Pablo Iglesias, ¿un aliado inesperado de Rajoy?
Mientras la desolación arrecia en el Palace por la posibilidad de que Duran Lleida decida marcharse y que, por tanto, abandone la suite en la que reside desde el pleistoceno, en Moncloa han decido ponerse a trabajar. La actividad es frenética por la presión que ejercen los últimos resultados electorales, las encuestas conocidas y la proximidad de los comicios autonómicos y generales, en 2015.
El repentino despertar legislativo del palacio presidencial no se limita a las dos líneas que nacieron del Consejo de Ministros justo después de conocerse la abdicación del monarca. Además de gestionar la sucesión real, Rajoy enmienda estos días al ministro Gallardón y engrandece la reforma fiscal.
Las filtraciones sobre los nuevos impuestos dejan entrever varias cosas: la principal, que la reducción será de una contundencia mayor que la comunicada a Bruselas. Los asalariados ingresarán 7.000 millones más con sus nóminas; las empresas retendrán más beneficios y a la mayoría de los autónomos se les reducirá el IRPF hasta el 15%.
Son iniciativas que invitan al aplauso, aunque sean para contrastar un escenario político poco favorable a Rajoy y aledaños. La demoscopia dibuja una hecatombe en el bipartidismo atávico: el PP perdería 61 diputados; y el PSOE, 23. El movimiento Podemos irrumpe como tercera fuerza, diluye a Cayo Lara y agrieta a las izquierdas.
En España, con una opinión pública más maleable ya que la estadounidense, el populismo ha llegado desde los rayos catódicos y por la extrema izquierda. No ha sido desde la ultra derecha.
A Rajoy –tal cual hizo Chirac con Le Pen en Francia–, si sus reformas en marcha no dan los resultados electorales apetecidos, siempre le quedará la opción de presentarse ante el centro ideológico como el clavo ardiendo al que agarrarse para frenar al sospechoso bolivariano Pablo Iglesias, un aliado inesperado del PP.