Pedro, Cesc y el volcán

El nuevo modelo de comunicación de Moncloa de Cesc Vallès, mucho más sobrio y comedido, dificultará el trabajo de la oposición para recrearse en los errores del Gobierno

Pedro Sánchez conversa junto a los reyes con varios vecinos afectados por la erupción del volcán de La Palma / EFE / Casa S.M / Francisco Gómez

El cambio de planes de Pedro Sánchez tras reventar el volcán palmero me pilló por sorpresa, sin que nadie lo esperase Sánchez anunció que no iba a ir Nueva York a hacerse sus clásicas – y anodinas- fotografías de todos los años en la sede de las Naciones Unidas y que en su lugar visitaría lo que a aquellas tempranas horas sólo podía calificarse como un pequeño desastre sin mayores consecuencias en la isla de La Palma.

Acostumbrados como nos tenía desde su llegada a La Moncloa a los publirreportajes en los que fusilaba sin miramientos cualquier imagen icónica de algún presidente norteamericano y a las hagiografías en las que su corte de amanuenses glosaba sus hazañas, tras el anuncio uno no podía esperarse otra cosa que a Sánchez descendiendo en prodigioso rápel desde un helicóptero sobre la colada de lava y apagando el volcán con un botijo mientras se llevaba a los labios el dedo pulgar de su otra mano al estilo del “hombre martini” que popularizó el famoso anuncio de este espirituoso aperitivo italiano.

Y no, sorprendentemente la cosa no tuvo nada que ver.

Para pasmo de periodistas, rivales políticos y sobre todo de sus propios compañeros de gobierno, Sánchez no hizo nada de lo que hasta ahora era habitual en él sino que se limitó a aparecer de forma discreta rodeado de los servicios de emergencia que organizaban la evacuación, pronunciando además mensajes prudentes y medidos. Todo un despliegue de ortodoxia, discreción y prudencia comunicacionales que dieron como resultado que Sánchez por primera vez desde su investidura se llevó todos los reconocimientos y réditos políticos sin asumir ninguno de los riesgos reputacionales que antes solía correr.

La razón del diametral cambio no es difícil de adivinar, y no es otra que resultado de los cambios producidos en su equipo más cercano, singularmente la presencia de Cesc Vallès en la secretaría de estado de comunicación.

En su complicado estreno a los mandos de la comunicación del gobierno, Vallès ha comenzado ya a dejar su impronta, un estilo sobrio y contenido que llama la atención precisamente por ser exactamente los opuesto a las maneras que se utilizaban hasta ahora en el palacio de La Moncloa, una apuesta en la que ya se percibe que a partir de ahora el fondo primará sobre las formas y la prudencia sobre el artificio.

La llegada de Cesc Vallès y de su equipo tienen además dos externalidades extra para Sánchez:

La primera es que Vallès nunca va a ser el protagonista de su propia comunicación, nunca va a vender una línea argumental o una estrategia como propias aunque lo sean.

La segunda es que a partir de ahora va a ser mucho más difícil pillar al gobierno en un renuncio evidente, una hipérbole defectuosa o una «marcianada» indefendible, algo que va a complicar enormemente la labor de los partidos de la oposición, unos partidos para los que hasta ahora, cada rueda de prensa, cada comunicado de Moncloa o cada video del presidente eran un auténtico festín.

Y lo más importante, que casi se me olvida, Cesc Vallès es perfectamente consciente que la remontada que llevó a Gerhard Schroeder a ganar las elecciones alemanas de 2002 se inició en unas inundaciones a las que el entonces canciller alemán acudió 6 puntos por detrás en las encuestas y de las que salió como virtual ganador electoral.

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