Orgullo y elecciones

El orgullo, sin inteligencia pero sí con satisfacción por los objetivos logrados, lleva a un exceso de autoestima que impide lograr lo que uno aspira

El orgullo es positivo si somos capaces de distanciarnos de posiciones insostenibles a las que muchas veces nos arrastra. Cuando eso no ocurre, el orgullo nos lleva al extremo, a la sinrazón, y adquiere la forma de una prisión con barrotes invisibles.

Cuando hieren nuestro orgullo, nos vemos perdidos, ansiosos, incapaces de razonar y nos revolvemos poseídos contra el que nos ha afligido la ofensa, incluso cuando ni siquiera ha sido intencionada

 ¿Cuánto hay de orgullo herido o de estrategia política en la negativa relación entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez? ¿Son cuestiones personales, como el orgullo, el engreimiento, la soberbia o la dignidad, los causantes de conducir al país a nuevas elecciones o son las diferencias en el programa de gobierno?

Cuando observamos la puesta en escena de la relación entre Podemos y el PSOE advertimos de que se acentúan los desencuentros políticos para dar credibilidad a la interpretación; pero, cuando leemos con atención los labios de sus protagonistas, entendemos que la cuestión no es sólo política y táctica, sino más bien personal.

Si la política española está tocada por los orgullos heridos, pasar cuentas y no olvidar las declaraciones ofensivas de tu enemigo, lo mismo ocurre en la política catalana que se mueve entre lealtades destruidas en el seno del independentismo.

¿Podemos hablar de política cuando el presidente de la Generalitat sigue hablando de continuar avanzando en la unilateralidad como respuesta a la posición de ERC basada en buscar nuevas formas de entendimiento con España?

Trump es el gran manipulador del orgullo herido utilizado como estrategia política

En la política catalana hay más interés por ganar la partida de controlar el voto independentista que por la independencia. El miedo al ridículo, que tantas veces esgrimió Artur Mas para no retroceder en sus planes políticos, ha acabado haciendo mella en los líderes políticos catalanes.

El gran manipulador del orgullo herido utilizado como estrategia de gestión política es Donald Trump. Para explicar su guerra comercial con China apela a la dignidad norteamericana y a la soberanía de su país. Del mismo modo, Matteo Salvini en Italia o Boris Johnson en Reino Unido han hecho del orgullo su bandera.

Se podría indicar que la política internacional se mueve en la lógica de micro duelos dialécticos establecidos en la red que pretenden ensalzar el orgullo de sentirse ruso, chino o norteamericano. Ante la falta de conflictos militares a gran escala, se pretende buscar y alentar a un sparring con el que intercambiar golpes verbales para el disfrute de sus correligionarios.

El orgullo, despojado de inteligencia y colmado de satisfacción por los objetivos logrados, lleva a un exceso de autoestima que impide lograr lo que uno aspira. En nuestro tiempo, la política ha convertido el orgullo positivo en orgullo negativo apelando constantemente a las ofensas recibidas deliberadamente o sin intención.

Los siete pecados capitales, entre ellos el orgullo, son graves porque nos arrastran a otros pecados. Una persona orgullosa en exceso acabará cometiendo un sinfín de errores. El orgullo herido en política nos devuelve a la época de los duelos con pistolas o sables, donde una persona podía morir por haber musitado una descalificación personal a otra.

Uno no puede dejar de pensar en el orgullo herido cuando escuchamos a Pablo Iglesias, en la anterior votación de investidura, argumentar la razón por la que Podemos no quería dar sus votos de apoyo a la investidura de Pedro Sánchez: “Respeten a nuestro electorado y no nos propongan ser un mero decorado de su gobierno, porque no lo podemos aceptar”.