Otra vuelta de hámster
Hoy, en un Parlament catalán descabezado, concluye un debate de política general que es el mejor ejemplo de la década perdida. Ha sido otra vuelta de hámster. Para evitar el debate sobre la (inexistente) gestión del presidente de la Generalitat
El esperpento no tiene fin. Hoy, en un Parlament catalán descabezado, concluye un debate de política general que es el mejor ejemplo de la década perdida. Ha sido otra vuelta de hámster. Para evitar el debate sobre su (inexistente) gestión, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se sacó de la manga una propuesta de “acuerdo de claridad” que es precisamente lo contrario de la ley de la claridad canadiense. La ocurrencia llenó portadas por un día, pero ni los sospechosos habituales (PSC y Comunes) compraron esta vez la tóxica mandanga procesista. El globo sonda explotó nada más despegar. Fueron simples fuegos de artificio.
Sí explotó con estruendo y potentes ondas expansivas la bomba de relojería que había colocado el pasado sábado el presidente del Partido Popular de Cataluña. Alejandro Fernández anunció en un acto de partido en Girona una propuesta de resolución para impulsar una cuestión de confianza. Los grupos parlamentarios iban a tener que mojarse. ¿Aragonés quería claridad? La iba a tener. Pocos escucharon entonces el tic tac. Pero el martes el artefacto estalló en el Parlament: Junts per Catalunya se sumaba a la propuesta, dejando claro que en el govern nadie se fía de nadie. No hay confianza.
El Govern no gobierna. Los socios no tienen un proyecto en común; ni siquiera tienen una propuesta en común. Están juntos por el cargo. Nada más. A Esquerra Republicana y a Junts per Catalunya solo les preocupa el control del sistema catalán de medios de comunicación. Mantener la ficción independentista es condición necesaria para seguir ocupando el poder sin ejercerlo. Pero la mentira ya es muy difícil de sostener y los puñales ya relucen a plena luz del día. La lógica secesionista ha entrado de lleno en las dinámicas internas de estos partidos. La degradación institucional y moral es imparable.
El mal gobierno, sin embargo, no es gratis. Los catalanes estamos pagando un precio más desbocado que una hiperinflación argentina. Cataluña está a la cola en sanidad. Las listas de espera se eternizan, y la atención primaria se colapsa. Está a la cola en educación. El conseller, con el apoyo del gobierno de Pedro Sánchez, se salta leyes y sentencias, mientras mantiene a los niños en barracones. Y está a la cola en seguridad. Casi la mitad de las okupaciones ilegales de España se producen en Cataluña. Aumentan los delitos contra el patrimonio, los homicidios y las agresiones sexuales, y Barcelona está a una legislatura populista de convertirse en Gotham.
La política catalana cumple una década de ensimismamiento. El día que un president levante la cabeza, no solo verá Madrid económicamente muy lejos, se encontrará una España multipolar. Andalucía ha roto los grilletes socialistas y crece en libertad y prosperidad gracias a la fiscalidad razonable y la seguridad jurídica. El Partido Popular ha puesto en marcha sus comunidades autónomas. Alberto Núñez Feijóo ha ganado la gran guerra cultural de los impuestos sin hipérboles, ni estridencias. Los barones del PSOE van abandonando la empobrecedora estrategia de La Moncloa. Solo la Generalitat persiste en el error: Cataluña seguirá siendo líder en impuestos y en altos cargos. Seguirá siendo el complejo propagandístico más caro de la historia de las autonomías.
Es lo único que importa a la élite nacionalista. El cese del vicepresidente Jordi Puigneró es la única racionalización de la administración autonómica en las últimas legislaturas. Y parece que será solo temporal. La mayoría de los cargos de JxCat está dispuesta a tragar cualquier humillación si así mantiene los sueldos. Durante los próximos días los socios del govern protagonizarán nuevas afrentas y disparates, pero alargarán la agonía de una legislatura sin sentido. Otra más.
Poner en órbita al conseller de la NASA catalana ha sido, en definitiva, un pequeño sacrificio para continuar con el cuento. Mientras todo cae alrededor, el hámster gira y gira. Es un roedor cansado y cansino. Fuera de Cataluña ya nadie le observa, pero dentro algunos le siguen animando a correr para no llegar a ninguna parte.