No bajar la guardia
Guárdense de confiar en que los gestores de los pública van a resolver el tema y suban la guardia para acorralar a los agentes patógenos
Parece que el frente sanitario está mucho mejor preparado que unos meses atrás para afrontar una posible aunque improbable segunda ola. Parece al mismo tiempo está demostrado que las autoridades no encuentran la manera de acorralar al virus cuando rebrota.
Descartado un nuevo confinamiento de grandes áreas por razones económicas obvias, las principales medidas a tomar a fin de impedir la expansión de los rebrotes, delimitarlos y finalmente eliminarlos son dos: rastrear los contactos y efectuar test masivos.
Que bastan estas dos iniciativas, puestas en práctica con rigor y sin fisuras, está más que demostrado en los países que consiguieron esquivar la primera ola. De manera que las autoridades, sanitarias o no, deberían haber comunicado a la ciudadanía al final de confinamiento que no dispondrían de estas dos herramientas en numero suficiente.
Medidas aleatorias
Lejos de admitir con franqueza la falta de preparación adecuada, y más lejos aún de pedir a la población un sobreesfuerzo de responsabilidad, se dedicaron al reproche mutuo y al rifirrafe político, dejando que la gente creyera que el peligro se había alejado más de lo que la realidad demuestra.
De manera pues como mínimo poco responsable y un tanto indirecta, los políticos han contribuido a que no pocos, inducidos a creer que el peligro había pasado, bajaran la guardia. La mayor parte de los brotes provienen de aquí, del relajamiento de las medidas de protección individuales, empezando por la mascarilla y el distanciamiento social.
Como apenas se han movilizado rastreadores y los test masivos todavía no están disponibles en número suficiente, se toman medidas aleatorias, al buen tuntún, muchas de las cuales poco o nada razonables, criticadas por los especialistas más acreditados y nada sospechosos de sesgo ideológico en su trabajo.
Castigos sin razón
Así, la cultura y los gimnasios sufrieron los palos de ciego del PROSICAT sin que se hubieran detectado contagios debidos a su actividad, mientras los locales de ocio nocturno permanecían abiertos a pesar de ser fuente probada de brotes.
Muy a menudo, la incompetencia engendra la impotencia, que es la madre de la furia, que a su vez produce severas alteraciones de la percepción. Gimnasios y espectáculos cumplían y cumplen de sobras todas las medidas de seguridad y distanciamiento por lo que han sido castigados sin razón. El ocio nocturno, en cambio, atenta contra el distanciamiento social por naturaleza. Da igual. Palos de ciego a quien no toca, exceso de tolerancia a quien incumple.
Si nuestros dirigentes políticos, que no líderes, supieran que la honestidad, la mirada franca y cara a cara a los ciudadanos, es lo más recomendable siempre pero imprescindible en tiempos de zozobra, en vez de procurarse autobombo, admitirían sus limitaciones y recomendarían encarecidamente compensarlas con una mayor corresponsabilidad social.
Contrato social con el virus
Es lógico suponer que en más de un 90%, no contagiarse ni contagiar depende de cada cual. Incluso en caso de aglomeraciones en el transporte público, una mascarilla homologada y el uso frecuente de hidroalcohol, para lo cual basta llevar consigo un pequeño frasco, son o serían una barrera suficiente, a condición de que no se permita a nadie ir sin la mascarilla adecuada y bien puesta.
Eso es precisamente lo que deberían decir y anunciar con insistencia, desde el presidente del Gobierno hasta los consejeros autonómicos. Pero no, encima de no cumplir con buena parte de su trabajo sin admitirlo, se abstienen de insistir en que los demás estamos obligados a cumplir a rajatabla con nuestra parte del contrato social contra el virus.
Colofón. Como en tantas ocasiones, mal de todos, consuelo de la clase política. Los meses anteriores y las últimas semanas han igualado por abajo el rasero de la irresponsabilidad y la deshonestidad comunicativa. De manera que a la hora de votar, ningún candidato se verá beneficiado o perjudicado por su mediocre o mala gestión de la pandemia.
Guárdense, pues, mucho de confiar en que los gestores de los pública van a resolver el tema y vayan considerando que una sociedad vigilante, compuesta por personas que se inviten mutuamente a la responsabilidad y a subir el listón de la guardia en vez de bajarlo, sí puede acorralar a los agentes patógenos.