Patriotismo constitucional, ¿por qué no?
El concepto se lo quiso apropiar José Maria Aznar en su segunda legislatura, recogiendo las enseñanzas de Habermas. Lo vendió a su manera, con el objetivo de recuperar lo que para él y para una parte del PP había sido un error de la Transición: el exceso de poder de las autonomías. Con ese ánimo recentralizador –es un debate que no se ha planteado bien y que invita a la bronca—Aznar recibió ácidas críticas, y nadie más se preocupó de lo que podía haber sido.
Ahora lo defiende Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, convertido ya, tras el acto en el teatro de la Latina en Madrid, en el candidato a la Moncloa. Rivera, desde Cataluña, es visto también como un dirigente político que tiende a reforzar los lazos del Estado, para que sea más fuerte, pero, principalmente, para que sea más eficaz.
Pero Rivera no está en contra de avanzar hacia el federalismo, si se señalan, exactamente, las cuestiones que se entienden que no se han resuelto. Puede ser un aliado para el PSOE, si los socialistas se atreven –y tienen la oportunidad— en iniciar un proceso de reformas en profundidad.
La cuestión central es lo que denota esa defensa del patriotismo constitucional. Y es que España –aunque desde Cataluña sea difícil defenderlo—funciona mejor de lo que los españoles creen. Fuera de España la imagen es buena. Pero es que hay algunas cosas que deberíamos, entre todos, defender como un activo enorme: la inmigración en España ha sido masiva en el decenio anterior al inicio de la crisis, con la entrada de hasta cinco millones de inmigrantes. ¿Ha habido un problema de xenofobia serio? ¿Se han asentado partidos antiinmigración, como en el resto de Europa? Eso dice mucho y bien de un país.
En Grecia tienen ahora un serio problema. Las reformas han sido inexistentes en los últimos años, por parte de todos los gobiernos griegos. En España, a pesar de que la situación ahora es delicada, y sería necesario un salto cualitativo para que no se quede en tierra de nadie, esas reformas se hicieron en su momento con el gobierno del PSOE, que merecería por parte del PP un mayor respeto –quizá con otra actitud el PP no tendría ahora el problema de la falta de socios que le lleva a llorar y a decir que todos se alían en su contra.
Repasen los primeros años de la UCD y la primera década de gobiernos de Felipe González. Se asombrarán. Fueron las bases de lo que hoy es España, con la enorme participación del nacionalismo catalán.
Lo que se debería destacar, como formulan profesores como Manuel Ballbé o Jordi Maluquer, es que los ciudadanos españoles han realizado un gran esfuerzo, y han levantado un país, que, pese a los problemas, es muy presentable en el concierto internacional.
Así que levanten la cabeza, y defiendan, ¿por qué no?, ese patriotismo constitucional, ya que nos cuesta tanto decir España.
Y aprovechemos la coyuntura para arreglar las deficiencias que aún persisten. Ciudadanos ha dado la cara. Y el PSOE también, con aquella gran bandera que se atrevió a exhibir Pedro Sánchez hace unas semanas.