Pablo Iglesias se ensucia las manos al querer blanquear a Lenin
Sorprende que Pablo Iglesias intente blanquear a Lenin hablando solo de la autodeterminación de las repúblicas socialistas que acabaron constituyendo la URSS y de la política internacional de los primeros años de la URSS
La invasión militar de Ucrania ha implementado algunas polémicas como el papel de la OTAN en el siglo XXI, las fortalezas y debilidades de la Unión Europea y Rusia, la aparición de un nuevo zarismo, la política internacional de Estados Unidos y China en el nuevo siglo, la posibilidad de una nueva guerra fría, los límites de la cultura pacifista o la política económica como antídoto frente a la intervención militar.
Entre esas controversias destaca la que trata de la semejanza, o no, entre el leninismo y el putinismo. Controversia en la que ha tomado la palabra un Pablo Iglesias que, al querer blanquear a Lenin, se ha ensuciado las manos.
El nacional-imperialismo de Putin
La sovietología española ortodoxa, encarnada por Pablo Iglesias (Putin y Lenin, 22/2/2022), es rotunda: “Putin es un anticomunista convencido y un nacionalista de derechas” que se caracteriza por “un discurso nacional-imperialista sin complejos de estilo zarista”. Y ello es así- señala Pablo Iglesias-, porque Putin no acepta el federalismo leninista que contempla la autodeterminación de los pueblos, ni la geopolítica apaciguadora de Lenin –una referencia a la Paz de Brest-Litovsk de 1918 que implicó la cesión de diversos territorios rusos- en materia de política internacional.
Putin como Lenin
Sorprende que Pablo Iglesias intente blanquear a Lenin hablando solo de la autodeterminación de las repúblicas socialistas que acabaron constituyendo la URSS y de la política internacional de los primeros años de la URSS.
Pablo Iglesias contrapone al Putin que invade Ucrania con el Lenin partidario de una URSS federal o confederal. Pablo Iglesias contrapone al Putin agresor –Crimea, Donetsk, Lugansk o Ucrania- con el Lenin pacificador. Pablo Iglesias intenta blanquear a Lenin al compararlo con un Putin que –dice- “ciertamente da miedo a cualquiera”. Lenin el bueno frente Putin el malo. Falso.
Si es cierto que la URSS, bajo la dirección de Lenin, fue creada como “Estado socialista soviético multinacional… sobre la base del libre consentimiento y de la conservación de la soberanía nacional de cada una de las repúblicas federativas… un Estado proletario federativo, de nuevo tipo”; si ello es cierto, también lo es que la idea marxista-leninista de autodeterminación no se fundamentaba en la identidad nacional –lengua, cultura o historia-, sino en la amistad indestructible de los pueblos soviéticos en beneficio de la lucha de clases.
Como también es cierto que, pese a que la Constitución de 1936 habla de un “Estado federal” con “el derecho a separarse libremente de la URSS”, nadie se atrevió a ejercer dicho derecho. Lenin: “los socialistas simpatizan inequívocamente con la idea de supresión de las fronteras entre las naciones y de constitución de Estados más grandes” (Stefan Glejdura. Cincuenta años de la URSS y autodeterminación. Revista de Política Internacional, número 124, noviembre/diciembre 1972). ¿Alguien se atrevió a contravenir a Lenin? No. Putin como Lenin. Un blanqueo imposible
Prosigamos con la geopolítica apaciguadora de Lenin. Una política que obedece a la debilidad de la URSS in statutu nascendi en 1918. El expansionismo vendrá después con los Estados satélites que rodearán y protegerán a la URSS. Cosa que intenta recuperar hoy Putin con la invasión de Ucrania. Putin, un heredero de Lenin. Un blanqueo imposible.
Pablo Iglesias sienta cátedra
En el año 2017 –centenario de la Revolución de Octubre-, el común de los mortales sabía que la URSS y el comunismo –un régimen dictatorial, represivo e ineficiente – estaban en el museo de las desgracias de la historia y que Lenin se encontraba momificado en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú.
En el mismo año, el común de los mortales sabía también que el comunismo, además de ser una enciclopedia de las mentiras, había sido, junto con el nazismo, una de las calamidades que han azotado el mundo durante el siglo XX. Ese “siglo de la megamuerte”, por decirlo en palabras de Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter.
Pese a ello, Pablo Iglesias toma la palabra –noticia de prensa del 2017- para sentar cátedra en la celebración del centenario de la Revolución que llevó a Lenin al poder: “el genio bolchevique es el mejor legado de la Revolución para trabajar en favor de los de abajo”, “la capacidad de Vladímir Lenin de convertir lo imposible en real”, “la capacidad bolchevique para ganar y derrotar a enemigos imbatibles” o la cualidad de ser –Lenin- “la llave que abre puertas” y “produce orden”. Efectivamente: Lenin, como señalaba Pablo Iglesias refiriéndose a Putin, “ciertamente da miedo a cualquiera”.
Y no es una casualidad que Putin provenga de la KGB soviética. De oligarquía a oligarquía. De despotismo a despotismo. De la casta roja a la casta blanca, diría Pablo Iglesias en un artículo que nunca escribirá.
Y el caso es que, por aquel entonces, Pablo Iglesias ya colaboraba con la putinista Russia Today (2018) criticando los discursos belicistas contra Rusia.
Y el caso es que, también hoy, Pablo Iglesias, ocultándose tras la consigna del “no a la guerra” niega cualquier iniciativa que no sea la rendición de facto de Ucrania. La diplomacia, dice.
La sombra alargada de Stalin
Pablo Iglesias: “¿Cuál es el sentido de prolongar, con el envío de armas, una guerra en la que los ucranianos solo pueden ofrecer cadáveres de civiles frente a un ejército ruso abrumadoramente superior?” (Enric Juliana, Lacan y las armas, 8/3/2022). Perverso, el Pablo Iglesias que aboga por la rendición y el sometimiento. Solo falta que, a la manera de los estalinistas procesos de Moscú, los ucranianos se culpabilicen para recibir el castigo que se merecen.
Quien se ensucia las manos es porque quiere
Antes de proceder al blanqueo de Lenin, una persona ilustrada como Pablo Iglesias podría haber consultado el imprescindible trabajo de Julián Casanova titulado La venganza de los siervos. Rusia, 1917, editado en 2017.
El historiador sí sienta cátedra: “la revolución bolchevique, al rechazar la democracia y verse acosada por enemigos internos y externos, tuvo que silenciar a sus críticos, eliminar toda forma de oposición política y cultural y someter a una sociedad que no podía controlar por medios pacíficos o a través de la negociación. Del sueño revolucionario se pasó pronto a la pesadilla del terror, a la coerción sobre el campesinado, a los campos de concentración, a las ejecuciones en masa de la Cheka… un terror designado a extirpar del cuerpo social cualquier individuo o grupo concebido como socialmente dañino o políticamente peligroso”.
Eso pasó con Lenin y Stalin y pasa hoy con Putin. Quien se ensucia las manos es porque quiere.