Oxfam Intermón regaña a las grandes empresas
Oxfam Intermón es un fiel reflejo del pensamiento flácido, angélico, emocional y lacrimógeno que practica el yudo moral contra toda disidencia
La mayoría de las ONG –convenientemente subvencionadas con dinero público-se han instalado confortablemente en el buenismo y, más allá de las buenas intenciones declaradas, suele existir la realidad de quien pretende calmar la mala conciencia de privilegiado ayudando al prójimo. Así, de esta manera, la solidaridad se convierte en un oficio o en una plataforma para alcanzar otras metas sociales o políticas.
Oxfam Intermón: buenista, subvencionada y justiciera
Oxfam Intermón –desconozco la conciencia y aspiraciones de “la especie solidaria” que la conforma, por decirlo a la manera del libro de Jordi Raich titulado El espejismo humanitario, 2004- brinda un buen ejemplo de ONG buenista y subvencionada que ha convertido la solidaridad en un trabajo. Y algo más. Organización buenista, porque Oxfam Intermón es un fiel reflejo del pensamiento flácido, angélico, emocional y lacrimógeno que practica el yudo moral contra toda disidencia. Organización subvencionada, porque Oxfam Intermón –según aparece en la Memoria 2021-2022 de dicha ONG- recibió en el último ejercicio 32.849.639 de euros de entidades públicas.
Algo más: Oxfam Intermón es un buen ejemplo –es decir, un mal ejemplo- de la ONG justiciera que pretende que los otros sean justos –según su criterio- y por ello y para ello se toma la justicia retórica por su mano señalando –al respecto, publica un “listado de filiales españolas en guaridas fiscales”: ¿caza de empresas? y ¿buenos vs. malos?– al supuesto infractor/transgresor. Cosa que se constata en el último informe o documento de Oxfam Intermón: Asignatura pendiente. Los escasos avances en responsabilidad fiscal de las grandes empresas (18/52023). Vayamos por partes.
Oxfam Intermón no tiene abuela
Cosa que percibe en la página de la ONG en cuestión: personas comprometidas que trabajan cada día para acabar con la pobreza y reducir la pobreza por la vía de reducir las desigualdades sociales y económicas. Más: un equipo entusiasta, diverso e íntegro que cree en la capacidad de las personas para cambiar su entorno. Primera conclusión: juntas –se supone que también juntos- somos imparables. Segunda conclusión: somos una organización íntegra y la integridad está en el corazón de nuestro trabajo y es parte de nuestra cultura como organización. Tercera conclusión: nos distinguimos por el comportamiento ético.
Oxfam Intermón no tiene límites
Primera demanda: exigir a las personas que trabajan y colaboran con Oxfam Intermón la misma integridad y compromiso para hacer realidad un cambio que ofrezca oportunidades y derechosa todo el mundo. Segunda demanda: garantizar espacios seguros, libres de violencias y de cualquier uso inadecuado del poder y conflicto de interés. Tercera demanda: tolerancia cero con el fraude, la corrupción y las violencias sexuales y para ello se previene e interviene con contundencia cuando se produce un caso. El formulario de denuncia: ante cualquier sospecha de alguna situación inadecuada o conducta ilícita, accede al formulario de denuncia. La consigna: solo dando visibilidad a la realidad será posible el cambio.
Oxfam Intermón sigue sin tener abuela
Ello es así, porque –extraído de la página de la ONG- sus estudios e informes avalan sus reivindicaciones tanto en campañas políticas como en la educación para una ciudadanía global. Objetivo: generar cambios sostenibles en ideas, valores, políticas y prácticas que mejoren las condiciones de vida de las poblaciones empobrecidas.
Oxfam Intermón manipula
Cosa que ya se evidencia en un proyecto histórico en el campo de la educación denominado Global Express (2003) dirigido a los alumnos –también, alumnas- de enseñanza secundaria. Dos cuadernillos –teoría y ejercicios- que, con el título de Irak: en portada, se reparten al alumno/a.
No se trata, como en el modelo poético pacifista de primaria, de manipular burdamente la conciencia de la infancia inerme. Aquí, la manipulación es científica. El cuaderno teórico habla irónicamente “de la gesta norteamericana del nuevo siglo” y de “países supuestamente implicados en el terrorismo internacional”. Obvio: “el interés económico de la región se consolida cada vez más como una de las principales razones – si no la principal- de los Estados Unidos para intervenir en Irak”. El petróleo. Cosa que se corrobora cuando se dice al alumno que Bush trabajó para “una empresa de prospección petrolera de Texas” y se añade que su campaña presidencial fue la “principal receptora de las aportaciones económicas de la industria energética”.
