Opinar en este país

Les confieso que esta semana tenía diversos temas para escribir. Había pensando en las declaraciones del ministro Rafael Catalá con una columna de titular tipo «Sumerios y sumarios». Pero, claro, el ministro me ha chafado el plan. Ha tardado menos de 24 horas en rectificar. Aunque, la verdad, quizás me ha hecho un favor. Pocas ganas tenía de ilustrarles con mis conocimientos de la cultura sumeria.

Algo más doméstico, más humano, me ha llevado a pensar en las declaraciones explosivas del gran Monedero contra su propio partido. Gran en el sentido del gran sueldo que cobra de Venezuela. Claro, un tema novedoso en un partido serio. Pero, perdón, aquí sería más hablar de una riña de novios entre un grupo de profesores exaltados con amplias ganas de demagogia. Además, supongo que los medios amigos como la Sexta ya se encargarán de llevarles a todos por el buen camino. En todo caso, anoto para una próxima columna un titular tipo «Pablo y sus novios/as», porque el profesor empieza a tener más portadas por sus rupturas que por su votos.

Y hablando de gente a la que encantan las portadas qué menos que pensar en el chico de los reportajes de Paris Match, ya saben Yanis Varoufakis –reconozco que he tenido que mirar para escribirlo bien–. Aquí, el titular sería algo así como «El negociador negociado». Sin lugar a dudas, lo peor que le puede pasar a un negociador es que sea ninguneado no ya por la otra parte –ley lógica de la negociación–, sino por su propia parte. Supongo que el griego creyó que era un dios en el Olimpo, y directamente calculó mal su trayectoria.

Y de la Grecia clásica a un clásico de mis columnas. Cómo no, siempre podríamos dedicar nuestro espacio al astuto Artur Mas. Pero a estas alturas del juego con más de la mitad de los diputados perdidos –según las encuestas– en apenas tres años da vergüenza ajena. Realmente, escribir unas líneas sobre un perdedor es perder el tiempo. Lo peor es que sigue cobrando sueldo público y marcándose viajes por todos lados a costa del erario público. En fin, un personaje que encima cuando se retire seguirá cobrando de todos. Pasará de ser el astuto Mas a ser un Bambi 2, a lo Zapatero. ¡Por ineptitud, claro!

Al final, fíjense, opinar no es informar. Al informar uno debe ajustarse a unas pautas, a unos hechos. En la opinión siempre prevalece ese espíritu objetivo o subjetivo que cada uno quiera darle. Hay hechos impepinables para un lector, pero también hechos impepinables para un opinador. Confundimos, a veces, al opinador con alguien que tiene un conocimiento más exacto de la realidad que el lector. Pero no se equivoquen. De la información debe salir la reflexión, pero de la opinión el debate. Y reflexionar y debatir sobre la realidad de un país nunca debe ser lo mismo.