Oportunidad para instaurar una política de tolerancia, coherencia y respeto
Con el sorteo de Navidad de este martes comienza uno de los paréntesis que tiene España a lo largo del año. Hasta el día siete de enero, el país se paraliza como pasa en el mes de agosto. Los partidos también. Creo que en esta ocasión es una pausa beneficiosa, un descanso que les permite a los partidos digerir la complicada situación.
La pregunta más importante a la que tenemos que responder todos –los partidos, los medios de comunicación y la ciudadanía- es si estamos dispuestos a afrontar un nuevo proceso electoral, si finalmente no se consigue investir a un presidente de Gobierno.
Primera. Si Rajoy pretende ser presidente del próximo Gobierno no hay ninguna posibilidad de que logre su investidura. Por coherencia con sus compromisos, el PSOE no puede apoyar esa investidura y ni siquiera abstenerse en la votación. Y, obviamente, no le bastaría el apoyo de Ciudadanos para conseguirlo.
Segunda. Podemos, con la lista de requisitos que ha puesto encima de la mesa, sobre todo su compromiso de convocar un referéndum en Cataluña y permitirlo en las comunidades que deseen convocarlo, hace imposible de todo punto un pacto con el PSOE para lograr un presidente de Gobierno alternativo. Sinceramente, creo que con el resultado que ha logrado Podemos, en un país normal, no se permitiría el lujo de pretender un proceso de esa naturaleza. Estamos en España.
Tercera. Como consecuencia de la primera, una gran coalición PSOE-PP, con inclusión o no de Ciudadanos, es absolutamente imposible.
Cuarta. En un país con más sólida formación democrática y parlamentaria, no sería necesario explicar que un gobierno en minoría del PP no tendría nada que ver con la apisonadora parlamentaria que ha utilizado Mariano Rajoy en la anterior legislatura. Pienso, que al contrario, esa situación, que sería transitoria y corta, permitiría acuerdos de los partidos de la oposición para hacer políticas progresistas por la vía de la imposición parlamentaria.
Lo establecido por el imaginario colectivo, que es muy elemental, es que permitir la investidura sería instaurar un «nuevo gobierno de Rajoy». En consecuencia, su sola formulación lanzaría a los pies de los caballos al PSOE si pretendiera, por responsabilidad institucional, una salida a la alemana.
Quinta. La única opción que a mi juicio evitaría unas nuevas elecciones sería un pacto de investidura con un candidato del PP que no fuera Mariano Rajoy. Presumiblemente Soraya Sáenz de Santamaría. Tenemos muy corta y muy incompleta cultura política. No hemos tenido nunca ni la experiencia ni la ocasión de familiarizarnos con los pactos entre partidos para formar gobierno.
Cada partido en estas negociaciones se va a retratar. Y debieran tener en cuenta que se les pedirá responsabilidades por lo que hagan y también por lo que no permitan que otros hagan.
Inaugurar una nueva política adecuada a la nueva situación sería un logro espléndido de futuro. El primero de ellos, el establecimiento de la coherencia y el respeto en la política española. Hasta ahora hemos estado sometidos a la misma espiral diabólica de las televisiones. Los programas basura tienen éxito y motivan estirar la cuerda de la vulgaridad, con la excusa de que es eso lo que piden los espectadores.
Yo creo que hay que invertir la carga de la prueba. Las televisiones han emitido basura y los espectadores se han acostumbrado a ella.
Respetar al adversario y sus propuestas, desterrar el paradigma de Caín y conseguir que se descalificara a quienes no demuestran respeto, tolerancia y mesura, sería lo único que permitiría una ciudadanía con cultura democrática para una política renovada.
Soy pesimista. No creo que haya lealtad en estos pactos. No creo que nadie, sobre todo algunos, desaproveche la mínima oportunidad de degollar al adversario.
Tenemos para respirar hasta después de Reyes. Gocemos con sosiego del espectáculo que nos aguarda.