Nuevo ciclo político

Abandonado por el PP y C’s, el centro queda en manos del PSOE, con el permiso y el beneplácito de Podemos

Izquierda unida, derecha dividida. En lo tocante a las ideas, al talante y al rumbo de España, PP y C’s a penas se diferencian. En cambio, se reparten en dos mitades el campo electoral por el que compiten. Mientras eso siga así, no alcanzarán el poder.     

Esto permite a Pedro Sánchez situarse en una zona de menor incomodidad. Hasta el momento, ninguna de sus decisiones ha disgustado seriamente a la derecha sociológica.

Pablo Iglesias ha dejado de cuestionar el sistema del 78

Menos aún al IBEX, que no se inmuta por la exhumación de un cadáver, ni por las escaramuzas sobre los aforamientos. El IBEX a lo suyo, que es acomodarse a los políticos mientras no amenacen.

Contra todo pronóstico, mantener tranquila a la derecha social y económica ha resultado perfectamente compatible con el apoyo de Podemos. Habiendo renunciado al sorpasso, Pablo Iglesias ha dejado de cuestionar el sistema del 78 para instalarse en un izquierdismo moderado, posibilista y pragmático.

Coalición desde el Congreso. La función de la nueva izquierda consiste en apuntalar a la vieja a cambio de pequeñas concesiones. Consciente de que Sánchez necesita afianzarse por el centro, Iglesias, para no ponerle en apuros, tira del PSOE hacia la izquierda con ternura.

No vaya a ser que Sánchez, el funambulista, se dé un batacazo y volvamos todos a la casilla de salida. Lo primero es que Sánchez se consolide y luego, después de las elecciones, ya subiremos precios.

Los partidos de centro siempre han fracaso en España

Si dejamos ahora a un lado el miedo que infundía la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría a los independentistas, aunque este fue el factor determinante de la caída de Rajoy, observaremos que el mayor movimiento producido en los últimos meses ha sido el viaje de Ciudadanos desde del centro a la derecha.

De acuerdo con la experiencia clásica europea, los partidos de centro son frágiles en extremo y sufren lo indecible en una inestable zona marginal de la política, con peligro permanente de desaparición o irrelevancia. Peor aún en España, donde siempre han fracasado.

Despechado por no haber conseguido que se convocaran elecciones en el mejor momento de su carrera política y aconsejado con argumentos similares a los aquí expuestos por algún spin doctor con el corazón en la izquierda, Albert Rivera realizó una maniobra arriesgada en extremo.

Su ambición es sustituir al PP como partido de referencia de la derecha. Más que su pedigrí anti catalanista, le ayuda esa carcoma de la cuaderna maestra del partido reflotado por Aznar, llamada corrupción.

Albert Rivera, en una fotografía de archivo | EFE

EL ASCENSO DE ciudadanos

El partido de Albert Rivera fue impulsado para contraatacar el auge de Podemos, a fin de no perder los votos de la derecha indignada

Allá cada cual con sus pasos del Rubicón. C’s fue impulsado a la arena política como maniobra para frenar el ascenso de Podemos, aupado por los indignados y el aumento de la desigualdad.

Su misión, pareja a los depósitos temporales de residuos nucleares, consistía en almacenar votos de centro y centroderecha adversos a la corrupción, evitar de este modo que fueran a Podemos o al PSOE y devolverlos luego, limpios de polvo y paja, a su legítimo dueño, el PP.

Imitando a los ejércitos de mercenarios que antes de las guerras napoleónicas campeaban por Europa y hasta se revolvían contra quienes les contrataban si encontraban insuficiente el botín, Ciudadanos se ha lanzado a por el PP.

Abandonados por el PP y C’s, el centro y la centralidad quedan en manos del PSOE, con el permiso y el beneplácito de Podemos. Ahí, en el centro, sigue estando la clave.

Pablo Casado da alas a los demás partidos

Si Pablo Casado no fuera un líder tocado por el asunto de su currículum y luciera un poco más de cintura política, las aguas ya estarían volviendo a sus cauces y el mayor dinosaurio de la política española, el PP, se estaría zampando al polluelo díscolo de C’s.

Pero las aguas bravas se muestran remolonas al sosiego. Al carecer de visión y de iniciativa, Casado las agita en vez de calmarlas. Aun teniendo el poder absoluto en el PP, parece más un vocinglero títere de guiñol que un líder dotado de existencia autónoma y personalidad política.

Lo cual augura que el desenlace de la batalla por la hegemonía de la derecha no se va a producir en el corto espacio de tiempo que en un principio era de prever.

En rifirrafe entre los partidos todo es provisional y está sujeto con pinzas, pero de no impedirlo un cataclismo, Sánchez seguirá afianzando los primeros pasos de un nuevo ciclo político.

Político, no histórico: no es propio de funambulistas jugar con la estabilidad.

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