Oriol Pujol Ferrusola: el fin de una dinastía

Oriol abandona. Pujol Ferrusola se ha caído al compás de una dinastía que se derrumba. Representa la última regalía de un entramado familiar patrimonialista y enganchado a la pasión por la política. Oriol ha capotado en el momento de máxima exigencia. ¿Habrá sitio para él mañana en la batalla? ¿Cabe todavía Oriol en las filas de un país armado? ¿Tiene alguna función en el tallo que rebrota frente al inmovilismo territorial de España?

Oriol escribió hace algo más de un año: “Había una vez una niña pobre y solidaria cuyo dolor provocó una caída de estrellas del cielo convertidas de repente en monedas de oro y plata. La niña consiguió reunir todas las monedas y fue rica para siempre”. El ex número dos de CDC reprodujo en su Bloc (15 de marzo de 2013) este fragmento de los hermanos Grimm contenido en la narración titulada El dinero llovido del cielo. Pujol Ferrusola respondía al entonces primer secretario del PSC, Pere Navarro quién en vez de “tocar de pies en el suelo, vivía de “ilusiones”. ¡Malditas letras!; ¡maldita metáfora!, ¡maldito Internet!, debe de pensar Oriol a estas horas. El dinero caído de arriba no ha obrado para él el milagro que encontró la niña de Grimm. Más bien ha trinchado su carrera política. Le ha devuelto al mundo mercantil de Zumosol, como le llamaban a Oriol sus socios, Sergi Alsina, Ricard Puignou o Sergio Pastor, inmiscuidos en la oscura urdimbre de las estaciones ITV. El de las ITV es un caso menor; una corruptela de medio pelo, la modalidad más destructiva.

Oriol nació en un crisol que canta y llora desde el antiestatalismo sentimental. Ex alumno de la Escola Thau y licenciado en Veterinaria, cursó el posgrado del IESE y dio sus primeros pasos en el mundo de la consultoría. Este mariano de la virgen morena ofrenda en el altar del interés privado, junto al ubicuo Alsina, el socio, siempre el mismo, que le implicó en la deslocalización de multinacionales como Sharp, Sony o Yamaha. Oriol deslocalizó empresas en plena crisis, cuando lo que se esperaba de un político comprometido era justamente lo contrario: retener los centros de producción y mantener los puestos de trabajo. Fue concejal en el Ayuntamiento de Barcelona y secretario general de Industria. Salió escogido diputado en las elecciones autonómicas de 2003, las del primer Tripartito, y en 2007 alcanzó el cargo de Portavoz de CiU desbancando a Felip Puig. Su trayectoria rampante tuvo un andamio decisivo en el pacto de 1999 entre CiU y ERC para refundar el catalanismo en un momento en que su padre, Jordi Pujol i Soley, apostaba por la gobernabilidad con el PP en Madrid.

El empresario Puignou Jr. heredó de su padre el casi monopolio de la inspección de vehículos. Y ahí nació el vínculo con Pujol Ferrusola, imputado ahora por un presunto soborno difícil de probar y por un tráfico de influencias tan elemental como fácilmente esquivo. La Policía le acusó de cobrar sumas de dinero de Puignou para apoyar sus intereses, sospechando de paso que la esposa del político, Anna Vidal Maragall, estaba incluida en la mordida. En su última declaración ante el Juez, Pujol Ferrusola descargó así las presunciones de culpabilidad: “hay gente que se beneficia de mi nombre”. Pero frente a este argumento apolíneo, la Agencia Tributaria concluye devastadoramente que Anna Vidal encubrió el pago de comisiones a su marido mediante la facturación de servicios inexistentes a la empresa que administraba un amigo, en un «modus operandi» que se prolongó al menos durante cinco años. Y Vigilancia Aduanera le da el tiro de gracia: la vinculación del matrimonio Pujol-Vidal a la empresa Alta Partners, de Sergi Alsina.

Hace casi tres años, el nombre de Oriol Pujol apareció mencionado por primera vez en un informe de la Fiscalía de Lugo que le citaba como posible contacto del empresario gallego Jorge Dorribo para introducirse en el negocio de la salud en Cataluña. De las intervenciones telefónicas del caso Campeón nació la pista del caso ITV, que estalló con toda su crudeza en marzo de 2012, cuando un auto judicial acusó a un grupo de personas de intentar tumbar un concurso público de estaciones de la inspección técnica de vehículos (ITV) para lograr que se convocara otro a su medida. La trama judicial es conocida; pero sus efectos partidistas manejan tiempos más convulsos. Los convergentes Rull, Corominas y Josep Turull se reparten ya el botín de Oriol, aunque el bastón de mando tiene otro dueño: Felip Puig, el Molotov de la CDC soberanista. No conviene olvidar que fue el mismo Puig –ingeniero de Caminos en la estela de los Duran Farell, Bosch Aymerich o Pere Macias— quien desde la Consejería de Empresa elaboró el nuevo mapa de las ITV, post Oriol. Cuando los gestos son más veloces que las intenciones ya no hay nada de qué hablar. La herida está cerrada. Un día te levantas en medio del hiperespacio. No tienes partido ni escaño. Eres un simple comisionista, un lobbista que explota viejas complicidades.

La atmósfera de cuentas en paraísos fiscales tiene su peso. Ahora, el magistrado Pablo Ruz tira del hilo de unas diligencias abiertas contra Mercè Gironés y Jordi Pujol Ferrusola, el atrabiliario hermano mayor de Oriol. Los movimientos cifrados deterioran la imagen de los Pujol, y vuelve el fantasma de los fondos opacos que ha perseguido desde siempre a la familia. Andorra y Uruguay hacen hoy las veces de la antigua plaza de Tánger, donde el abuelo paterno de Oriol, Florenci Pujol, amasó depósitos en dólares en la etapa oscura de la vieja Dirección General de Transacciones Exteriores. Cuando Tánger fue la única referencia como mercado de divisas, Josep Andreu Abelló y Pedrol Rius, dos oriundos universales de Reus, controlaban el Banco Inmobiliario, donde efectuaban sus depósitos Florenci y su socio David Tannenbaum.

Los dineros germinales de Banca Catalana tuvieron su origen en el círculo sefardita de la bella ciudad marroquí. En el caso de los Pujol, el origen y el fin son concomitantes. Oriol se mece en un equilibrio inestable donde el patrimonio tira más que la praxis. Es un patriota porque ama a la patria, no porque quiera refundarla. Ha perdido su sitio de mañana en la batalla. Vuela con Caperucita o Hansel y Gretel en la imaginación de los hermanos Grimm.