Pablo Hasél: ocultar el odio bajo la libertad de expresión

¿El rapero ha ingresado en prisión por culpa de una sentencia contra sus letras?

El rapero Pablo Hasél al momento de su detención en el rectorado de la Universidad de Lleida, el 16 de febrero de 2021 | EFE/RG
El rapero Pablo Hasél al momento de su detención en el rectorado de la Universidad de Lleida, el 16 de febrero de 2021 | EFE/RG

La detención del rapero Pablo Hasél ha abierto un debate muy interesante sobre los límites de la libertad de expresión. La entrada de los Mossos en un espacio universitario para su apresamiento ha ayudado a construir una liturgia perfecta donde poder denunciar la injusticia de la acción. Pero ¿Hasél ha ingresado en prisión por culpa de una sentencia contra sus letras?

Pablo Hasél, cuyo nombre es Pau Rivadulla, tiene cuatro sentencias anteriores a la que lo ha llevado a prisión. En 2017 fue acusado por un delito leve de ofensas contra el que entonces era alcalde de Lleida, Àngel Ros. Le pusieron una multa de 540 euros.

El redactado del escrito señalaba que el tema musical tenía expresiones que contenían «una enorme carga ofensiva y violenta que en ningún caso pueden tener amparo en la libertad de expresión». El estribillo repetía “Menti-Ros, te mereces un tiro”. Al no considerarlo delito de amenazas sólo lo condenaron a una multa de 540 euros.

En 2018 también fue condenado a una multa por entrada violenta en una sede del Banco Santander en Lleida. El pasado año se resolvieron varios de los procesos que también estaban dirigidos a su persona. El primero por agredir a un Guardia Urbano de Lleida, testigo en un juicio. Le cayeron dos años y medio y una multa de 2.400 euros.

También una condena de seis meses de prisión por un delito de lesiones al agredir a un periodista de TV3 durante un encierro en la Universidad de Lleida. Hasél lo empujó, insultó y roció con un producto de limpieza. Unos 12.150 euros de indemnización.

El listado de sentencias relacionadas con Pablo Hasél es más extenso. Entre todas acumula un total de casi cuatro años de prisión. Por lo tanto, es falsa la impresión de que las letras de unos raps lo hayan conducido a la cárcel. Más bien una larga relación de condenas.

Una cosa es mofarse de las Infantas y la otra desearles “la pena muerte”

Pero este detalle no es el más importante. La cuestión fundamental radica en si el discurso del odio puede estar protegido por la libertad de expresión. En el escrito de la sentencia del Tribunal Supremo en el recurso de casación procedente de la Audiencia se profundizaba sobre ello.

La sentencia esclarece sobre “distinguir, entre el odio como sentimiento interno que queda situado extramuros de la respuesta penal de acuerdo con el principio de que los pensamientos no delinquen, y la exteriorización del mismo que si integra hechos típicos, debe ser sancionado”.

En otras palabras: los pensamientos no pueden ser delito; su exteriorización con hechos, podrían serlo. Las letras de rap acostumbran a ser poemas de altísima crítica social. Los buenos raperos, Ayax, Jarfaiter, Cancerbero, sitúan al sistema delante de su propio espejo para evidenciar todas las vergüenzas posibles.

El caso de Pablo Hasél es diferente. Sus letras, que son parte del procedimiento que se inició contra él, animan “a tirar cocteles molotov”, “mil kilos de amoral”, a “brindar por la muerte de los dueños de las ETT’s”, considerar merecido “una bomba a televisión española” o a los dueños de periódicos “habría que asfixiarle con la mentira de su papel… ojalá vuelvan los Grapo y te pongan de rodillas”.

Las apologías al odio se persiguen en toda Europa. El listado es largo. Uno muy cercano es el que condujo a la detención del cómico francés Dieudonné. Fue acusado de antisemita y su espectáculo El muro acabó prohibido por el gobierno francés. Había expresiones que se consideraron racistas. ¿Fue aquello un atentado contra la libertad de expresión?

Es evidente que el caso de Hasél es utilizado de forma interesada en contra de la justicia española por sus decisiones y sentencias como si estuvieran alejadas de una sociedad democrática. Trastocar la realidad para concluir siempre el mismo mensaje es cansino, pero funciona.

La preocupación es que una parte del Gobierno de España, en concreto la que afecta a Podemos, no se percate de la trampa de siempre, y por miedo a ir contracorriente, confunda a la opinión pública. Que una cosa es mofarse de las Infantas y la otra desearles “la pena muerte”.

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