Orden social y economia familiar

Si la crisis del coronavirus no se plantea como un reto que pone en cuestión el orden social, la población puede dar la espalda al Estado

Un Estado no puede sobrevivir sin orden social. El orden social se deteriora cuando aflora una crisis económica, sanitaria o militar. Cuando un Estado pierde el control de la calles, como suele decirse como metáfora de la debilitación del Estado, pierde también su razón de ser.

La razón de ser más primaria del Estado descansa en el control del territorio y sus ciudadanos. La crisis del coronavirus está poniendo sobre la mesa un doble desafío, y ambos están relacionados entre sí: uno de carácter sanitario y otro de carácter social.

El reto del desafío sanitario, médico, depende de la logística, de los profesionales, de los avances médicos, de los medios económicos para disponer del material sanitario necesario y del compromiso solidario de los ciudadanos de no salir a la calle si no es en alguno de los supuestos que contempla el Gobierno en su plan de estado de alarma.

El desafío social implica subordinar todas las instituciones del estado, ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones a un poder centralizado para conseguir impulsar una batería de medidas económicas efectivas y urgentes para paliar la situación de las empresas, los trabajadores y los autónomos.

Las medidas económicas que impulse el Gobierno van a ser determinantes para enfrentarse con éxito al virus y para mantener viva la legislatura.

Un error en la implementación de las medidas económicas en un contexto de gran estrés social puede implicar la pérdida de autoridad del Estado y del respeto a las instituciones.

El Gobierno debe destinar el máximo de esfuerzo en luchar contra la parálisis económica y sus efectos

Si las medidas económicas no se traducen en beneficios directos a los afectados, la incertidumbre, el miedo y la rabia crecerán contra las instituciones. Así pues, una de las claves para poder derrotar el Covid-19 tiene que ver con las medidas económicas que se adapten.

Imaginemos que la crisis del coronavirus se resuelve a finales de abril y que, tras un primer momento de euforia, las familias miran sus ahorros, que no tienen, sus ingresos que han menguado o han desaparecido, y que se acerca el verano sin opciones de poder acceder a un empleo hasta el mes de septiembre.

Ante este escenario, todas las miradas se dirigirán al Gobierno español y a los gobiernos autonómicos exigiendo respuesta a su incapacidad para atajar la crisis en sus aspectos económicos y por lo tanto sociales.

Toda la decepción ciudadana se canalizará en mostrar su desacuerdo con las medidas tomadas por la clase política. Por esto es tan importante que el Gobierno español destine el máximo de esfuerzo en luchar contra la parálisis económica y sus efectos.

Si la crisis del coronavirus no se plantea como un reto que pone en cuestión el orden social pueden encontrarse con una realidad: que la población gire la espalda a aquellos que lo abandonaron en plena crisis del coronaviurus.