¿Para qué sirve Convergència?
El catalanismo en Madrid se ha desdibujado. El que ha representado CiU desde la transición es ahora otra cosa. Pero el problema es que Convergència, que dejó en la estacada a la Unió de Josep Antoni Duran Lleida cuando apostó por el proceso independentista, tampoco sabe muy bien que papel ejercer ahora. El portavoz en el Congreso, Francesc Homs, que este lunes se entrevistó con el rey, refleja una cierta saudade. De hecho, se podría decir que tiene una mirada portuguesa, que se transforma en mediterránea cuando sonríe, con unos ojos muy vivos, de quien sabe que acabará haciendo lo que todo el mundo espera: el acuerdo.
Pero ese acuerdo no llega. Homs lo intenta. Ha conversado con todo aquel que se le pone al lado. Busca la aproximación con los distintos grupos políticos, aunque no esconde que le hubiera gustado un pacto con el PSOE y Podemos, y tratar de darle la vuelta al mapa autonómico. Pero las cosas han cambiado. Si Convergència viró, tampoco puede esperar ahora que todo sea igual, que el PSOE o el PP busquen al centro-derecha catalán para seguir construyendo España y mejorando el estado autonómico.
Es la gran paradoja de Convergència. No sabe muy bien a qué carta quedarse. La oratoria es una, la acción querría ser otra. Y pasa el tiempo, con una nuevas elecciones para el mes de junio, que puedan dejar muy desnudo al partido que fundó Jordi Pujol. Esquerra Republicana no quiere repetir la fórmula de Junts pel Sí, que se puso en práctica en las elecciones autonómicas del 27 de septiembre. Y Convergència ha comenzado a comprobar que Oriol Junqueras se va haciendo con el partido, con una entrevista, este mismo jueves, con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.
Es cierto, también, que Junqueras podría quedar chamuscado en su tarea de mejorar las cuentas de la Generalitat, pero el problema para Convergència es que su proyecto ha dejado de existir. Los electores se preguntarán, en Cataluña, para qué sirve su voto a Convergència en las elecciones de junio, si ahora, que tenía una enorme oportunidad, la ha dejado correr.
Una de las opciones que se pretende tomar en consideración, –ya ocurrió en las elecciones del 20D– es que Artur Mas fuera el cabeza de filas en las elecciones generales. Poca broma. Se trataría de un golpe importante, como ha apuntado Agustí Colomines. Pero Mas está en otra cosa. Quiere incidir en la refundación de Convergència desde un segundo plano, sabedor de que es, por ahora, el único que puede aglutinar a las diferentes familias.
El problema central para Convergència es la enorme confusión que puede crear en su propia militancia. Una de las opciones de esa refundación es cambiar el nombre, con la necesidad, para toda la militancia, de adherirse a otra cosa, a otro partido. ¿Se considera que ese proceso sería automático, que todos seguirían el camino? Muchos convergentes de siempre podrían aprovechar el momento para irse, definitivamente, a casa o a probar suerte con otros proyectos.
Una de las ideas de Artur Mas es que la nueva Convergència debería ser un partido soberanista, pero que aglutinase a un gran espectro ideológico. Como siempre. Uno de los candidatos a la secretaría general, el ex conseller Germà Gordó, plantea casi lo mismo: un partido soberanista, pero donde quepan no independentistas. Es decir, lo mismo, lo que denota la mirada Francesc Homs, todo igual pero diferente. Y a seguir buscando ese espacio central que sí supo ocupar Jordi Pujol.
Tal vez todo eso sea imposible. Homs lo sabe. Gordó también. Y Mas todavía no lo acepta del todo. En vísperas de unas nuevas elecciones generales, ¿para qué sirve Convergència?