¿Para cuándo la segunda ola de reformas?
La sólida estrategia conjunta tan necesaria para salir seguros de la post-crisis está siendo turbada por el hervor de corrupción y el zigzag de la iniciativa secesionista de Artur Mas. Sería saludable concentrarse hoy en una segunda ola de reformas, pero los árboles no nos dejan ver el bosque. Sólo faltaba la aparición rampante de Podemos.
Ese es el sentido del reciente análisis de Hugo Dixon, de Reuters, para The New York Times. Si hasta ahora las reformas estructurales de España han sido alabadas en toda la Unión Europea, hay problemas todavía muy imperiosos: el paro, la corrupción y la deuda pública, esa plaga implacable.
Aún así, el sistema financiero español parece estabilizado y la competitividad mejora. El crecimiento previsto es 1.2 este año y 1.7 el año que viene. Son las buenas noticias que constata Hugo Dixon. Insiste, consecuentemente, en que España necesita una segunda ola de reformas. Por ejemplo: otra dosis de reforma del mercado de trabajo y una mayor presteza de la justicia. No consuela mucho que, en muy buena parte, sean aspectos en los que flaquea casi toda la Unión Europea.
Dixon cree que sería positiva una gran coalición PSOE-PP que pueda afrontar estas reformas compartiendo el coste político, además de afrontar la situación catalana. Por ejemplo, con una reforma constitucional. Pero ahí está Podemos y su ascenso de vértigo, con disponibilidad para fragmentar al menos de modo transitorio el actual sistema de partidos. Como precedente desastroso tenemos el precedente de la izquierda anti-sistema griega, a punto de ganar las elecciones generales.
Podemos ha generado una indudable ilusión, porque no pocos españoles están cansados de política. Para Hugo Dixon, los aires de catarsis que aporta Podemos tienen atractivo populista pero sus políticas económicas de naturaleza chavista llevarían a España a la bancarrota y a quedarse en las afueras de la eurozona. Incidentalmente, lo mismo podría ocurrirle a una Cataluña independiente.
El problema de la grosse koalition es que la política española es muy distinta a la alemana. Un efecto colateral, según Dixon, sería apartar a Mariano Rajoy del poder. Esa es una incógnita de notable dimensión porque en este momento las tensiones internas en el PP ya han puesto de relieve que hoy por hoy, después del actual inquilino de la Moncloa, ese partido se dividiría en dos o tres. Sectores muy concretos han decidido ir a por Rajoy, al amparo de su modo de llevar la crisis catalana.
Para Cataluña, el análisis publicado por The New York Times sugiere la posibilidad de elecciones anticipadas en las que ERC substituye a Convergència, calificado por Dixon como un partido de “nacionalistas moderados”. En tal caso, si ERC proclamase unilateralmente la independencia, el efecto para los bancos en Cataluña sería fulminante, con la gente yendo a sacar su dinero. Eso no carecería de precedentes actuales.
En fin, desde esta perspectiva, la clase política no abunda en capacidades y visión. Da que pensar. Después de haber puesto en rodaje una primera oleada de reformas, sería la política misma la que nos impediría la segundo fase reformista que no solo Hugo Dixon considera imprescindible. Es un momento excesivamente incierto, sobre todo si aún queda voluntad de reforma.