No cabe un tonto más

Estimado diario: a Artur Mas le tocaba gobernar, pero no ha querido. Por eso estamos aquí…

Amanece en Madrid. La oligarquía de la capital se despereza para alabarse en los hoteles de lujo cercanos al Congreso de los Diputados. Algunos no cultivan el gusto por Portugal. Nadie tomará ninguna decisión importante entre las nueve y las 11 de la mañana porque las manos están muy ocupadas. Las tazas de café del Ritz y hasta las del Palace son piezas decimonónicas, heredan el aire impostado de poder que respiran algunos palacios capitalinos. Sobran la mitad, como el de Cibeles, la nueva sede del Ayuntamiento. Tan grande que no cabe en el déficit. Tan vacío como la alcaldesa Botella. Todo un monumento al despilfarro de Gallardón y la migraña de Aguirre. Siempre se le resistió y eso la pone…

En uno de los hoteles vive Duran. El político mejor valorado en España, porque en Madrid no molesta, tendrá un grave problema si Catalunya se secesiona. ¿Nos anexamos el Palace? ¿Lo convertimos en embajada? Y en cualquier caso, ¿entero? ¿Sólo la planta superior? La esquizofrenia del líder democristiano llega hasta esos extremos. Pero en la capital de lo que quedaría de España son tan redomadamente malos que hasta Duran parece coherente y sobre todo bueno. Las conspiraciones aquí se urden con nocturnidad, entre gintonics, pero, curiosamente, ninguna de ellas contra Catalunya. Aunque Barcelona lo cree y lo desea, Madrid no se levanta cada día pensando en cómo fastidiar a los catalanes. Tampoco se acuesta con esos menesteres. Suficiente tiene Rajoy con apuñalar a los suyos.

Cosa distinta es el boicot. Fenómeno tradicionalmente desordenado, espontáneo y populista. Y es que el nacionalismo catalán y el español tienen más puntos en común de los que creen. ¿El palpable? Ambos piensan que España es Madrid, dogma sobre el que vertebran su cotidianidad; o sea, fastidiarse mutua y constantemente. Pero, estimado diario, el poder está encantado de haber conocido Barcelona. Tanto, que la oligarquía madrileña cree que lo de Mas se arregla con dinero. No cabe un tonto más. Te voy a explicar por qué:

Catalunya acumula 44.000 millones en deuda, casi una cuarta parte de su PIB (sin contar los compromisos privados). Es la región europea más entrampada. Pero con diferencia. Y es que la catalanidad es cara. Para muestra un botón periodístico: mientras TV3 cuesta 240 millones al año, Telemadrid se hace con 33 millones. Pero claro, tenemos Polonia y aledaños. Por no hablar de la asfixiante estructura de Estado que ya disfruta Catalunya, septuplicada en capas de administración tan útiles como los consejos comarcales.

Para pagar toda esa ruina, a 31 de diciembre de 2012, Catalunya habrá recibido 11.000 millones de euros de Madrid (es decir, de todos) en 12 meses. En números redondos la aportación equivale a una cuarta parte de la deuda pública catalana. Los inversores en bonos patrióticos recuperarán su dinero porque Montoro quiere. Lo desea tanto, que ha pignorado parte del fondo de rescate autonómico para que el ICO preste más a Catalunya. Aún así, Mas le planta el plebiscito a Rajoy.

Convergència i Unió ha respaldado mediante el voto favorable o la abstención todos los presupuestos del Gobierno de lo que quedaría de España. A excepción de cuando a Pujol le interesó desalojar a González y estos últimos, claro. Siempre, después, se ha recurrido a la queja sobre el déficit en inversiones. Endavant i endarrere… amb il·lusió.

¿Expolio fiscal? Opinable. Sólo hay algo más falso que la palabra de un político: sus números. Sin embargo, las estadísticas son meridianas: 700.000 parados, el PIB caerá el 1,3%, 900.000 empresas cerradas y únicamente el 10% de la inversión extranjera que capta España se asienta en los dominios de Mas. ¿Europa del Norte? Más bien Sicilia, estimado diario. En Catalunya sólo crecen las corruptelas, es decir la riqueza ilegítima de unos pocos. De ello se encargan Pujol, pujolín, pujolet y pujolandia, que desde 1980 mandan y mandarán a golpe de comisionazo, como dijo Maragall. O como sospecha la jueza del caso ITV.

Y es que la economía permite explicarlo todo. Hasta lo contrario. Pero soy charnego. Sí diario, te sonará, seguro. ¿Recuerdas el colectivo que aupó a los socialistas catalanes mientras usaban las siglas PSC-PSOE y que ahora…? Sí, ése. Así que tiendo a hacerle poco caso a Xavier Sala i Martin. Pero a lo que íbamos: Madrid y su inteligencia.

Decía que no cabe un tonto más. Bueno, hay honrosas excepciones. Los empresarios están convencidos de que Mas pactará a mínimos con Rajoy. Lo justo para seguir mandando. Son los aventajados de la clase. Los únicos que valoran adecuadamente las ansias de poder del nacionalismo en general y las del catalán en particular. Pujol rechazó en su día el pacto fiscal que le planteó González y lo hizo porque aceptarlo habría supuesto que la Generalitat dependiera de sus ingresos. ¡Menudo vértigo le dio! (Que se lo digan ahora a los vascos…) Pero después, Pujol, que es un estadista, intuyó que sin pacto fiscal continuaría mandando en Madrid. Por el bien de España y Catalunya, claro.

Y en esas anda Artur, haciendo de Jordi y de Moisés. A ver si de paso olvidamos el govern dels millors, los tijeretazos y la incompetencia generalizada de esta casta política, que siempre vive por debajo de su inteligencia y que osa presentarse a la reelección. ¡Qué tíos! En fin, paciencia. El Universo se hizo con menos.

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