No nos dejan votar

El ritmo de convocatorias electorales en Catalunya ha sido el habitual en una democracia. En todas las oportunidades electorales han podido presentar sus candidaturas quienes postulan la independencia de Catalunya. Desde el fin de la dictadura de Franco, en Catalunya se vota, porque así lo formaliza la Constitución de 1978, refrendada muy favorablemente por los ciudadanos catalanes, como ocurrió con la Ley para la Reforma Política que inició la transición democrática.

Cuando se dice ahora que “no nos dejan votar” la referencia indudablemente es lo que se llama derecho a decidir, un concepto indefinido por la semántica y la experiencia histórica. El portavoz del Govern de la Generalitat, Francesc Homs, ha dicho: “No nos dejan votar porque saben que lo tienen perdido”. Extrapolando esta argumentación, resultaría que si algún día se deja votar a los catalanes ese derecho a decidir será porque los que ahora les niegan el voto habrán calculado que “lo tienen ganado”. Ni una cosa ni la otra tienen fundamento.

Pero, ¿quiénes son ellos, los que no nos dejan votar? En todo proceso electoral en Catalunya lo que define los términos y los modos es la ley electoral, sin más. Sin ley no hay normativa electoral, y sin normativa electoral no hay elecciones. No se trata de “ellos” y “nosotros”.

Para votar lo que sea, el marco legal es un requisito. Lo acaba de decir el presidente de la Generalitat, Artur Mas. Añadió: “Espero que el Estado español entienda que, cuando el pueblo quiere votar, no hay manera de evitarlo”. El camino es, pues, proponer un cambio en la ley y que ese cambio sea dirimido por el poder legislativo. Eso suena algo distinto, ambiguamente distinto, a “consulta sí o sí”.

Hasta ahora ha habido unas diez elecciones autonómicas y nunca se dijo que a los catalanes no les dejan votar. Fueron sucesivas elecciones por las que el nacionalismo pujolista alcanzó el poder, con notable abstención de quienes creen que las autonómicas solo conciernen al temario de la identidad catalana.

Catalunya ha votado ampliamente en las elecciones generales y sus circunscripciones electorales aportan al actual Congreso de los Diputados treinta y un escaños. Lo mismo en el Senado. En fin, en sucesivas elecciones municipales, el votante catalán ha elegido unos mil alcaldes y más de ocho mil concejales. Aún siendo de circunscripción única, en las elecciones europeas también pueden votarse candidatura específicas en Catalunya.

 
Es una dinámica democrática sustancial y de clara representatividad

En consecuencia, aparece la réplica secesionista: “Estamos en un proceso que no tiene retorno”. Por naturaleza, la vida democrática es todo lo contrario, porque siempre tiene que ser posible el retorno. Es la alternancia según las urnas. Tiene sus raíces en el pluralismo. Por el contrario, un político de personalidad tan conspicua como Francesc Homs dice que, en todos los sentidos, en Catalunya hay mucha más libertad que en el resto de España. Insólita cuota extra de libertad si luego decimos que no nos dejan votar.