Oigan ¿por qué no leemos a los economistas de la ‘campaña del miedo’?
¿Cómo es posible? Académicos, economistas premiados y de prestigio como Xavier Sala Martín o Jordi Galí, apuestan por la independencia de Cataluña. Insisten en que las amenazas del Gobierno, de la banca o de las autoridades de la Comisión Europea no casan con la realidad, que son interesadas y que Cataluña podría, perfectamente, ser un estado económicamente viable.
La pregunta inicial no les interpela, como si hubieran perdido el juicio. No. Lo que cuesta entender es que haya también una gran disparidad de criterios entre los economistas, un colectivo que también se ha roto desde el inicio del proyecto independentista de Artur Mas.
Porque, junto a Sala Martín, Jordi Galí u Oriol Amat, que figura en la lista de Junts pel Si, también hay otros economistas, de prestigio, que señalan todos los problemas de esa potencial independencia. María Antonia Monés, doctora en Economía por la Universidad de Cambridge, Montserrat Colldeforns, doctora en Economía por la London School of Economics, o Francesc Granell, por situar tres nombres, se merecen que les prestemos la misma atención que a los tres primeros mencionados. Lo que ocurre es que se toma partido antes de leer, antes de la reflexión, y antes de escuchar al interlocutor.
Se dirá que es una obviedad, que la profesión de los economistas está desprestigiada. Los de «agua dulce» y los de «agua salada», en definición de Robert E.Hall en 1976, representan dos grandes tendencias. Los keynesianos, situados en los centros académicos en las costas, al lado de los mares, –Harvard, MIT, Princeton o Stanford– y los partidarios de la economía de la oferta, localilzados alrededor de los grandes lagos, en Pittsburgh, Chicago, Rochester o Minneapolis. A partir de esa distinción, la lectura que se haga sobre la crisis financiera de 2007-2008, por ejemplo, será completamente distinta.
Pero en la cuestión que nos ocupa, es cierto que no todos los economistas tienen el mismo altavoz. Monés y Colldeforns, por ejemplo, ha escrito artículos en periódicos, pero no suelen aparecer en actos ni en televisón. En el más reciente, publicado en El País, aseguraban que el gran problema de la independencia de Cataluña serían sus costes en el inicio del proceso, para nada menores.
Y el mayor de esos costes es la incertidumbre ante un futuro desconocido. Se puede entrar en una espiral, sin ánimo de fomentar ninguna campaña del miedo, que incluya esta serie de elementos: el crédito se frena, y, por tanto, la inversión padece, lo que implica un parón del consumo. Es, entonces, cuando surgen los problemas financieros, sube el paro, se vislumbran menos oportunidades, el sector inmobiliario decrece y también el valor empresarial disminuye. Todo ello se convierte en un círculo vicioso, y la economía entra en una profunda depresión.
¿Es ciencia ficción? No, es el análisis también de economistas de prestigio y con una dilatada carrera profesional.