Pablo Ruz apaga la luz de Trento
Pablo Ruz ejerce la magistratura desde la sensatez. Todo el mundo sabe que en Collado Villalba no se celebran ordalías y, solo por eso, cuando Ruz pasó al Número 5 de Primera Instancia, los malos debían haberse puesto al pairo. Pero no lo hicieron; se sienten impunes.
Ahora, en un auto remitido a la Agencia Tributaria, el juez pide la lista de los de Gürtel que se han beneficiado de la Amnistía Fiscal. Una bomba de explosión retardada. La madeja del hilo que desbancará a Montoro y pondrá contra las cuerdas a Mariano Rajoy.
Un milímetro de claridad procesal vale por cien kilómetros de quilombo. Ruz es un hombre joven, de 37 años, pero nadie debería extrañarse de su manejo en la diligencia.
En 2008, cuando sustituyó a Juan del Olmo (instructor del 11M), ordenó el ingreso en prisión eludible bajo fianza de tres millones de euros de Juan Antonio Roca, ex asesor urbanístico de Marbella. Entonces aplicó el principio de proporcionalidad entre el delito y la pena preventiva, como ahora mismo se dispone a hacerlo, herética pravedad, con la lista de Gürtel, una compleja casuística de la que ha emergido el caso Bárcenas.
A este juez será difícil hacerle comulgar con ruedas de molino, colarle de trasluz la tesis de las copias manipuladas en las que, por arte de birlibirloque, figuran empresas donantes y potenciales sobrecogedores del aparato del PP.
Se forjó en la Pontificia de Comillas y pertenece a la plataforma Otro Derecho Penal es posible, un aliento post-scriptum de Jueces para la Democracia, los magistrados del felipismo, testigos de la pelea de gallos entre Juan Antonio Belloch y Garzón, toga insomne en versión de Pilar Urbano (El hombre que veía amanecer), excluido de la carrera judicial por simple precipitación.
Ruz no pide tanto. De poco le serviría la herencia envenenada de sus mayores. Como buen ignaciano, solo labra cuando hay buena cosecha. Y esta vez la hay; los marianistas de Génova en la salsa del presunto delito, madre y padre de todas las presuntas presunciones. Los abanderados del juego limpio están a oscuras.
El número 5 de Villalba apagará la luz de Trento. Luis Bárcenas ha intentado acogerse a una amnistía fiscal que puede costarle cara a su ex partido, sobre todo acompañado de nombres como el de Alfonso García Pozuelo, dueño de la constructora Hispánica, que también se ha acogido a esta regulación tributaria especialmente ventajosa. Ambos se lo han comunicado a Ruz.
García Pozuelo lo hizo el pasado 4 de diciembre (ha regularizado el dinero del que dispuso en una cuenta de la banca Merrill Lynch, en Estados Unidos) y Bárcenas se lo confesó no hace ni 72 horas. Todos cantan. El magistrado instruye el caso Gürtel en su conjunto y le concierne la búsqueda de los cabecillas de la red: Francisco Correa, Pablo Crespo, los ex diputados del PP en la Asamblea de Madrid, Alberto López Viejo, Alfonso Bosch y Benjamín Martín Vasco, y el ex diputado por Segovia, Jesús Merino.
También ha pedido información sobre la ex pareja de Correa, María del Carmen Rodríguez Quijano, y sobre la mujer de Luis Bárcenas, Rosalía Iglesias, a quien se le descubrió una cuenta opaca con un millón de euros.
La corrupción sistémica y su pieza aparte son indivisibles. Igual que el despacho de Cospedal y la feria mediopensionista que tenía montada el tesorero Bárcenas en la sede del partido conservador. Ruz es un ojo de buey. Lo ve todo desde el socorrido cielo raso de la Primera Instancia.
La cita en el Juzgado no suspende el desayuno de porras con café caliente, antes de entrar. En las mañanas de invierno, Madrid engancha. El sol atraviesa el viento helado de la Sierra de Guadarrama y, antes de las primeras preguntas, el interior de Villalba conserva el frío.
El magistrado titular es la imagen de un recién salido, cargado de papeles bajo el zaguán neoclásico de Plaza Castilla. Pero también es el jurista de mesa limpia y ordenador portátil, que cubre rutas urbanas para tocar con sus propias manos las pruebas del delito; lo mismo la manta que cubre un cadáver tumbado sobre el frío de adoquines charolados por el rocío que un arquitrabe repentinamente convertido en objeto de litigio entre vecinos.
La eficacia vive en el detalle. El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) valoró su empecinada constancia cuando le mandó por unanimidad a la Audiencia, en sustitución de Baltasar Garzón. Fue en 2010. Su nombre figuraba en una terna junto a las magistradas Carmen Lamela y Carmen Rodríguez-Medel.
Las diligencias de Ruz son densas pero racionales. En la flamante Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, los inspectores saben que la primera lección de un sumario exitoso es saber y callar. Las periciales tienen más valor que los testigos. Los hombres de Gürtel son, por lo general, cuellicortos y apretados de sisa. Las mujeres usan colorete cremoso. Ellos hablan claro, pero con escasa soltura; ellas responden con monosílabos. En la calle dicen que es el miedo; que la incongruencia es la puerta de la confesión.