Pablo Iglesias exige el cielo, el CNI y también dos huevos duros
A Pablo Iglesias hay que reconocerle su tenacidad y su ausencia de complejos. Dos cualidades que también ha ejercido Esperanza Aguirre. Los dos son capaces de sostener lo indefendible desde la posición, para mi aristocrática, de no concebir que alguien más que ellos pueda tener razón.
En la escena más carismática de «Una noche en la ópera», Groucho Marx encarga una cena «para sacar todo el juego al menú», y cuando termina de enumerar cada plato encargado, se oye la voz de Chico que añade «y dos huevos duros», como la reafirmación de que el listón siempre puede estar más alto. Y después Harpo toca la bocina reclamando un huevo más. Esta es exactamente la tecnología que emplea Podemos en la negociación con el PSOE.
Con Iglesias nunca se sabe, porque la rectificación, sin reconocerla, es su forma de actuar, pero todos los síntomas confirman que la intención de Podemos es torpedear cualquier posibilidad de acuerdo en la investidura del candidato Sánchez.
Y, naturalmente, sea defendible o no, echar la culpa al PSOE del fracaso de la negociación. Puro cálculo electoral.
Saben ustedes que estamos en situación de no dar nada por seguro. Y en los próximos días pueden cambiar las cosas. Pero ya tenemos una fecha límite, el dos de marzo para celebrar la sesión de investidura. Y, todavía antes, el 27 de febrero, las bases del PSOE tienen que votar la propuesta, si la hay, de una fórmula de coalición para formar gobierno. Solo nos queda una semana de incertidumbre.
En las apuestas empieza a asentarse la idea de que habrá elecciones. Todavía no lo tengo del todo claro porque las cosas no están todavía maduras.
El acuerdo es posible con Ciudadanos e Izquierda Unida. Faltan matices pero la estructura está formada. Compromís podría incorporarse, creando una pequeña o gran crisis con Podemos. Y el PNV ha subido el listón el pasado fin de semana.
Aun así no salen los números, salvo que Podemos o el PP o los dos se abstuvieran en la sesión, lo que a día de hoy es impensable. Salvo que el pánico al escenario electoral estalle entre bambalinas.
En el PP hay muchos nervios. En la intimidad empiezan a reconocer que la era de Rajoy está liquidada y que no podría ser candidato si se celebran elecciones.
Se empiezan a mover las apuestas y suena el nombre de Soraya Sáenz de Santamaría, por lo menos como una solución transitoria. Pero hay muchas espadas en alto.
Creo que falta un cuarto de hora para que el PP empiece a buscar fórmulas para evitar las urnas. No creo que Mariano Rajoy esté entusiasmado con volver a conseguir del rey el encargo para formar Gobierno.
E, incluso, dando por hecho que no lo consiga Pedro Sánchez, que el rey le vuelva a hacer el encargo a Mariano Rajoy. Podría darse por finalizado el intento y pasar directamente a convocar elecciones.
Sabemos poco de la repercusión electoral que podrían tener las distintas crisis en el seno de Podemos y de sus franquicias. Y no sabemos si es cierto el cálculo de que esta organización ganaría votos en detrimento del PSOE.
Tampoco hay luces para determinar que la repetición de elecciones diera un escenario sustancialmente distinto del actual.
Solo me atrevo a realizar un pronóstico. La semana que viene, cuando las cuentas estén hechas y el PSOE tenga una fórmula para consultar a sus bases, el cronómetro se pondrá en marcha. Y empezarán los ruidos de tripas de los nervios ante una convocatoria electoral en todos los partidos.
De momento Podemos ha exigido el cielo, el CNI y dos huevos duros. Quizá se le reduzca el apetito, aunque yo me inclino por la tesis que todo este circo es para alimentar unas bases que se van a creer lo que les digan. Y ya suenan los gritos de echarle la culpa al PSOE de no haber llegado a un acuerdo con las «razonables» exigencias de Podemos.