No es desafío de Cataluña a España
Hasta el día en que dos tercios de una mayoría constitucionalmente prefijada vote por la independencia en referéndum legal será de una gran imprecisión decir que Cataluña desafía a España. Este matiz ahora mismo suena a dialecto chino, pero lo respaldan argumentos históricos, jurídicos y políticos.
El desafío, por ahora no mayoritario, no es de Cataluña a España sino del nacionalismo y, más en concreto, del independentismo. Y, evidentemente, si a la votación del domingo se le da valor de macro-encuesta, no es un desafío de los dos tercios del censo ni tan siquiera de la mitad.
Muy al contrario. Por ejemplo, la participación en el primer referéndum quebequés fue del 85%. Eso era en 1985. Cinco años más tarde llegó a ser del 93%. Ahora el soberanismo quebequés está significativamente a la baja. En cuanto al reciente referéndum escocés, la participación fue del 84%. En el caso del voto escenificado el pasado día en Catalunya, la afluencia se situó en un tercio del censo habilitado, por debajo de la ya muy baja participación en el referéndum del segundo “Estatut”.
En total, posteriormente al desglose de la dos preguntas y según el recuento del voluntariado, 1,8 millones de ciudadanos de Cataluña explicitaron su deseo de independencia. El no ya a la primera pregunta se sitúa en los cien mil. El voto a una Catalunya que sea Estado pero no independiente se situó en un 10 por ciento, con más de doscientos mil votos. Por mucho que se sume y se reste, el resultado no da la mayoría indestructible que Mas pedía para lograr la secesión de Cataluña.
¿Son 1,8 millones poco o mucho? De hecho, son muchos pero no suficientes, desde luego, porque también se trata de ver de dónde proceden y en qué margen de votos ha avanzado el independentismo. Un argumento más bien de parvulario ha sido aducir que sin la presión del Estado se hubiese dado más participación, con lo que el sí habría resultado más que categórico. En realidad, ese tercio de partidarios de la independencia es lo que han dado de sí dos años de movilización permanente. Y no sobrepasa el porcentaje de votos que tuvo el frente soberanista –hoy agrietado- en las últimas elecciones autonómicas.
También habría que tener en cuenta la posibilidad –más que probable– de que entre los dos tercios que el domingo no votaron haya un elevado porcentaje que iría a votar no en un referéndum legal. Total: poco más de dos millones de votos que son un tercio del censo real. Si les restamos el voto por el no en la primera pregunta y el voto sí/no el independentismo está donde estaba, a pesar de que se haya dicho que España roba, amordaza y coacciona. ¿Es eso un desafío de Catalunya a España? Relativamente y, aunque siempre cabe ver la botella medio llena o medio vacía, esta solo está un tercio llena.
De inmediato la política catalana entró en el cabildeo electoralista, con propuestas de elecciones plebiscitarias, constituyentes, listas únicas, líderes nuevos y viejos. Con tanto confusionismo, en el campo no secesionista el desasosiego es casi inevitable, con ramalazos de impotencia, carencia de articulación y de proyecto coordinado. Eso no es fácil. Desde luego, en el referéndum legal de Escocia funcionó muy bien la campaña Mejor Juntos en la que trabajaron juntos por el “no” laboristas, conservadores y liberales-demócratas. Comienza otra fase de la refriega.