Oigan, ¿dónde está el centro-derecha en Cataluña?

Podemos partir de una premisa que es discutible, pero que se entiende: el liberalismo en España se asocia a la derecha. Después, en cada país, esa afirmación cobra unas características distintas. En Estados Unidos ser liberal es decantarse por la socialdemocracia. Son los demócratas ilustres de la costa Este, que, para los republicanos, son, en realidad, una especie de ‘pijos’ bienpensantes. No entraremos en ello. El caso es que la familia liberal en Cataluña, y en el conjunto de España está enmarcada en el eje ideológico de la derecha.

Perfecto. En España ese espacio lo ocupa el PP. Es cierto que aglutina a más familias, y que sigue conservando a democristianos, y personas que lo ven como su partido natural. Recuerden que esa identificación existe en todos los países. En determinadas zonas del Reino Unido se es del Partido Conservador, sin pensar mucho en sus políticas. Y lo mismo ocurre en Francia, con los antiguos gaullistas, que siempre buscarán una referencia que sea afin, como el RPR de Chirac, o la UMP de Sarkozy, que elegió el nombre de Les Republicains.

¿Pero qué pasa en Cataluña? Es, probablemente, el único país del mundo en el que nadie se declara de derechas, aunque muchos lo son. El actual secretario de comunicación del Govern de Artur Mas, Josep Martí, escribió en 2008 un libro muy recomendable: Ets de dretes i no ho saps (Edit.Mina), muy ilustrativo. Por cuestiones históricas, por la oposición al franquismo –aunque este viernes hará 40 años que murió Franco, un lapso más que suficiente para olvidar algunos tics– en Cataluña nadie se considera de derechas. No queda bien.

El caso es que el abandono de Antoni Fernández-Teixidó de sus cargos en la dirección de Convergència Democràtica nos lleva a preguntarnos por ese espacio ideológico. Con CDC entregada a postulados de izquierda, y de extrema izquierda, con la necesidad de contar con los votos de la CUP para investir a Artur Mas, algunos miembros destacados del partido pueden dejar el barco. Teixidó ha sido el primero. Se considera un liberal –sí, de joven fue troskista, como tantos otros, en tiempos difíciles– y no desea seguir en la senda de los anticapitalistas.

Para todos ellos, para los Teixidó, para los catalanistas que creen que todavía es posible un entendimiento con el resto de España, que se declaran liberales, que prefieren menos impuestos y una administración más efectiva, no hay una fuerza política que los represente. Y no es el PP catalán. No lo ha conseguido nunca.

Como ocurre en un mercado eficiente –la izquierda dirá que eso nunca se produce, y no le falta algo de razón– la demanda encontrará una oferta.

En los próximos meses se podrá comprobar. El espacio existe, el electorado también, y, seguramente –no estoy del todo seguro– los tics se van apagando, y ya es posible decir que se es de centro-derecha liberal, que se desea llegar a acuerdos con los gobiernos españoles y que se es partidario de la libre empresa.

José Manuel Naredo escribió un libro muy interesante sobre la transición, acerca de las carencias de un proceso muy marcado por las elites. Sigo recordando el título: Por una oposición que se oponga (Anagrama). Pues bien, parafraseando a Naredo, hace falta una Derecha catalanista que haga de Derecha catalanista. Y, sí, tampoco parece que lo pueda ser Unió. 

Si no se dan las circunstancias, crean que hay una fórmula muy apetecible para muchos de ellos: se llama Ciudadanos. Atentos a los resultados del 20D en Cataluña.