No basta con el diálogo
Parece que finalmente, aunque con más de cinco año de retraso, el Gobierno que preside Mariano Rajoy ha asumido que no le queda otra opción que dialogar con el independentismo catalán. Algo es algo, aunque sea tarde. Pero no basta con el diálogo. Sobre todo cuando se entiende como diálogo lo que es un simple cruce de monólogos.
Si un diálogo no se basa en la negociación, es decir en la transacción, no sirve para resolver un conflicto, y mucho menos aún para dar con una solución efectiva a un conflicto político, institucional y social de la envergadura que sin duda tiene el reto secesionista planteado estos últimos años en Cataluña.
La realidad es siempre muy tozuda. El último sondeo demoscópico solvente, realizado por el Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP) y publicado este domingo por El Periódico de Catalunya, constata una vez más la profunda división existente en la sociedad catalana sobre este conflicto.
El 49,8% es favorable a la convocatoria del referéndum incluso si el Gobierno central no accede a ello, mientras que el 48,8% se opone a dicha convocatoria unilateral. Sobre un 52,8% que asegura que votaría en esta consulta incluso sin acuerdo previo con el Gobierno español, y el 11,5% dice que probablemente también lo haría, el 48,9% dice que votaría a favor de la independencia y el 40,3% lo haría en contra.
Esto quiere decir que, con una probable participación de cerca del 64% del censo, el voto independentista sería de más del 30% de la ciudadanía catalana. Sin embargo, solo el 18% opina que finalmente se conseguirá la independencia, el 27,6% opina que este proceso se abandonará por falta de apoyo y el 44,3% cree que se alcanzará un pacto que dotará a Cataluña de mayor autogobierno. No obstante, el 65,1% no cree que sea posible este acuerdo político. Pero, dato muy significativo, el 72,3% opina que si el Gobierno de Rajoy hace una oferta de diálogo al Gobierno presidido por Carles Puigdemont, este debería aceptarla.
Los datos siguen siendo estos. Tozudos. Prácticamente inalterables. Con pequeñas, mínimas oscilaciones, son los mismos datos de estos últimos años, sobre todo desde la frustración que para una muy importante parte de la sociedad catalana supuso la desafortunada sentencia del Tribunal Constitucional que, a solicitud del PP y con una composición más que cuestionable, invalidó en gran medida el nuevo Estatuto de Autonomía que ya había sido votado en referéndum tras su aprobación por las Cortes Generales.
La división en dos mitades casi idénticas de la ciudadanía de Cataluña se mantiene poco menos que inamovible, tal vez con una cierta tendencia a la baja del secesionismo. Ahora es el 46% el que se declara independentista, mientras que el 51,6% dice que no lo es. Y la división social se manifiesta con un dato que me parece preocupante: ahora es ya el 39,5% de los no independentistas que afirman no sentirse cómodos para expresarse libremente al respecto y lo mismo dicen el 20,1% de los secesionistas.
Bienvenida sea la voluntad de diálogo, aunque llegue tarde y mal. Pero es preciso que unos y otros asuman que un diálogo no puede ser un simple cruce de monólogos, que un diálogo verdadero es solo un primer paso para negociar, para transaccionar, para ceder unos y otros. Solo de esta manera se podrá conseguir el necesario acuerdo político e institucional que ponga definitivamente punto final a un conflicto que divide a la sociedad catalana y que perjudica al conjunto de España, y sobre todo a Cataluña.