Ocho segundos de independencia y mil años de impunidad
Cataluña no se independizará nunca de España. Eso lo saben. Lo saben, entre otras cosas, porque ninguno de ellos está dispuesto a pagar el precio de una cosa así
Dicen las lenguas viperinas que si la crisis del PP llega a estallar una semana más tarde, es decir, en plena tragedia de Ucrania, acaso Pablo Casado todavía sería el líder de su partido. Es verdad que un poco más o menos de atención informativa puede decantar muchas balanzas importantes, incluida la de la justicia. No sé si será casualidad que el Tribunal de Cuentas, recientemente renovado por PSOE y PP, haya puesto precisamente estos días el huevo. El huevo de la serpiente de contradecirse para aceptar, antes no pero ahora sí, que las fianzas de los dirigentes procesistas catalanes (5,4 millones de euros) se paguen con un aval de la Generalitat. Es decir, que de los impuestos catalanes salga el mismo impuesto revolucionario dos veces: primero, la millonada que costó cometer el delito del que se les acusa, segundo, la millonada de la multa por haberlo cometido, si finalmente son condenados.
Recuerdo el día que Jaume Giró, flamante conseller d’Economia -y dicen por ahí que aspirante a mucho más…-, afirmó ante el pleno del Parlament que el decreto del Govern para que el Institut Català de Finances asumiera unos avales que ninguna entidad bancaria en el mundo había querido asumir, “resistiría el paso del tiempo”. Y hasta nos acusó a los que lo habíamos impugnado, con el líder de Ciutadans, Carlos Carrizosa, a la cabeza, de “haber renunciado a la política” para ir a chivarnos por sistema a los tribunales.
Hay que reconocer que Giró le echó ese día un cuajo que por ejemplo no le echó Salvador Illa, estratégicamente ausente del hemiciclo. Hasta Pere Aragonès se las arregló para ir al lavabo en el momento clave. Mucha confianza había que tener en la capacidad de presión del independentismo en Madrid para atreverse con aquello, con malversar al cuadrado y hasta al cubo, no a escondidas sino a la vista de todo el mundo. De salir mal, Giró podía ser el siguiente que tuviera que responder con su propio patrimonio, algo a lo que es francamente reacio.
Todos lo son. Los líderes procesistas van más felices a la cárcel que a pagar multas por sus acciones. Así sea porque, en habiendo sanchismo, los indultos estaban cantados de antemano, mientras que las multas, una vez pagadas…ay. Si te he visto, no me acuerdo.
El actual gobierno catalán, sus colaboradores necesarios como el PSC, el gobierno español y hasta el PP de Pablo Casado, tienen que haber soportado una enorme presión para saldar las deudas de juego del independentismo. Tan altas que, ni recolocando a procesados, amigos y familiares en toda suerte de chollos cienmileuristas, se podía enjugar el roto. Y es que cuando te has pulido centenares de millones de euros en embajadas fantasma pero de cinco estrellas, en triunfales giras mundiales indepes y en camelarte a diplomáticos ociosos y corresponsales extranjeros encantados de que les inviten a Barcelona con todos los gastos pagados, etc, cuando has puesto en pie una de las redes clientelares más tupidas y caras de la Historia, en fin, a la hora de pagar, todo es llorar.
Han llegado a convencerse entre todos hasta tal punto de que todo, absolutamente todo, es suyo, que se les abren unos ojos como platos cuando alguien les recuerda que el dinero público no es su caja de resistencia particular. Ciertamente se asustaron un poco al principio, cuando ante la firmeza de la anterior delegada instructora, tuvieron que depositar momentáneamente las fianzas a cuenta del patrimonio de los partidos, no de la Generalitat. Pero qué poco han tardado en darle la vuelta y recuperar lo malversado (dos veces): lo que tardó el PP en entregar la renovación del Tribunal de Cuentas a un PSOE a su vez entregado a los independentistas.
En resumen: ocho segundos de república, y mil años de impunidad. Porque en esencia es a eso a lo que vamos. A que el golpe hacia afuera que no pudo ser se convierta en un golpe hacia adentro. Cataluña no se independizará nunca de España. Eso lo saben. Lo saben, entre otras cosas, porque ninguno de ellos está dispuesto a pagar el precio de una cosa así. No están ni dispuestos a pagar, no ya la multa por su desobediencia clamorosa de las leyes, sino ni una multa de tráfico que alguien osara ponerles. El mensaje es: vale, Cataluña es técnicamente España, pero la ley española (ninguna ley, en realidad), se cumple aquí. Aquí hacemos lo que nos da la gana, y a quien no le guste, que arree. Tiene bemoles este independentismo que, quitando a tres o cuatro prófugos como Puigdemont, lo que pretende no es tanto irse ellos a ningún sitio…¡como echarnos a todos los demás!
No hacía falta ser un genio jurídico para captar a la primera lo evidente: que ninguna Administración debe hacerse responsable, no de los errores humanos de sus miembros, sino de sus delitos proclamados y descarados. ¿Se imaginan por un momento a la Guardia Civil pagándole la fianza a Antonio Tejero o a Luis Roldán?
Lejos de forrarnos con el procés, lo sufrimos y padecemos y hemos vuelto a quedar inermes
Parece un chiste pero es un drama. Me da igual si en el pasteleo PSOE-PP para renovar el Tribunal de Cuentas a medida de esta indignidad pesaron más o menos Ayuso, su hermano y no sé cuántas mascarillas. Lo relevante, lo espantoso, es que todos y cada uno de los catalanes que, lejos de forrarnos con el procés, lo sufrimos y padecemos, hemos vuelto a quedar inermes. A ser una moneda de cambio lanzada al aire por Pedro Sánchez y Pablo Casado, a ver si sale cara o cruz.
Comparo esta barra libre de impunidad con el tremendo esfuerzo que está haciendo por ejemplo Societat Civil Catalana para reclamar lo malversado, poniendo en juego, atención, el patrimonio personal de los miembros de la junta de la entidad, que si les interesa saberlo -yo lo sé porque todavía pago mi cuota de socia…-, es pobre de solemnidad, pobre como las ratas, que todo lo que hace en Cataluña es un milagro, porque no sólo no reciben subvenciones sino que pobre de aquel que les intente dar una, ay…
Dije una vez, y lo repito, que esto del procés cada vez tiene más afinidades con la Cuba castrista después de caer la Unión Soviética. Antes de esa caída, cabía el debate ideológico a favor o en contra. Después, todo debate sobraba, por la sencilla razón de que aquel sistema era inviable. No valía ni para dar de comer tres veces al día a la población. Era la ruina.
Por lo menos los cubanos podían consolarse pensando que vivían en dictadura y que algún día, por alguna parte, la democracia tenía que llegar…