Para Rajoy, con cariño, desde Cataluña
Recientemente, Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, lanzó en una entrevista una imagen de las más acertadas y ocurrentes que le conozco: acusó a Mariano Rajoy de pasar de la mayoría absoluta a la soledad absoluta. Y la verdad es que, cuando uno ve la manera en que se va resolviendo el sudoku de muchas instituciones, no queda más remedio que darle la razón.
¡Qué fácil es poner de acuerdo egos y intereses contra el PP y por el contrario qué difícil es para los populares conseguir algún aliado que le permita forjar una mayoría de gobierno! Más allá de quejas infantiles, este hecho debería hacer reflexionar seriamente a Rajoy sobre el por qué de esta situación.
En otros tiempos, si el PP obtenía una minoría de suficiente peso como para aspirar a formar el gobierno de una autonomía o ayuntamiento le bastaba con mirar a las formaciones nacionalistas o hasta a algunas «independientes» para asumir el poder. Hoy le sería realmente difícil.
La situación en Cataluña es especialmente significativa. El partido que aún detenta la mayoría absoluta del gobierno español es residual en esta comunidad autónoma. Y no se ve suelo a ese profundo desgaste que le hace aparecer como una especie de apestado, alguien al que nadie quiere acercarse, con el que nadie quiere compartir ni siquiera unas migajas de presupuesto municipal o autonómico.
En Barcelona, la segunda ciudad española, la representación institucional del PP ha quedado al nivel de los antisistema de las CUP. Ya se ha anunciado que perderían Badalona, al concitarse una alianza de todos contra ellos, y podría sucederles lo mismo en Castelldefels, localidades donde habían conseguido en las anteriores municipales unas alcaldías nada fáciles.
En la Cataluña sometida a la presión soberanista, la vieja duda de los conservadores españoles sobre si su línea estratégica debía elegir entre el apoyo incondicional a la opción de centro derecha que encarnaba CiU, para no dar bazas a los socialistas catalanes, o buscar el fortalecimiento propio, carece de sentido. Hoy por hoy, lo que queda de CiU les rechaza frontalmente y las huestes propias se muestran desnortadas y lideradas, es un decir, por una Alicia Sánchez Camacho que luce los índices más pobres de popularidad que dirigente alguno haya conseguido.
¿Hay mayor demostración de impotencia política para el PP que su incapacidad para sacar el más mínimo rédito del rechazo que las tesis independentistas suscitan en una buena parte de la sociedad catalana, un rechazo que ha alentado el crecimiento de Ciudadanos y hasta de otras opciones en el entorno de Podemos?
En esas condiciones, cómo es posible seguir aspirando a revalidar una mayoría que les permita mantener el gobierno de España. Ni siquiera aquellos que muchos calificaban como el bastón en el que podría apoyarse el PP para mantener su cuota de poder, el partido que lidera con mano de hierro Albert Rivera, está predispuesto a sostener con facilidad el liderazgo de los populares allí donde éstos aún podrían mantenerlo, como por ejemplo la Comunidad de Madrid.
Mariano Rajoy puede seguir jugando con las palabras y con los silencios cuando le piden un giro que enderece la situación, pero no va a poder evitar la sensación de que esos gestos más que el fruto de su astucia y cálculo para controlar los ritmos de la acción política lo que realmente evidencian es una absoluta falta de rumbo y de consciencia acerca de la gravedad de la situación en la que está el PP.