No en todas partes cuecen habas
Hemos visto a los países que reaccionaron pronto mediante test masivos y los que reaccionaron tarde recurriendo a la reclusión ciudadana
Tengo un amigo ya mayor, ex militante antifranquista, confinado en las Terres de l’Ebre a pesar de que por allí se han detectado tan pocos casos que no hay colapso sanitario, que insiste en una frase digna de pasar a los anales.
“A mi me han decepcionado los míos”, concluyó tras una larga etapa de confianza en las virtudes y bondades de la gente de izquierdas. “Como en los demás ya no confiaba, pues sabía que ponían sus oscuros intereses por delante, pues no me han decepcionado. Pero al final tuve que rendirme a la evidencia de que la mezquindad también campaba entre los míos”.
Pues eso, en la gestión de la pandemia, libres pero libres de error u omisión, por lo menos inicial, solamente quedan Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur y tal vez Japón. En Corea del Sur, país que enseguida se colocó a la cabeza cabeza en número de casos detectados pero que ostenta un registro récord de baja mortalidad por coronavirus (0,6%, mientras en Italia supra el 10%) reaccionaron pronto y bien.
Lo que hicieron las autoridades fue rastrear los contactos de los primeros casos, hacerles el test y aislar a los positivos. Además instalaron puestos ambulantes fuera de los centros sanitarios a los que acudir para hacerse la prueba en caso de sospecha. Sólo los positivos debían aislarse. El sistema estaba preparado y mediante esta rápida y eficaz reacción frenaron al virus.
En Singapur sucedió algo parecido y contuvieron la expansión del Covid-19 a partir de un minucioso seguimiento relámpago de los contactos de los primeros casos. Tan buen resultado ha dado que, además de haberse ahorrado el confinamiento, ya se está hablando de la reapertura de las escuelas. El japonés, muy parecido, es también un buen modelo, como todos los que consiguen bajas tasas de contagio y de muertes sin tener que confinar a toda la población y arruinar su economía.
Ni que decir tiene que las autoridades chinas cometieron un enorme error inicial al ocultar el inicio de la epidemia, pero pronto se dieron cuenta del altísimo precio del error y rectificaron en un formidable giro de 180º.
En cambio, el relato sobre la vieja Europa asegura que quien no ha pecado de incauto ha sido víctima de la imprevisión. Algunos sociólogos han hecho hincapié en la disciplina oriental. Como veremos enseguida, no es que la disciplina oriental sea un mito. Estuve en Seúl en el 88, año de los Juegos Olímpicos, y lo que más me sorprendió fue la extrema limpieza del metro, hasta el suelo deslumbraba por el brillo en una megápolis de 12 millones de habitantes. Pero esta explicación no funciona.
Veamos qué suceden en Europa. Entre los más poblados, Italia, España, Gran Bretaña y Francia cuentan con un número creciente de casos y un alto porcentaje de muertos, alrededor del 10%.
Antes de volver a lo que tienen en común los alumnos menos aventajados, hay que remarcar la excepción Alemania, donde el porcentaje de muertes ronda el 1% a pesar de ser el quinto país que más casos ha reportado. El modelo alemán demuestra que no es cuestión de cultura sino de gobierno.
La diferencia entre los cuatro malos europeos, a los que hay que añadir los Estados Unidos, y el bueno, Alemania, al que hay que añadir Canadá, está en el método de enfrentamiento a la pandemia. No en la idiosincrasia, en el nivel de renta u otras explicaciones más o menos esotéricas. No es la fatalidad, ni la nacionalidad, ni la geografía ni la historia. Mucho menos cualquier supuesta diferencia entre derechas e izquierdas.
Ni siquiera que los países pobres acaben sufriendo más que los ricos tampoco es una profecía que vaya a cumplirse de modo universal. A estas alturas, debería estar claro que la diferencia inicial divide de manera clara a los países que reaccionaron pronto mediante test masivos y los que reaccionaron tarde recurriendo a la reclusión ciudadana.
Estamos en el segundo grupo pudiendo estar en el primero. Como en Gran Bretaña, donde las voces que se levantan contra la imprevisión del gobierno son eco de las que en España también se levantan aunque a penas se oyen. Era en enero, o como mucho en febrero, cuando había que proveerse del material imprescindible para frenar el virus nada más aterrizar.
De manera parecida, no se podrá levantar el confinamiento, ni siquiera por etapas, sin disponer de millones y millones de test rápidos y fiables. Esperemos que lleguen durante el mes de mayo. En todos los países que han detenido la expansión del virus vuelven a detectarse casos, pero se aíslan y se siguen sus contactos.
De modo que mientras el gobierno no señale fechas precisas para la llegada de los test seguros y el resto de material de protección, de poco o nada valdrán las estimaciones sobre la duración del confinamiento.
En muchas partes cuecen habas y no sólo en España a calderadas. Pero en manos de cada país está la posibilidad de apagar los fogones y controlar luego los rescoldos.