No nos tomen el pelo
Nuestros legítimos representantes políticos, elegidos el pasado 20 de diciembre, no han sido capaces de ponerse de acuerdo ni tan siquiera para investir a un nuevo presidente del Gobierno. Se trata de algo insólito en nuestra historia democrática reciente y que no recuerdo que tenga precedente alguno en las democracias europeas. Ante esto, lo mínimo que debemos exigirles, cuando nos van a obligar a acudir de nuevo a las urnas el próximo 26 de junio, es que no nos tomen el pelo.
Nuestra democracia parlamentaria no contempla la posibilidad de una segunda vuelta electoral, algo que sí sucede en otros países europeos y que permite que, con un par de semanas de diferencia, los partidos pidan de nuevo el voto al electorado donde éste no ha establecido una mayoría absoluta. Ello da lugar a negociaciones y transacciones entre las distintas formaciones políticas, que por lo general acuerdan facilitar el triunfo de la opción ideológica más cercana y que cuenta con mayores posibilidades de victoria.
En España no existe la segunda vuelta. Entre otras razones, porque no existen circunscripciones uninominales y porque nuestro sistema electoral, aunque algunos lo pongan aún en duda, es muy respetuoso con las formaciones políticas de ámbito estrictamente autonómico, favorecidas siempre en el reparto de escaños, mientras que fuerzas que concurren en España entera, incluso obteniendo muchos más votos, consiguen menor número de representantes.
Puesto que el próximo 26-J no va a haber segunda vuelta y no parece fácil que se produzca ningún cambio importante de verdad en los resultados finales de los comicios, podemos y debemos exigir a todos los partidos que de antemano nos aclaren su política de posibles pactos postelectorales, y que lo hagan si es preciso fijando ya sus líneas rojas y, por encima de todo, aquellas cuestiones programáticas que consideran irrenunciables.
Desde las elecciones del 20-D hemos visto cómo tanto el PSOE como Ciudadanos lograron un acuerdo transversal que sentaba las bases, a la vista está que insuficientes, para una investidura presidencial de Pedro Sánchez. Debemos exigirles que expliquen si están dispuestos o no a intentarlo de nuevo y de qué manera y con qué otras fuerzas estarían abiertas a pactar.
El PP no ha movido pieza, hasta el punto que Mariano Rajoy incluso se negó a aceptar el lógico encargo real de intentar su investidura. Le debemos exigir también que explique si seguirá con su inmovilismo o si, por el contrario, en el caso de aceptar una negociación, con quién quiere hacerla y cuáles son sus límites transaccionales.
Podemos y sus confluencias, ahora con el añadido más que probable de IU, tampoco se ha mostrado proclive a cerrar ningún pacto durante estos últimos meses. También le debemos exigir que explique con claridad cuáles son sus líneas rojas, con quién quiere negociar de verdad y a qué puntos programáticos no piensa renunciar en ningún caso.
Y lo mismo hemos de exigir también a las restantes fuerzas políticas, desde CDC y ERC hasta el PNV y CC, pasando por todas las restantes.
Porque lo que no les podemos permitir es que nos tomen el pelo.