Pacto a la naranja

El tiempo corre y Ciudadanos se encuentra ante la disyuntiva: o apoya pactos estables de gobierno o caerá en la irrelevancia pública

Quizás por sus orígenes académicos, Ciudadanos es posiblemente el primer partido platónico en la historia de la política española.

Si para los partidos normales la voluntad de poder adquiere las crudas connotaciones de una película pornográfica, para Ciudadanos la erótica del poder parece consistir en mantener una distancia aséptica del ejercicio del poder, cultivando una suerte de idealismo asexuado que tal vez resulte gratificante, a pesar de su futilidad.

Ciudadanos no ha dudado en asistir a la Plaza de Colón junto a Vox o a imitar a Albert Boadella

Ciertamente, no tener cuantas que rendir tiene la ventaja de poder sermonear haciendo un uso hectóreo del dedo índice,  sin recibir a cambio reproches sobre una gestión propia que aún no ha descendido del exquisito mundo de los conceptos ideales.

Este reluctancia a bajar a la arena no ha impedido que el partido haya pergeñado una serie de actividades que algún alma poco caritativa podría tildar de circenses, tales como desanudar tiras de plástico amarillo en la vía pública, imitar a Albert Boadella representando una performance ante la residencia de Puigdemont en Waterloo,  o jugar al corro de la patata con Vox en la Plaza de Colón.

Éstas, y otras ocurrencias por  el estilo -entre las que destaca el éxodo de sus líderes catalanes a su peculiar de Madrid al cielo– llevan a preguntarse si acaso no será que Ciudadanos, más que cuadros políticos, tiene poliedros.

Ciudadanos ha cosechado pocos frutos en Cataluña en las dos elecciones

Lo cierto es que parece poco discutible que éstos cometieron con la manifestación del 8 de octubre de 2017 exactamente el mismo error de cálculo que Artur Mas cometió en 2012, creyendo que al colocarse al frente de la multitud todo lo demás vendría dado.     

En cualquier caso, hace tiempo se les acabó la luna de miel, como demuestran los escasos frutos, y además de secano, que han cosechado en las dos últimas elecciones, sobre todo en Cataluña, su raison d’être, donde más que platónicos son fantasmales.

El futuro de Ciudadanos

Aún tienen, sin embargo, ocasión de salir de su particular Jardín del Edén y morder el fruto prohibido para entrar de verdad en el barrizal de la lid política, con un pacto a la naranja que facilite el cambio tanto en Madrid como en Barcelona, y, si les queda tiempo, también en Bruselas.

Parece que algunos dirigentes de alta gama de Cs ya se van dando cuenta de que, parafraseando a Blaise Pascal, el Estado tiene razones que el corazón no entiende.

Pero el tiempo corre, y si no se bajan de las nubes de su despacho de la muy castiza calle de Alcalá, despejan los humos que a algunos parecen habérsele subido a la cabeza, y empiezan a perder plumas apoyando compromisos estables de gobierno por el bien del país, acabarán pagando el pacto de las próximas elecciones, alcanzando la irrelevancia pública propia de lo que pudo ser y nunca fue.