Obligados al extremismo
Una y otra vez aparecen las políticas de parte como las únicas que son posible, y entramos en la misma zona inútil
Es cierto, con la sinceridad que nos da la semana entre la Navidad y el fin de año, que podemos afirmar que la política, o los políticos, defraudan cada día más. Sin embargo, no veo algo más importante que la política para mantener una sociedad en el espacio y la realidad democrática. ¡Cuánta paciencia debemos tener los ciudadanos!
Este es un lamento ciudadano. Una exclamación ante las conductas que diariamente nos ofrecen las diferentes formaciones políticas. Por supuesto, esas acciones políticas siempre son culpa del contrario. No hay un método diferente. Si los políticos se atreven en algún momento a reconocer errores siempre es a diez años vista. Entonces, casi todos se ponen de acuerdo y aseguran con la mirada baja: ¡Es cierto, no lo hicimos del todo bien!
Pero el error se repite. Y una y otra vez aparecen las políticas de parte como las únicas que son posible, y entramos en la misma zona inútil.
Analizar lo que está ocurriendo en este momento a unos cinco meses de elecciones municipales y unos diez meses de elecciones generales tiene el despropósito de no poder dar la razón a nadie, porque ya todos se la otorgan de entrada. La miopía es patente y nadie quiere ponerse gafas correctoras.
Las alertas de Europa siempre son tomadas de forma parcial y utilizadas a favor. Y así una y otra vez. Se entiende, por ello, que el ciudadano haya decidido optar por ausentarse de la política. Claro que eso tiene muchos riesgos. Una sociedad ausente en una contienda electoral, o que se informa a última hora, o que se deja llevar por el más seductor, o el que le atrae más su forma de habla o cualquier detalle que no entre en un programa electoral, construye votos despistados. Perdidos.
Un análisis neutro de lo del Constitucional de estas últimas semanas, si ello es posible, demuestra que nadie tiene razón y todos en una parte. La que les compete. La que sirve de base para defender sus tesis subjetivas.
Así llegaremos al 2023. Con la política polarizada, una parte de sus miembros radicalizados, la ciudadanía interesada solo con lo de los suyos y la mayor parte de la sociedad dedicada a las compras de estos días festivos.
Decir que es necesaria una aproximación entre Gobierno de Pedro Sánchez y la oposición de Núñez Feijóo es muy dada, infantil, inútil y un imposible. Las dos formaciones mayoritarias entienden y analizan siempre que pueden que sus posiciones consolidan su presencia. Que deben seguir porque la razón está de su parte.
No existe valentía para variar el rumbo. Es más sencillo mantener el timón hacia los espacios más movilizados y extremistas. Consolida seguidores. Pero erosionar las instituciones como se está haciendo tiene sus peligros.
Nada es halagüeño. Un fin de año muy negro. Afortunadamente la sociedad española de los últimos 40 años, con esos momentos de inteligencia integradora que tuvo y que parece no retener, organizó una sociedad solidad a la que no es tan fácil desestabilizar. Lo demostró aquel 2017. Al menos en Cataluña.
Nos quedamos con esa idea y disfrutemos de esta última semana de año.