O Rey o Príncipe, pero que venga alguien con predicamento
Explicamos hoy que el Príncipe Felipe estará en Barcelona con motivo del congreso mundial de móviles. Estaría bien que el representante de la monarquía visitara algo más la capital catalana animado por otras citas además de los acontecimientos internacionales. No pasa nada, no le molestarán. Cuanto más se le vea, menos especial será su estancia y más normal la presencia de la monarquía en tierras especialmente monárquicas, aunque los republicanos se afanen en explicar lo contrario.
Se verá con los empresarios del Puente Aéreo, aquellos cuyos intereses viven a caballo de Barcelona y Madrid. Inaugurará el congreso internacional de la telefonía móvil y aún tendrá tiempo para alguna cosa más. Felipe de Borbón se ganará el sueldo en tierras catalanas, pero todo apunta que no hará nada políticamente incorrecto. Dicho de otro modo, que no terciará en el contencioso abierto entre los gobiernos de Barcelona y Madrid más allá de animar al diálogo.
Estamos con una monarquía en horas bajas. No soy especialmente contrario, aunque muchos hayan convertido la institución en el paradigma de todos los males, incluida la muerte de Manolete. Pero, dicho eso, no estaría mal que todas las instituciones del Estado se tomaran el tema catalán con atención, incluida la jefatura del Estado.
Sobre todo, porque quienes hoy proclaman el divorcio con España tienen alguna argumentación válida por la ausencia reiterada de su representación. El centralismo, igual que sucede en Barcelona, es un signo de identidad muy presente en Madrid, que es incapaz de reconocer poco a su alrededor. Tanto da que proceda de la Ciudad Condal como de Sevilla, Santiago de Compostela, Valencia, Zaragoza o Melilla.
Pero el Estado, en el sentido de conjunto de instituciones y entidades, debería dar un ejemplo constante de interés por la periferia. No cuando Barcelona se ha trabajado un congreso internacional de primer nivel, sino cada vez que sea necesario. Eso desactivaría algunas de la reivindicaciones históricas del nacionalismo catalán, que por cierto en términos de monarquía/república es poco sospechoso. Al contrario.