Parlamento vaciado

Los diputados han renunciado a su derecho y obligación de controlar al Gobierno

Duró poco la escenificación de la indignación de los socios de investidura de Pedro Sánchez. Habían llegado a calificar el plan excepcional del Gobierno del estado de alarma para seis meses como “excesivo” y “abusivo”. Pero la Moncloa se empleó a fondo en su juego malabar y logró que el apoyo al estado de alarma cristalizara en el Congreso a cambio del compromiso del presidente de rendir cuentas cada dos meses. Eso sí, sin votación.

Sus señorías, reducidos a meros oyentes, podrán desahogarse pero sin decidir nada. Hasta ahí podrán leer. Porque será otro órgano, y no el Parlamento, quien decida al cabo de cuatro meses si se prolonga, o no, el estado de alarma hasta mayo. Ese es el plan de Sánchez. Trasladar la soberanía nacional que reside en el Parlamento a la Conferencia Interterritorial de Salud en donde la mayoría de consejeros son socialistas.

Una medida grave e inquietante porque envía señales de que el Congreso pueda ser vaciado de sus competencias de control si el Tribunal Constitucional o Europa no lo remedian. Por eso el PP llevará el estado de alarma a la Comisión de Venecia. Para denunciar el ataque a la separación de poderes del gobierno de la Moncloa. Una oposición a los planes de Sánchez que luego no se materializó con una votación en consecuencia.

Habrá que ver si los seguidores del PP entienden que Pablo Casado optara, finalmente, por una abstención al estado de emergencia. ¿Qué es una “abstención crítica” si no una abstención táctica? La crítica se suele manifestar con un voto negativo, salvo que el PP haya decidido seguir la estela posibilista de una Inés Arrimadas a la que cada vez le cuesta más hilvanar su oposición a Sánchez con su voto afirmativo.

Al final, Sanchez vio, escapó y triunfó. Despreció a la oposición al no quedarse a escuchar sus réplicas y su plan fue aprobado con 196 votos. Una vez decidido este estado de alarma, las iniciativas corren a cargo de las autonomías, que tanto reclamaban la cogobernanza. Y Sánchez se lava las manos. Los resultados de este caos ya no serán su responsabilidad.

El presidente está centrado en otros proyectos políticos para ir moldeando a su gusto y por la puerta de atrás la deconstrucción del Estado democrático con el intento de controlar el Poder Judicial y con la concesión de prebendas a los secesionistas que dieron un golpe constitucional y de quienes depende para gobernar.

Sánchez se ausentó del hemiciclo pero dejó a férreos defensores de sus medidas como el portavoz del PNV

Y tanto pretende escurrir el bulto con las consecuencias de esta segunda ola de la pandemia, que intenta ejercer el liderazgo con el mando a distancia. Sin tener que dar explicaciones sobre la contundencia y excepcionalidad de una medida como el estado de alarma. Nada que ver con Angela Merkel o Emmanuel Macron.

Lo que hizo en el Congreso de los Diputados fue un gesto de desprecio a la oposición y, por lo tanto, a la institución parlamentaria. Apareció para escuchar a su ministro, Salvador Illa, y desapareció del hemiciclo. Un día antes ya había dejado amarrados los apoyos. Al rebajar sus pretensiones en el regate con la oposición, descendió un peldaño del pedestal de sus monólogos de televisión para acceder a comparecer ante el parlamento dentro de dos meses.

Menos da una piedra. Pero el estado de alarma seguirá su curso, don dudas fundadas sobre el grado de inconstitucionalidad del toque de queda. Y, si no se produce una coincidencia de algoritmos, nos quedaremos sin Navidad.

Sánchez se ausentó del hemiciclo pero dejó a férreos defensores de sus medidas como el portavoz del PNV. A Aitor Esteban le parece una desmesura que el presidente tenga que rendir cuentas al Parlamento cada 15 días, como pretendía el PP, y así lo dijo. Refiriéndose a Europa como la “seño” y anunciando que “en cuanto las medidas se puedan retirar serán retiradas”. Habló como si fuera otro ministro del ‘tercer partido’ del Gobierno de coalición.

Que en un estado de alarma el presidente comparezca cada dos meses ante sus señorías sin que estas puedan decidir nada ¿es aceptable en una democracia parlamentaria? Ningún pais de nuestro entorno lo hace. Cada vez nos parecemos menos a Europa. Dar al presidente “manos libres” durante seis meses , como acaban de hacer los parlamentarios del Congreso es una anomalía democrática. No todo vale contra la pandemia en un Estado de derecho.

El presidente sigue repartiendo cartas. Al PNV como tercer socio, a Bildu cuando conviene, a los secesionistas catalanes. La banca gana. Está actuando de forma desproporcionada. Europa ya le llamó la atención cuando quiso controlar el Poder Judicial. El próximo toque también tendrá que venir de fuera. Porque los diputados han renunciado a su derecho y obligación de controlar al Gobierno.

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