No lo podrán impedir

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría ha confirmado la impugnación ante el Tribunal Constitucional (TC) de la consulta alternativa ideada por el presidente Artur Mas para el 9N.

Siguiendo lo expuesto en el informe del Consejo de Estado, que ya aprobó por unanimidad un dictamen mediante el cual hacía suyas las razones de la impugnación del nuevo 9N por parte del Gobierno, ahora es el Gobierno el que solicita la suspensión del proceso participativo en una nueva demostración de onanismo jurídico.

El Gobierno arguye que el proceso es «contrario a la ley y a los derechos de los catalanes», como si la responsabilidad fuese catalana. El Estado prohíbe la consulta legal y después dice que el proceso participativo no tiene garantías suficientes. ¡Mucho morro! No obstante, que lo sepan, ni los antiguos jerarcas del PP y del PSOE acomodados en el Consejo de Estado, ni el Gobierno, ni el TC van a poder impedir que el agua fluya.

Cataluña es ya la gotera de España, les guste o no. Y el Estado aún no sabe de dónde proviene la filtración. Mejor dicho: no quiere enterarse porque niega la mayor. Niega lo que es una realidad en la calle con astucias legales.

Pretende ilegalizar la realidad simplemente porque no le gusta y porque, además, no tiene un proyecto alternativo al secesionismo soberanista que no sea mantener contra viento y marea el statu quo. Si Podemos lo amenaza desde un punto de vista electoral, el soberanismo catalán lo hace desde una perspectiva popular y callejera. Su reto es realmente existente, lo de Podemos está por ver y encima, en Cataluña, se acerca al unionismo por la forma centralista y centralizada que tiene de entender el poder.

Josep Ramoneda dedicó hace unos días un artículo a la cuestión de la falta de alternativas de los partidarios del no subrayando que retener por la fuerza a Cataluña impide construir un discurso unionista en positivo: «Partiendo de una idea de la legalidad como marco insuperable e innegociable (como jaula y no como reglas de juego compartidas, como factores de oportunidad) –escribía el antiguo director del CCCB–, el discurso [unionista] ha girado sobre las desgracias que nos caerán encima: ruptura de la convivencia, desastre económico, salida de Europa, descalabro social.”.

Y añadía que el miedo es siempre conservador. Lo es, no cabe duda, y la gente está harta de tanto conservadurismo. Otra cosa son las discusiones entre los partidos soberanistas sobre si se dan las condiciones para una ruptura unilateral.

El Gobierno de la Generalitat está dispuesto a seguir adelante
y mantendrá la campaña del proceso participativo del 9N sin temeridades innecesarias. El anuncio de esta nueva suspensión por parte de los órganos del Estado no ha inquietado en lo más mínimo al presidente Artur Mas, que lo tiene claro: “A pesar del pronunciamiento del Consejo de Estado, todo sigue igual con respecto al 9N y que, prácticamente, todo está ya listo para la consulta”. Mas ha dado a entender, pues, que el domingo de la próxima semana se podrá votar. La suerte está echada porque es imposible detener lo que ya está en manos del pueblo. La participación consiste en eso.

Aunque finalmente el TC suspenda el nuevo 9-N –aún no convocado, sea dicho de paso–, las autoridades españolas no podrán prohibir la movilización ciudadana porque, como dijo el presidente del CATN, Carles Viver i Pi-Sunyer, en un almuerzo organizado por El Punt-Avui y la entidad Moment Zero, este proceso participativo es “auto-ejecutivo”.

Es decir, que “sin hacer nada, ya se aplica” puesto que el “Govern ha hecho todo lo que tenía que hacer para que lo fuera”. ¿Quién podrá impedir que usted acuda al punto de votación asignado si se empeña en ir? Nadie. La libertad de movimiento está amparada por la ley y quién se lo podría impedir, las fuerzas de orden público de la Generalitat no lo harán. Les bastará con controlar los desmanes si los hubiese.

La desobediencia será ciudadana y ésta será la fotografía que aparecerá en portada de todos los periódicos del mundo a la mañana siguiente. Lo que reflejarán las crónicas de los corresponsales es que en España el Estado está en crisis (y lo está también por la corrupción generalizada), y que en Cataluña ha sido desbordado por la movilización pacífica ciudadana por esos 40.000 voluntarios que trabajarán para que el 9N sea posible de una forma u otra. Ya no hay marcha atrás. Quien desconfíe ahora del presidente de la Generalitat es que es tonto.

“Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos” dijo en su día Thomas Jefferson, el político moderado que acabó siendo uno de los héroes de la independencia norteamericana.

El Ejecutivo de Mariano Rajoy es ya hoy un mal Gobierno que no sabe medir la fuerza del sueño catalán. Intentar ponerle puertas al campo con el código penal no podrá impedir que este proceso avance. Repetiré para acabar las palabras de Salvador Allende, retransmitidas por Radio Magallanes, dirigidas al pueblo chileno el 11 de septiembre de 1973, cuando la democracia chilena se hundía ante los militares: «Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor». ¿Quién duda hoy que en Chile existe una sociedad mejor?