Pasarela al vacío

Después del 21-D entramos en una nueva etapa en la que Pedro Sánchez y el independentismo harán todo lo posible para no caer al abismo

Cuentan que el enemigo de tu enemigo es tu mayor amigo pero no siempre es cierto. El resultado del segundo 21-D en Barcelona demuestra lo contrario: el enemigo de tu enemigo puede ser tu mayor amigo. Tanto Pedro Sánchez como el gabinete de Quim Torra y las fuerzas políticas que le apoyan se han movido con extrema cautela por temor al enemigo común, la derecha.

Sánchez y el independentismo son enemigos, como no podría ser de otra forma. El enemigo de Sánchez es la derecha, mejor dicho el tripartito de derechas que se apresta a gobernar Andalucía como preludio a al asalto electoral a La Moncloa.

Pero que la derecha sea la enemiga de Sánchez no la convierte en amiga de los independentistas. Al contrario, la derecha es tan enemiga del independentismo, pero tanto, que casi convierte a Sánchez en amigo. Casi. En otras palabras, de dos males, el menor.

Como no podemos derrotar a nuestro mayor enemigo por separado, nos unimos frente a él. Sánchez necesita los votos independentistas. JpC y ERC necesitan la Generalitat, por lo menos que no les desalojen de ella mediante un nuevo 155. De modo que han actuado con la sensatez de dos supervivientes que prefieren compartir un salvavidas desvencijado que hundirse mientras luchan entre sí.

En vez de enfrentarse como estaba previsto, han actuado del modo más cordial posible, dentro de las circunstancias. El jueves, reuniones de formato ambiguo, interpretables según los gustos, acompañado de una declaración de buenas intenciones que no deja de ser un brindis al sol.

Ambos eran conscientes de que el viernes se la jugaban. Por eso se multiplicaron los gestos de distensión y desmovilización indirecta, a fin de que en vez de ocupar la calle las masas salieran solamente los irreductibles.

Si no fuera por las grandes expectativas de los medios, el 21-D habría pasado casi desapercibido

La CUP y la ANC no han dejado de denunciar a los líderes gubernamentales del independentismo por desconvocar mediante una estudiada gestualidad como el fin de la huelga de hambre y el encuentro entre gobiernos.

Poca gente en las calles de Barcelona es lo que necesitaba Sánchez y poca gente ha habido. Poca violencia necesitaban los coaligados en la Generalitat y poca violencia ha habido. Comparen con París. Empate acordado a la baja. Los hooligans de ambos equipos podrían hablar de tongo. No lo harán porque sería como admitir que les han colado el balón entre las piernas.

Si no fuera por las grandes expectativas de los medios, la jornada habría pasado casi desapercibida. Después de fiestas, todo seguirá igual, con el PSOE y los independentistas librando un pulso con un brazo, con el mínimo de forcejeo para que no parezca de mentirijillas, mientras se intercambian cromos con la mano libre. Nada pues de rendición de Pedralbes.

Si se han puesto de acuerdo en perimetrar el desacuerdo y desactivar por un lado las amenazas y por el otro las movilizaciones es porque ambos necesitan lo mismo: ganar tiempo. De ahí los gestos, empezando por el de aprobar el nuevo techo de gasto en el Congreso por parte del Pdecat y ERC.

Es poco pero es imprescindible para que Sánchez consiga retrasar la convocatoria de elecciones. De ahí también el cambio de nombre del aeropuerto de Barcelona, que pasa llamarse Josep Tarradellas y de ahí el nuevo desagravio por el juicio franquista a Lluís Companys.

Tu mes das tiempo, yo te doy tiempo, y la derecha a rabiar en vez de gobernar. Auténtico diálogo, vía de salida, no la va haber en un futuro próximo. Más adelante ya veremos, pero no por ahora. Ahora se trata de templar gaitas y construir una pasarela hacia no se sabe donde, o sea hacia la nada, pero pasarela al fin, algo sobre lo que sostenerse. La alternativa era el hundimiento del PSOE, las elecciones y el nuevo 155.

Sánchez es un buen funambulista, y ahora Torra es su compañero de equilibrios

Estamos pues ante una nueva etapa, que se caracteriza ante todo por no empujarse de veras en lo alto de la pasarela. De lo contrario, Sánchez y el independentismo caerían al abismo.

Ya hemos dicho varias veces que Sánchez es un buen funambulista. Ahora, por obligación, no por devoción, Torra se ha convertido en compañero de equilibrios. El superdomingo electoral se aleja. El nuevo 155 también. Pero de ahí a buscar en serio o encontrar una solución acordada media un enorme trecho.

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