Oriol Junqueras se come el escenario

Algunos empresarios insisten en que, de aquí a un tiempo, se deberá analizar con gran detalle la etapa de Artur Mas. Lo hacen al comprobar la irrupción de Oriol Junqueras, el líder de ERC, vicepresidente del Govern y conseller de Economía, que ya se come el escenario, dispuesto a ser el gran referente del empresariado como interlocutor con los gobiernos de España.

La conclusión, a la espera de ese análisis exhaustivo, es ya demoledora. «Mas se lo ha cargado todo», aseguran. Ese «todo» es el arco parlamentario, con partidos muy debilitados, con un equilibrio de fuerzas muy diferente.

Artur Mas siempre ha defendido que él no hizo otra cosa que «acompañar» el cambio de la sociedad catalana. Pero un gobernante no puede caer en ese error. Debe liderar, y, en ocasiones, ese liderazgo comportar ir en contra de movimientos populistas.

Las consecuencias del proyecto de Artur Mas, iniciado con aquella manifestación multitudinaria en la Diada de 2012, comienzan a ser evidentes. Primero, para su propio partido. Convergència Democràtica quiere iniciar un proyecto nuevo, con la percepción de que todo el proceso se le ha escapado de las manos. Crear un partido siempre es complicado. ¿Se pasarán en bloque todos los militantes de la antigua CDC a la nueva fuerza política? El espacio se puede reducir. Para edificar algo se necesita tiempo. Y ese tiempo no juega a favor de los convergentes.

No lo juega porque quien lo controla es Oriol Junqueras, que quiere protagonizar una nueva etapa para Esquerra Republicana. El objetivo es demostrar que los republicanos pueden gestionar, que no necesitan explicarse a cada instante que la meta es un estado para Cataluña, que saben esperar, y que desean llegar a acuerdos con los gobiernos centrales. Junqueras no quiere desaprovechar la ocasión, después de experiencias frustrantes, en los gobiernos tripartitos con el PSC e ICV, en los que los republicanos admiten que, en ocasiones, no estuvieron a la altura.

Lo demostró este lunes en la sede de Foment del Treball. Junqueras se tomó su tiempo, y se pasó la mañana en la patronal, en unas jornadas protagonizadas por la Fundación Impuestos y Competitividad. Participó en el almuerzo, con buena parte de la dirección ejecutiva de Foment, y con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. En tejanos, con camisa blanca, sin corbata, y con americana, Junqueras tenía tiempo para los medios de comunicación, para los directivos y empresarios, y, por supuesto, para Montoro.

El cambio político en Cataluña es evidente. Siempre que se ha producido un giro hacia posiciones independentistas, o muy escoradas del nacionalismo, ha llegado protagonizado por las izquierdas. El referente en el Govern del mundo económico no es alguien de Convergència, no es el President Puigdemont, es Oriol Junqueras, con todo lo que comporta.

El fin de semana, Junqueras tendrá otra oportunidad, en las jornadas económicas del Círculo de Economía en Sitges. Es cierto que no convence, que habla de globalización y de cambios estructurales en el mundo, y que alecciona más como historiador económico que como gestor del día a día de la Generalitat. Pero aprende rápido.

El problema de Junqueras es que puede fracasar en esa gestión. Este martes presenta el presupuesto de la Generalitat para 2016 en el Parlament. No tiene garantizado el apoyo de la CUP. Asegura que lo tendrá. Esa fue la sensación que transmitió en el almuerzo en Foment. Pero también sabe que si se vuelven a convocar elecciones, Esquerra estará bien posicionada para, esta vez, ganar con claridad. Se verá el 26 de junio en las elecciones generales. Esquerra va a por todas, aunque quede por debajo del partido de Ada Colau, con quien sabe que, en algún momento, deberá entenderse.

Mientras, Artur Mas vuelve a apostar por una especie de plebiscito en el que sólo se contarían votos y no escaños. Trata de dirigir esa reinvención de CDC para volver a ser la vieja CDC. Y no tiene apenas tiempo.

Sí, la reflexión profunda sobre el mandato de Mas queda pendiente. Pero la realidad es que es Oriol Junqueras quien se come el escenario, y almuerza con Montoro.