No todo es idílico alrededor del congreso de móviles de BCN
Tener un congreso como el que hoy comienza en una ciudad es una bendición. Por lo que supone de emblema, de icono; por lo que suma a su economía y, finalmente, por la campaña de marketing que representa para Barcelona.
Hay que congratularse de que eso sea así. Agradecer a quienes lo han conseguido sus gestiones y felicitarnos colectivamente porque la ciudad sea conocida en el mundo por estar a la vanguardia de las telecomunicaciones.
Pero dicho esto, siempre queda algún resquicio que nos impide alcanzar la excelencia. Fueron los hoteleros en su día quienes hicieron un usurero trasiego de tarifas con los visitantes internacionales hasta el punto que se manchó un poco la imagen de la ciudad. Los taxistas y alguna hostelería deberían mejorar, porque una ciudad también se conoce por sus transportes y algunas cafeterías, bares y restaurantes tratan al turista con escasa profesionalidad. Hay tantos, deben pensar algunos, que no es necesario cuidarlos. Al contrario.
Lo que más sorprende es que este último fin de semana la ciudad estaba repleta de visitantes al congreso que han llegado unas horas antes. Todos ellos con alto poder adquisitivo, con ganas de comprobar la moda, la gastronomía y otros tantos encantos de la Barcelona de los prodigios. Pero, ah, olvidaba, somos proteccionistas: el comercio cerrado en domingo, haya un mayúsculo congreso mundial de móviles o el mayor acontecimiento imaginable.
Defiendo el modelo de comercio urbano, de proximidad, un ecosistema que vertebre las ciudades. Pero, ¿no podría abrir también el domingo para aprovechar ese turismo cada vez más creciente en formato de congresos, cruceristas o mochileros de todo signo? Lo de la libertad de horarios es un largo debate, pero quizá lo que hoy protegemos mañana lo echemos de menos si no resultamos competitivos como ciudad.