¿Dudas? El vicepresidente Cheney “también era asesor de una multinacional petrolera antes de llegar a la Casa Blanca”. Como decíamos, muy científico. El cuaderno de ejercicios –con ilustraciones de destrucción paliadas por una manifestación pacifista, y con un chiste en el que aparece un fascista que desea liberar pozos de petróleo- persigue que el alumno recite lo aprendido. Lo inculcado.
Oxfam Intermón contra las grandes empresas desafectas
Más arriba se hablaba de la vocación justiciera de Oxfam Intermón y se ponía como ejemplo el informe o documento Asignatura pendiente. Los escasos avances en responsabilidad fiscal de las grandes empresas (18/52023).
En efecto, este estudio –continuación de uno previo titulado El país justo que queremos. Justo el país que queremos (17/4/2023) sostiene que las grandes empresas “aún no demuestran un compromiso sólido con la responsabilidad fiscal que garantice que paguen los impuestos que les corresponde donde les corresponde”. Una deducción lógica: si el compromiso no es “aún sólido” sí debe ser líquido. Es decir, el empresario sí que paga los impuestos. Lo que ocurre es que a Oxfam Intermón no le gusta que el empresario pague donde no corresponde. O sea, en casa.
Por ello, el estudio añade que “la contribución fiscal de las empresas no es una mera exigencia legal, sino un ejercicio esencial de responsabilidad hacia las sociedades en las que se ha podido desarrollar”. Y eso, ¿dónde está escrito? Pues, en la ética de la responsabilidad de la ONG en cuestión. ¿Acaso es ilegal que una empresa española o una filial de la misma –papeles en regla- establezca sede o subsede en los Países Bajos –o donde crea conveniente- y allí devengue impuestos y pida créditos que aquí no puede obtener? ¿Por qué descartar que semejante práctica genere beneficios y recursos que acaben favoreciendo a los ciudadanos españoles? ¿Y qué decir de la libertad de mercado? ¿La libertad de qué?
La mejor ayuda que pueden hacer las grandes empresas es pagar religiosamente los impuestos
Vale decir que la ética de la responsabilidad –cosa que reconoce Oxfam Intermón- no tiene los “desarrollos normativos” que “resultan suficientes para establecer un marco legal exigente que garantice un compromiso real de las grandes empresas con una fiscalidad justa y responsable”. De ahí, surgiría la “desafección de muchas grandes empresas con una contribución tributaria y justa”. ¿Desafección? ¿Quién utilizaba dicho término? Cierto: durante la dictadura se tildaba de “desafectos” a quienes no comulgaban con el Régimen.
Vaya. ¿El lenguaje delata a quien lo emplea? No tildo –quede claro- de franquista a Oxfam Intermón. ¿Quizá un régimen buenista que está por encima del bien y el mal, que reparte carnets de buena conducta y siempre sabe la línea correcta que seguir bajo amenaza de estigmatización? Un buenismo burocrático sí tenemos en cuenta las “propuestas para una empresa fiscalmente responsable” con sus “principios de responsabilidad fiscal” y “su hoja de ruta hacia la responsabilidad fiscal”. No se especifica si se trata de un plan quinquenal.
Hay que ser agradecidos
Interesante la deducción al respecto de Oxfam Intermón: “La conclusión fundamental es que la mayoría de estas empresas, en lugar de integrar un marco de responsabilidad fiscal que guíe y oriente la función fiscal, se limitan a ceñirse a lo que la ley les exige, sin abordar una visión más amplia que se comprometa con una contribución fiscal que vele por un desarrollo social y justo”. ¿Desde cuándo el “ceñirse a lo que la ley les exige” es insuficiente? ¿Por qué –si no lo quieren hacer- las empresas han de satisfacer las exigencias del “desarrollo social y justo”?
La mejor ayuda que pueden hacer las grandes empresas es pagar religiosamente los impuestos. Por cierto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de desarrollo social y justo? Probablemente –ríanse ustedes de las townships de Robert Owen, los falansterios de Charles Fourier o la Icaria de Étienne Cabet-, del sistema integral de cuidados, de la Justicia social, de la Justicia climática y de la Justicia socioeconómica de que se habla en el primer informe citado.
Creo sinceramente que las empresas en cuestión sí están a favor del desarrollo –porque son solidarios y sacan beneficio del mismo: el bendito afán de lucro del capitalismo que acaba favoreciendo a los conciudadanos: el interés del carnicero de Adam Smith y sí ya sé que en el mundo existe pobreza y hay que combatirla- si tenemos en cuenta que, incluso, subvencionan millonariamente la digna la tarea de las organizaciones que a ello se dedican. Hay que ser agradecidos.