Pablo Casado y la derecha tranquila

“No quiero el voto del miedo ni el de la ira”, dice ahora el líder popular; un giro hacia el centro que se hace inviable para garantizar un gobierno estable

Pablo Casado manifestó hace una semana: “No quiero el voto del miedo ni el de la ira” para mostrar que ha dejado la etapa de confrontación cainita entre derecha e izquierda. Si sustituimos ira por rabia obtendremos la lógica que ha dominado el escenario electoral en Europa. El miedo ha estado gestionado por la derecha populista y la rabia por la izquierda populista.

La decisión de intentar no pescar entre los votos radicales y, lo que es más importante, no estimularlos, sitúa de nuevo al PP en condiciones de plantear un proyecto para España alejado del frentismo ideológico. El retorno al centro, no solo como forma de obtener votos, sino como ejercicio de supervivencia política, pues una gran parte de los ciudadanos reclama volver a la normalidad, a poder tener la certeza de que, tras las elecciones, habrá gobierno.

La declaración de Casado no surge de la improvisación sino de unirse a la de muchos observadores políticos que, desde hace décadas, advierten, tanto desde posiciones posmarxistas como conservadoras, que si no se garantiza el estado del bienestar se abrirán de par en par las puertas que llevarán a estimular el odio y el miedo de los votantes afectados por la crisis económica, el paro y la inmigración. Plantear una propuesta que supere dicho escenario permite aventurar que la derecha española empezará a considerar, por fin, que la reforma constitucional no es un ataque al sistema, que la situación catalana no puede limitarse a acciones judiciales y que la recesión económica, que advertimos cada día más cerca, no puede saldarse con más esfuerzo de la maltrecha clase media española.

La batalla por el centro es un imperativo para hacer posible un gobierno duradero en España

Si las palabras de Casado son simples eslóganes publicitarios que olvidará tras alcanzar el poder, se volverá a estimular los bancos de odio y miedo. No hay duda de que hay un gran cansancio de la población que ve cómo los políticos españoles buscan sobrevivir a sus resultados poniendo en peligro la gobernabilidad de España, pero aún hay más hartazgo de ver como hay políticos que solo se saben mover creando confusión e inestabilidad.

La batalla por el centro ya no es una batalla por el voto sino un imperativo para hacer posible un gobierno duradero en España. Ninguna fuerza política puede concurrir hoy a las elecciones con eslóganes sobre el cambio como en el pasado, si no que deberán hacerlo con términos como estabilidad, moderación o responsabilidad. Un retorno al orden, a la previsibilidad, a la fiabilidad y a la capacidad política frente a la ilusión, la lucha o la revolución.

La posición del PP parece indicar que ha entendido que frente a una nueva crisis o recesión económica no se puede jugar a quién defiende mejor España sino a defender mejor los intereses particulares de los españoles. La próxima campaña electoral será el descenso por las faldas de la montaña tras años prometiendo llegar a la cumbre donde se hace muy difícil respirar.