Palos de ciego

Una semana interesante. El premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz ha afirmado que Cataluña sería viable económicamente con la independencia. Stiglitz ha dicho que en el actual entorno de globalización los países pequeños pueden funcionar muy bien de forma independiente.

Durante su visita a Barcelona con motivo de la publicación de su último libro, titulado ‘El euro. Como la moneda común amenaza el futuro de Europa’, ha puesto como ejemplo a Islandia, un país diez veces más pequeño que Cataluña y que «lo está haciendo relativamente bien con otra moneda, y que gracias a esto se ha recuperado mejor y más rápido de la crisis». Del mismo modo, ha añadido Stiglitz, nadie piensa que Canadá estaría mejor si se integrara a los Estados Unidos.

Ante la pregunta de si una Cataluña independiente sería viable económicamente, el premio Nobel ha declarado: «En el actual contexto de apertura de mercado, claramente, una Cataluña independiente sería muy factible». Otra cosa serían las consecuencias políticas para España y por la posible invitación a la reorganización de los estados-nación que nacieron en el siglo XIX.

Mientras una autoridad mundial ratifica lo que ya han dicho anteriormente otros autoridades, el gobierno español y el PSOE subalterno enfocan el tema catalán a golpe de tribunales. Hasta el punto que un personaje nada sospechoso de filias catalanistas, más bien al contrario, dotado de un profundo jacobinismo como Josep Borrell, en una entrevista a La Sexta recriminaba a los suyos la pérdida de capacidad interlocutora que un partido democrático, (en el marco de un régimen plenamente democrático) tiene que tener con quienes opinan incluso, opuestamente a él. Jacobino de la escuela francesa, y quizás por eso, cartesiano, Borrell decía: ‘¿Cómo puede ser que si a la izquierda, guste o no, hoy tenga dos actores, y el PSOE se niegue a hablar con Podemos? ¿Cómo puede ser que se ignore y se condene directamente a un electorado que implica el 48% independentista de la región más determinante económicamente de España?’

El cartesianismo de Borrell, sin embargo, no tiene seguidores. La maquinaria de los tribunales con la agenda muy conectada con las directrices del gobierno español, el mismo día de la aprobación del calendario del referéndum de autodeterminación, daba un paso más para enviar a la prisión a la presidenta del Parlament Carme Forcadell y al ex-consejero Francesc Homs.

Pero no sólo esto. Cuando el españolismo enfermizo (que oficialmente no existe) se infiltra en todas las instituciones del Estado se llegan a dar situaciones patéticas, como la interferencia del TC en aquello que un pueblo considera propio o no de su cultura popular. La resolución del TC sobre el levantamiento de la suspensión de las corridas de toros incrementará el contingente de independentistas, no sólo con la adhesión de todos los animalistas, sino de quienes ven esta acción como una muestra descarada de totalitarismo cultural. A este ritmo, mucha gente piensa que nos obligarán por decreto a eliminar el caganer del pesebre o a suprimir las cocas de Sant Joan.

Quiero dejar constancia que no soy animalista, ni tradicionalista. Por eso mismo, como ya saben los antropólogos, afirmo que las tradiciones se crean, evolucionan, se reinterpretan y, cuando la gente lo decide, mueren. ¿Los toros habían formado parte de la cultura catalana? Sí, y antes de que la sardana ya había toros. ¿Pero es obligatorio que siempre los catalanes tengamos que conservar ambas tradiciones? No. Cuando la gente mayoritariamente lo decida, dejaremos de querer a los toros y, quizás, de bailar sardanas. En Cataluña por extinción propia los toros ya estaban sentenciados. La decisión soberana del Parlamento sólo logró remachar el clavo.

Tanto es así que a pesar de la beligerancia, el empresario Balaña, conocido financiador de Albert Rivera y C’s a cambio de sus campañas contra el cine en catalán y a favor de los toros, está buscando hace tiempos vender la Monumental para actividades lúdicas, turísticas o culturales. Por más españolista que uno sea, como catalán, y siguiendo el tópico que nos imputan: ‘la pela es la pela’.

Con los millones de turistas anuales que tiene Barcelona, desaprovechar un enorme espacio en uno de los centros neurálgicos de la ciudad cerca de la Sagrada Familia, el Teatro Nacional, el Auditorio, la Torre Agbar, el Museo del Diseño, etc etc, para hacerse pasar la hiperventilación patriótica española, con cuatro o cinco corridas subvencionadas por el Estado, sería de imbéciles. No hay que ser muy inteligente para pensar la multitud de posibilidades que harían rendir multimillionariamente este espacio y a la vez generarían unos miles de puestos de trabajo, que de ninguna forma se crean por dedicarse a clavar banderillas a un toro.

Es lo que decía en el titular: son palos de ciego judiciales en un contexto donde la economía es determinante.

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