Oro negro y marea verde
El gran avance de los Estados Unidos en la era Obama posiblemente ha sido garantizar una notable independencia energética. Europa está en una posición muy distinta, como se ve cuando Vladimir Putin toca el grifo del gas ucraniano. Y en el caso de España, la dependencia energética es muy acentuada. La crisis de 2008 ha hecho olvidar aquel angustioso cuello de botella que fue la crisis del petróleo pero, ahora mismo, España tiene que pagar todos los años una factura energética de más de 40.000 millones de euros.
Las relaciones Washington-Teherán están una etapa de calma pero cuando se temía la bomba atómica iraní, cualquier incidente en el Golfo Pérsico hubiese acabado con las posibilidades de recuperación de la crisis iniciada por la gran burbuja inmobiliaria. El impacto en la economía española hubiese sido desastroso. Un recrudecimiento del conflicto de Oriente Medio todavía pueda disparar el precio del petróleo, a pesar de que lleve un tiempo a la baja.
En estos casos, es una política de Estado reducir como se pueda la dependencia energética. Pero lo que suele ocurrir es que cada intento –sea la energía nuclear, las prospecciones petrolíferas o el fracking— inquieta a la opinión pública preocupada por lo que se considera el equilibrio medio-ambiental.
Está ocurriendo en Canarias, donde Repsol ha iniciado perforaciones para averiguar si bajo el mar hay reservas petrolíferas sustanciales. Con el primer sondeo ya ha habido oposición política –especialmente por el partido Nueva Canarias– y los activistas del grupo Greenpeace han intentando coartar la prospección o al menos atraer las cámaras de televisión con este propósito. El argumento es ecológico y a la vez turístico.
Según Repsol, a principios de 2015 puede saberse si existen en aquellas aguas oro negro suficiente para asegurar la rentabilidad de perforaciones más sistemáticas. Los expertos consideran que podrían llegar a obtenerse, si hay buenos resultados, unos 140.000 barriles al día. Es decir, el 20% de la actual demanda. De ser así, la noticia sería buena para la economía y un acicate para la acción ecologista. Lo cierto es que Greenpeace estaba en proceso de inacción desde que cayó el muro de Berlín.
Con sus lanchas, la organización ecologista ha intentado obstaculizar las tareas del buque de la Armada encargado de custodiar la zona de exclusión protectora que es obligada en casos así, por elemental seguridad. Al parecer, el intento de Greenpeace produjo ya un incidente, como es el objetivo de sus propósitos mediáticos.
En Canarias, ecologistas y socialistas se han aliado para protestar contra las perforaciones de Repsol. Por parte de los socialistas es curioso el olvido de lo que fue el caso Rainbow warrior, una nave de Greenpeace desplazada al Océano Pacífico para impedir las pruebas nucleares de Francia en un atolón de su tan menguado imperio. Los servicios secretos franceses hundieron aquel buque insignia del ecologismo. Según todos los indicios, fue una operación aprobada por François Mitterrand.
Desde luego, la Armada ni tan siquiera ha hundido alguna lancha de Greenpeace. Se limita a prever toda eventualidad que pueda perjudicar o sabotear las prospecciones que de modo tan legítimo ha iniciado Repsol. Todo eso no es una anécdota. Llevamos décadas hablando de los efectos perniciosos de la dependencia energética –un alto coste empresarial, sin duda- y de la necesidad de una política energética europea. Si hay oro negro de Canarias, no será una anécdota ni una mala noticia.