones y asilos
Adornado con el traje de mediador para su futura presidencia al frente de la UE, Sánchez ocultó en el archivo de sus despropósitos todas las lindezas que, desde la Moncloa, le habían dedicado a la presidenta del gobierno italiano. Porque sabe que cuando asuma ese cargo, tiene que actuar como un intermediario recto e imparcial. Por eso se puso la piel de cordero para estrechar la mano de quien él considera una “ultraderechista antieuropea”.
Tardó más de un mes en llamarla para felicitarla por su triunfo electoral. Pero ahora la necesita para consensuar una política energética común y acordar un plan de migraciones y asilos. Nada menos. Así es que en su primera entrevista, el presidente de gobierno ha optado por ‘normalizar’ a Giorgia Meloni, a pesar de que hace meses advertía de que “no se puede normalizar la entrada de la ultraderecha en los gobiernos europeos”.
El encuentro con Meloni ha sido una tregua con fecha de caducidad
¿Las giras internacionales de Sánchez activan a su electorado? De momento, los sondeos no registran una motivación específica en la ciudadanía por sus visitas para decidir su voto. Pero esa es una plataforma de promoción de la que solo Sánchez, en calidad de presidente, puede beneficiarse. Sus adversarios electorales tan solo son candidatos y no tienen a su disposición la oportunidad de estrechar la mano de XI JinPin o Zelensky. Y la aprovechará hasta el último día para utilizar guante de seda con sus homólogos europeos y mano de hierro con la derecha española.
Su metedura de pata con Argelia al haberse alineado con Marruecos frente al contencioso del Sáhara Occidental ha provocado que Italia haya ocupado el lugar de España en sus relaciones como socios. Pero no le han penalizado en los sondeos de opinión como se temían en un principio. Por lo tanto, pondrá toda su energía, y la del Falcon, en sus periplos internacionales, donde se encuentra mucho más cómodo que rindiendo cuentas ante el Congreso de los Diputados.
El encuentro con Giorgia Meloni ha sido un alivio. Un respiro. Un disimulo. Una tregua con fecha de caducidad. Mientras dure su presidencia rotatoria en el Consejo Europeo. Un semestre. Un tiempo de oro para su campaña doméstica. Porque Sánchez seguirá con su cruzada contra el PP asimilándolo a Vox para agitar el miedo en el electorado. No le sirvió en Madrid.
Tampoco en Andalucía en donde los votantes dudosos acabaron votando a Moreno Bonilla para que el PP no necesitara de Vox para gobernar. Es cierto que el escenario de las elecciones generales es muy distinto. Pero como Sánchez da por hecho que no va a ganar, recurre al último cartucho. La baza del miedo a la derecha. Si la operación de ‘Sumar’ fructifica y logra difuminar a Podemos, presentará a una izquierda más amable frente a un Feijóo que, si depende de Vox, irá perdiendo su imagen de moderación. Pero eso son cálculos de laboratorio.