¿Nos toman por idiotas?
Credibilidad y solvencia son los dos apellidos que necesariamente acompañan a una entidad de crédito. La excesiva concentración de riesgos, una política retributiva variable errónea y una pésima gestión, hicieron perder el segundo apellido a un montón de entidades de crédito (mayoritariamente cajas) que habían en el mercado antes de la crisis.
No hay que decir que la pérdida de esta filiación desembocó en la desaparición de estas entidades, ya fuera en una fórmula llamada SIP o directamente en una fusión empresarial.
La pérdida del primer apellido, en cambio, ya necesita más esfuerzo. Requiere que quien tienes delante, deje de creer en lo que dices porque simplemente has perdido su confianza. Desde mi punto de vista, hace falta una gran dosis de poca vergüenza y una ausencia total de escrúpulos para hacer determinadas campañas.
Pongo como ejemplo, una entidad, que todo el mundo sabe que ha tenido que cerrar la mitad de oficinas, que está tan mal que nadie la quiere ni regalada. Que esta entidad nos diga que hace un traslado para mejorar, no es un error del departamento de marketing, es simplemente una carencia de ética profesional de los administradores de una institución. Nos quejamos de la hipocresía de los partidos políticos y obviamos las incoherencias flagrantes de algunas entidades privadas.
Yo creo que el problema es que esta carencia de ética ya existía antes y la abundancia impedía su visión, pero existía. Y es que hubo un tiempo en el que la economía era tan petulante que no había que tener bonos ejecutivos para que una entidad de crédito fuera bien. Eran los tiempos en que famosos ex políticos (y también bailarinas y curas ) podían dirigir entidades de crédito sin ninguna experiencia bancaria ni con la más mínima preparación.
Algunos, con más buena fe que conocimiento, hicieron lo que pudieron. Éstos son los que pueden decir aquello de sin pena ni gloria. Otros se aprovecharon del cargo para comprarse cuadros a sí mismos o desviar dinero a paraísos fiscales. La mayoría, no obstante, se bebieron su respectivo kool aid y se jubilaron con pensiones millonarias (en euros) que todos estamos pagando con nuestros impuestos.
La honestidad de un profesional tendría que empezar para no aceptar un cargo si no está preparado. La ignorancia, sin embargo, es muy atrevida y aquí tenemos los resultados. Ahora todos estos «profesionales» van desfilando por el Parlament declarando que la crisis hizo inevitable la quiebra de sus entidades, pero la realidad es que no todas las entidades de crédito del país han quebrado.
Ni siquiera todas las cajas han acontecido insolventes. Sólo aquellas que han sido lideradas por personas incompetentes. Esta incompetencia la pagamos entre todos no es justo ni ecuánime e incluso me parece casi imposible que sea legal.
Ahora bien, unos carteles de traslado haciendo ver que, no ha pasado nada, sino que «nos movemos para mejorar» son una muestra de que la desvergüenza y la incompetencia no han desaparecido de algunas entidades (ni de otras muchas posiciones de poder, evidentemente). «Nos movemos para mejorar». ¿Para mejorar qué? ¿Los salarios de sus directivos? ¿Sus pensiones de jubilación?
Hay un dicho que dice: La primera vez que me engañes, la culpa será tuya, la segunda, será mía. Ya estamos avisados. Lectores, juzguen ustedes mismos.