Oriol I, el breve
Oriol Pujol Ferrusola ha sido un político raudo, enérgico y será breve. Muy joven, su padre le invitaba a las reuniones del Consell Executiu de la Generalitat. No era el primero ni será el último. Muchos padres llevan a sus hijos al trabajo en alguna ocasión, les explican qué hacen y les complementan con algún discursillo sobre la disciplina, el esfuerzo y los valores. Lo habitual para forjar una experiencia, vaya.
A varios consejeros de Jordi Pujol no les gustó que el hijo del patrón moviera la cola tan a menudo. Y filtraron la noticia. Son cosas que pasan entre políticos y periodistas. El entonces presidente decidió que le habían cogido con el carrito del helado de la herencia y lo que hizo fue nombrarlo director general de Asuntos Interdepartamentales. Con aquel aval del DOGC, el aguerrido Oriol ya podía meter su naríz de perfumista en cualquier caldo y salsa de la Generalitat de Catalunya.
El resto es más próximo y resulta conocido. Se convirtió en el secretario general de Convergència Democràtica de Catalunya, en su portavoz en el Parlament y, sin que saliera en su tarjeta de visita, en el político catalán por el que pasaban todos los asuntos que atañían a la formación nacionalista. Se transmutó en el verdadero Oriol I de Catalunya.
Por su entorno han pasado en los últimos años todos los asuntos de relevancia del país. Ha gestionado, ha conspirado y ha dictado buena parte de las reglas de juego de la política catalana desde la oposición y desde el Gobierno. Curiosamente, su actuación se producía sin formar parte del gobierno de los mejores que prometió Artur Mas ni tampoco explicando que el de CiU era un ejecutivo business friendly. No lo requería, sus interlocutores –conocedores de parte de su familia– eran sobradamente conocedores en casi todos los casos.
Al hijo pequeño de los Pujol, el que decidió que su vocación era la política, no le explicaron bien que en este país esa actividad no está bien retribuida, que necesita de más voluntad que necesidad y que, para sobrevivir en ella a largo plazo, sería recomendable la honradez como bandera. Con esos consejos es posible que hubiera ladeado la crisis personal en la que se halla inmerso y de cuya resolución sólo puede esperar un cúmulo de golpes en su trasero. De propios y ajenos, por precisar.
Oriol era vehemente en el terreno de las ideas. Hasta que su amigo Sergi Alsina empezó a mostrarle cómo el sector negocios debe moverse, prefería más la política que su cara B. Luego, cuando se le toma el gusto, sea en las terrazas y ante los paisajes de Urús, en la Cerdanya, o en cualquier restaurante caro de la Ciudad Condal, la política se ve más circunstancial que estructural. Si además uno es proclive a las filias y fobias, cual es su caso, a dividir entre amigos y enemigos, como acostumbraba, y encima le pillan con prácticas que rozan lo indecoroso, lo mejor es que dé media vuelta y regrese a los cuarteles de invierno. Si los hubiera o hubiese, claro.
Oriol I ha sido imputado en el caso ITV por tráfico de influencias y ahora la Fiscalía Anticorrupción quiere ampliar sus eventuales delitos a cohecho. Que el ministerio público tenga la sospecha de que Oriol Pujol, su mujer Anna Vidal y su amigo Sergi Alsina se han metido un duro en el bolsillo ya es base suficiente para que abandone la política, para que renuncie con gallardía a su aforamiento y que decline representar a nadie ni a ninguna idea en el futuro. Esperaremos, como no puede ser de otra manera en democracia, a que la justicia dicte una sentencia. Incluso habrá quien atribuya la suerte de Pujol Ferrusola al expolio español, al CNI o a la CIA. Pero para quienes conocemos lo que circunda al personaje, sus idas y venidas y sus pasiones menos públicas, Oriol ha concluido. Breve, sí, mucho, como su prisa y su nerviosa ambición.